"El lujo está en la calidad, la perdurabilidad, la sencillez"
El primer arquitecto chino en ganar un concurso internacional apuesta por la aportación de su labor a la sociedad.
El arquitecto chino Ma Yansong (Pekín, 1975) acudió a Madrid para un acto con los estudiantes de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Europea de Madrid, en un viaje organizado en colaboración con la revista Future, si bien confía en que sus visitas a España se repitan con proyectos de los que, por el momento, no puede dar más pistas.
¿Cuál es su mensaje para los alumnos que se inician en el mundo de la arquitectura?
Que la arquitectura no es solo un servicio profesional. También supone una interacción con la gente y una aportación a la sociedad. Esa es, al menos, nuestra vocación desde MAD Works, mi firma; con un punto de locura sana, como reza nuestro nombre.
¿Cómo se puede influir en la sociedad desde su labor?
De muchas maneras. Debemos mantener un punto de vista crítico, porque una parte sustancial de nuestro trabajo es ver problemas de la gente y darles soluciones. Tengo la sensación de que los arquitectos europeos han perdido un tanto de vista todo esto, que no ven la gran responsabilidad social de nuestro trabajo. Cuando construyes un edificio, marcas la vida de muchas personas durante décadas, lanzas un mensaje hacia el futuro. Eso es más importante que los condicionantes económicos o la notoriedad del momento.
¿Encajan estas ideas en el boom inmobiliario que se vivió en China?
La arquitectura ha gozado de mucha libertad en China, pero también de una gran responsabilidad. Libertad es poder. Tenemos la posibilidad de poner a prueba nuestros límites. Los mayores condicionantes son las limitaciones de tipo comercial. Pero ahora mismo es una fortuna disponer de tanto talento como el que está floreciendo en China; lástima que también nos esté afectando la crisis.
¿Cómo sería su proyecto ideal?
Mis grandes sueños son dar valor a lugares que no lo tienen, convertir un sitio olvidado en valioso para sus habitantes. Por ejemplo, hice unos baños en Pekín que dieron vida a un vecindario, y es una de las labores de las que me siento más orgulloso hasta ahora.
¿Antes que edificios de corte más lujoso, como el Absolute World de Canadá, que supuso el primer concurso ganado por un arquitecto chino en el extranjero?
Es un trabajo que por mi parte terminé hace seis años, aunque las torres se estén construyendo ahora. Al repasarlo, veo mi evolución; la génesis está ahí, el interés por las formas naturales, pero ahora manejo otros conceptos. Como dije en mi visita al Instituto de la Vivienda de Madrid, el verdadero lujo está en la parte espiritual: que el edificio contribuya a la conexión de la gente con el mundo, con el entorno. Si la arquitectura es un arte, debemos aspirar a que el lujo en ella no se mida por el precio de los materiales o la complicación de la estructura, sino por las mismas pautas que en la pintura o la literatura: la calidad del trabajo, la eficacia, la sencillez, la perdurabilidad.
¿En qué se plasma ese interés suyo por la naturaleza?
No tanto en hablar de arquitectura verde, creo que es algo de lo que se abusa, porque un edificio es al fin y al cabo un objeto, una máquina. Pero una máquina sí que puede facilitar el contacto entre la gente y su felicidad, puede estar más integrado en el entorno. Manhattan, como símbolo de civilización con sus torres poderosas, creo que es una imagen obsoleta.
¿Tiene proyectos en España?
No, pero existen algunas opciones. En Europa trabajamos en la renovación de una manzana en la ciudad vieja, que se convertirá en apartamentos, y en Ámsterdam, en un centro comercial.