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La catarsis sufrida en los aeropuertos no consigue mejorar su puntualidad

Tras el plante del 3-D, las huelgas en el cielo ya no son lo que eran

Este fin de semana se cumple el primer aniversario de un conflicto laboral que no olvidarán los 600.000 pasajeros aéreos que lo padecieron. A media tarde del día 3 de diciembre de 2010, cuando miles de españoles se encontraban en los aeropuertos para iniciar, gozosamente, sus minivacaciones del puente de la Constitución y la Inmaculada, el colectivo de controladores de Aena abandonó sus puestos. Pedían un reconocimiento médico alegando no encontrarse en condiciones de realizar su delicado cometido. Hoy todavía se discute si fue unos minutos antes de este plante o media hora después, cuando el Ministerio de Fomento decidió el cierre del espacio aéreo español.

Las consecuencias son conocidas: cientos de miles de vacaciones arruinadas, un grupo de trabajadores civiles militarizados y una riada de procesos de reclamación administrativa y judicial que, en algunos casos, han quedado en nada.

Para el sector aéreo las secuelas de aquella asonada, que mantuvo en vilo al país durante 24 horas, han marcado un antes y un después. Aunque los tribunales todavía tienen que determinar responsabilidades, para la opinión pública, el plante fue interpretado como la enésima huelga salvaje que tenía que soportar la ciudadanía por la voluntad de un colectivo privilegiado con capacidad para paralizar un medio esencial de transporte y, por tanto, al conjunto del país.

Con anterioridad se habían vivido situaciones similares (en ámbitos diversos), con las huelgas de pilotos, de maquinistas de Renfe, de empleados de autobuses o metropolitanos y con otras asonadas del colectivo de controladores aéreos. La indignación nacional por el cierre del cielo ha actuado de antídoto. Ha terminado una lacra de la que se denuncia la desproporción entre motivos particulares que la generan y los inmensos perjuicios colectivos que provocan.

El próximo lunes los pilotos de Iberia anuncian su plan de movilizaciones contra la creación de la aerolínea de bajos costes Express. Es seguro que se embarcarán en un calendario de huelgas de larga duración que afectará a algunos días de Navidad y por tanto a las vacaciones de la población. El Sepla, sin embargo, ha anunciado que se atendrá en su protesta a los límites que marca la legalidad y respetará los servicios mínimos. El paro se hará en días alternos, afectará a menos del 10% de los vuelos que, además, serán cancelados previamente, en una nueva modalidad de movilización "de baja intensidad". De este modo, igual que ocurre en la protesta de Air Europa, el colectivo de pilotos renuncia a una práctica de épocas pasadas en las que sus reivindicaciones hacían temblar a todo el país.

Pero mientras el plante de hace un año ha modificado la manera de ejecutar las huelgas aéreas, de modo sorprendente, no ha conseguido mitigar una de las principales lacras que alimentaron el conflicto. La epidemia de retrasos aéreos en los aeropuertos de Aena, lejos de solventarse en los últimos meses, no muestra síntomas de mejora. Madrid-Barajas y, en menor medida, Barcelona-El Prat, se han consolidado en 2011 como los aeródromos que lideran la epidemia de demoras que asuelan el cielo de Europa y deprimen a los pasajeros.

La irregularidad en los horarios de despegue y aterrizaje de las aeronaves, aun después de la catarsis vivida el 3 de diciembre de 2010, ha intentado justificarse por la falta de personal en las torres de control o por la mala voluntad de los controladores tras el varapalo sufrido en aquella fecha.

Sin embargo, tanto retraso solo ha podido producirse por la confluencia de varios factores, entre los que destaca la sobredemanda que las compañías hacen de peticiones para despegar y aterrizar (slots) en horas competitivas. La reducción de costes operativos en la que se han embarcado deja en mínimos su flota y plantilla, lo que ha convertido en habitual una práctica de cancelación de vuelos que, de antemano, se sabe son irrealizables.

USCA

El sindicato de los controladores mantiene que la acusación del abandono masivo de sus puestos por parte de los controladores el 3 de diciembre de 2010 "no se produjo", porque "jamás abandonaron sus puestos en los centros de control y en las torres".

Una actuación que no volverá a repetirse

El presidente de Aena, Juan Ignacio Lema, reconoció el viernes que el cierre del espacio aéreo por el plante de los controladores "fue un trauma" tanto para los 600.000 pasajeros afectados como para la sociedad y para el propio ente, que asegura, "no volverá a repetirse". Tiene claro que fue "un paro salvaje y antidemocrático", que tiene como "únicos responsables a los controladores que abandonaron su puesto", ya que tenían las alternativas que les brinda el Estado de Derecho para resolver sus discrepancias con la empresa. "USCA debió ir a los tribunales o a una huelga legal". Lema cree que, independientemente del marco jurídico y de las relaciones laborales, "ninguna persona puede tomarse la justicia por su mano". "Los únicos responsables de lo que hicieron los controladores son los controladores que abandonaron su puesto".

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