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Gourmet

El placer calmo de un buen whisky

Whisky Festival
Whisky Festival

A medida que se acerca el invierno gana puntos la opción de recogerse en el sofá, en buena compañía y lejos del frío y el tumulto de las compras navideñas. Como complemento, pocas opciones mejores que un buen whisky. De acuerdo, una botella de marca de 12 o 18 años puede ser bastante cara, aunque solo relativamente si se compara con una noche de cubatas de garrafón en bares más o menos de moda.

Esta semana se celebró en Madrid la sexta edición del Whisky Festival, un evento en el que expertos y profesionales de la distribución pudieron disfrutar degustaciones de marcas como Glenrothes, Macallan, Glenlivet, Cardhu o Lagavulin. Y valorar, además, los cambios de matiz entre las distintas añadas, o el efecto que produce la combinación con aderezos como chocolate, frutas o incluso sushi.

Para los apenas iniciados, no está de más descubrir que los excedentes de cosechas servían para fabricar brebajes similares al whisky incluso antes de Cristo, pero que la popularización de aquel no llegó hasta la segunda mitad del siglo XIX, una vez que la filoxera destruyó el grueso de la producción de vino y cognac en Europa. Los paladares refinados viraron entonces hacia Escocia, el epicentro mundial del whisky, donde hoy se cuentan 105 destilerías especializadas en single malt (100% cebada), green whisky (100% trigo o centeno) o blended (mezclas de cereales o de distintas destilerías).

Aunque pueda parecer un sacrilegio tratándose de whiskies añejos, nunca debe desdeñarse la opción de preparar un buen combinado. El whisky old fashion mezcla alguno de aquellos (por ejemplo, un Cardhu Special Cask Reserve) con azúcar, angostura, limón exprimido y soda, con tres rocas de hielo y todo bien revuelto. Para rematar, se recomienda aromatizarlo con una lámina de cáscara de naranja y acompañar la bebida con un cuenco de almendras garrapiñadas, todo un canto al dulzor amargo.

El mundo del whisky no es ajeno a las curiosidades. Una vez destilado, el buen líquido se rebaja con agua hasta tres veces para limitar la gradación de alcohol al estipulado entorno de la cuarentena. Y la mayoría de los blended, fermentados en roble americano, se oscurecen con caramelina para aportarles un tono más atractivo a la vista, algo que no resulta necesario en el caso del más caro roble español.

La última: la preeminencia del término Glen entre las grandes marcad no es casual. Hasta 1823 la producción estaba prohibida en Escocia, lo que llevaba a las destilerías a ubicarse entre montañas: de ahí el Glen, valle, en gaélico. Con o sin valle en la etiqueta, un buen escocés invita al relax en el fin de semana.

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