El reto de distinguir un vino sin usar el gusto ni el olfato
Distinguir denominaciones, marcas y añadas entre más de 40 vinos y destilados no está al alcance de cualquiera. De hecho, ese es el reto al que se han enfrentado el medio centenar de participantes de la semifinal del prestigioso torneo Nariz de Oro, celebrada este viernes en Madrid.
Los mejores sumilleres en activo de la comunidad de Madrid, Castilla y León y Castilla-La Mancha han buscado su plaza en la final, para lograr coronarse en junio como el mejor catador de vinos del país. El título no es menor: los vencedores de las anteriores ediciones han recibido un espaldarazo profesional que les ha abierto las puertas, en muchas ocasiones, al selecto club de sumilleres internacional.
En el palmarés figuran sumilleres de restaurantes de la categoría de El Bulli (Davis Seijas, 2006) o el del Museo Guggenheim de Bilbao (María José Vázquez, 2009), pero también aparecen nombres de orígenes más improbables, como la responsables de cata de Makro Alicante, vencedora en el certámen de 2010.
En la que ya suma XXI edición de La Nariz de Oro han participado de cara al público en general representantes de bodegas del prestigio de Azpilicueta, Gonzalez-Byass, Juvé Camps, Torres o Ramón Bilbao, junto con embajadores de variadas denominaciones de origen como Navarra o Málaga. Todos ellos han permitido al visitante valorar las diferencias de aroma y sabor, los miles de matices que distinguen a la variada viña española.
Eso sí: el visitante casual no ha tenido que hacer frente a la prueba definitiva a la que se sometieron los 51 participantes del concurso: la identificación de un vino vertido en una copa negra, sin poder utilizar los sentidos de la vista ni el gusto. La elección del cáliz de Indiana Jones en La æscaron;ltima Cruzada parecía un reto menor en comparación.