2. Restaurar la confianza en la economía ante un océano de dudas
El cumplimiento de los objetivos de reducción de déficit marcará la credibilidad del nuevo Ejecutivo.
Lo primero que aprende un estudiante de Ciencias Económicas en la universidad es que la falta de confianza de los agentes económicos es lo peor que le puede ocurrir a un empresario o a un negocio, en particular, o a una economía en general. Y esto es, precisamente, el telón de fondo en que se encuentra la coyuntura española en estos momentos. Con la prima de riesgo del bono español desbocada, una tasa de paro (21,5%) que roza el máximo histórico y una extrema dificultad para cumplir con los compromisos fiscales adquiridos ante Bruselas, el panorama no puede ser más negro. El próximo Gobierno, surgido de las urnas de ayer, tiene ante sí el enorme reto de volver a insuflar credibilidad a la política económica, algo que, desgraciadamente, no depende del todo del nuevo inquilino de La Moncloa, sino también del tablero de ajedrez en que se ha convertido la crisis de la deuda soberana en los países de la zona euro. Desde Bruselas se exigen cada vez más ajustes a las economías periféricas y sobreendeudadas, sin que desde Madrid se tenga margen para otro tipo de medidas.
Y lo más urgente para restaurar la confianza de los mercados es cumplir con las promesas. La primera de ellas está muy próxima: el estricto cumplimento del objetivo de reducción del déficit fiscal. Para este año, este objetivo de déficit es rebajarlo del 9,2% al 6% del PIB, algo en que todos los servicios de estudios del país y hasta la propia Comisión Europea coinciden en que España no va a poder cumplir, a menos que se autoimponga medidas adicionales, muy especialmente en las Administraciones territoriales. El desvío del déficit real sobre el previsto es el que marcará la agenda del próximo presidente, tras su toma de posesión en diciembre.
Sin tiempo que perder
Y tendrá poco tiempo para tomar decisiones, dado que el ejercicio se cerrará muy pocos días después de haberse constituido las Cortes. La capacidad del próximo Gobierno para hacer buenos los pronósticos sobre el déficit este año, marcará las posibilidades que tenga para rebajarlo a su vez en 2012 al 4,4% del PIB como también ha prometido la administración española saliente a Bruselas. El cumplimiento de los objetivos de déficit y deuda es esencial para cortar la progresión vertiginosa de la prima de riesgo, desde su nivel actual, algo insostenible a largo plazo. Al fin y al cabo, el rescate de Grecia, Portugal e Irlanda se ha producido por sus respectivas incapacidades para generar los recursos necesarios para atender sus compromisos de pago.
Ligado a ello está el desapalancamiento de la economía española. En los últimos años España ha conseguido reducir su déficit corriente a cerca del 5% del PIB, desde tasas cercanas al 10% hace solo tres ejercicios. Esta senda debe completarse, en un entorno de gran incertidumbre en el que los mercados de crédito exteriores se han secado. La vicepresidenta Elena Salgado, ahora en funciones, indicó el viernes que el déficit corriente cerrará el año en solo el 3%. Un dato positivo, que queda perdido en el tono grisáceo del cuadro macro.
Inversiones
Muy unido a la confianza se encuentra la seguridad jurídica de las inversiones. Los grandes fondos de inversión han dejado de ver a España como un país atractivo, debido, no solo por el riesgo de contagio de la crisis del euro, sino también por el temor a que las reformas que se realicen en los próximos meses acaben minando el marco financiero- tributario. A un inversor siempre se le debe ofrecer reglas claras y permanentes en el tiempo.
La credibilidad pasa también por el desarrollo de más reformas estructurales. Empresarios, sindicatos y sociedad en general están a la espera de que se tomen decisiones en aspectos como la política tributaria, la laboral y la reestructuración de las administraciones en un entorno de crisis. Estas reformas deben empezar a llevarse a cabo de forma urgente, según la CEOE, incluso esta misma semana, para no prolongar el estancamiento económico que acaba de certificar el INE. O lo que es peor, iniciar una nueva recesión, con el colchón del ahorro ya deshinchado. En un nuevo mundo tan cambiante es necesario vigilar también la estructura de costes, tanto laborales como empresariales, algo que servirá para el cambio de modelo productivo. El futuro pertenece solo los más eficientes y a los que tengan respuestas precisas al cambio. En ello figura también la confianza.