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Exposición

Cartas de Vargas Llosa y otros mitos

Mario Vargas Llosa
Mario Vargas LlosaAlicia Benavides

La sala de exposiciones El Águila (Ramírez de Prado 3, en Madrid) alberga hasta el 29 de enero una muestra sobre Mario Vargas Llosa de gran interés para sus numerosos incondicionales. Con el título La Libertad y la Vida, la exposición sobre el autor hispanoperuano se ha paseado por Lima, Guadalajara, México DF, Estocolmo, París y Argel, antes de recalar en Madrid.

Ya en la entrada se muestran, desparramadas por el suelo, copias de cartas mecanografiadas escritas o recibidas por el autor, con corresponsales de la talla de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar o Carlos Fuentes. En la sala grande de la exposición se abunda en esos pequeños tesoros: así, se descubre que en 1963 el autor de Rayuela celebraba el flamante éxito de Vargas Llosa, y se jactaba de haber sido "profeta o predicador en el desierto" sobre la calidad del peruano. Y se conocen detalles sobre el miedo a volar de García Márquez, que le confiesa en 1966 que ha empezado a tomar tranquilizantes disueltos en Martini para soportar mejor los viajes.

No falta en la exposición una amplia cronología, con datos biográficos y reflexiones del propio Vargas Llosa sobre sus momentos vitales. Todo ello aderezado con documentos curiosos, como una carta de petición de regalos navideños cuando contaba con ocho años que arranca con un entrañable "Niño Dios: Como estás tan pobre, no me traigas muchas cosas". También se cita su viaje a París en 1958, cuando conoció a su idealizado Jean Paul Sastre e inició una estancia de siete años, "los más decisivos" de su vida.

Confiesa el escritor que en sus años de más intensa vocación política (fue candidato a presidir Perú en 1990) tuvo que priorizar: "Tener un horario tan avaro para la lectura me volvió estricto, no podía darme el lujo de leer con la anarquía de siempre: solo libros que sabía que me iban a hipnotizar". Entre ellos, cita relecturas de La Condición Humana, de Malraux; Moby Dick, de Melville; Luz de Agosto, de Faulkner; o Los Cuentos, de Borges.

Ahí se abre el que, junto a la correspondencia, representa el mayor acierto de la exposición: una colección de algunos de los ejemplares que marcaron el impulso hacia la ficción de Vargas Llosa, con jugosas anotaciones en los márgenes y en las vacías páginas interiores de las tapas. Entre los más recientes, Disgrace, del también laureado con el Nobel J. M. Coetzee: "Aunque sin duda es o pretende ser una alegoría de lo que ocurre en África del Sur, la historia tiene carne y huesos por ella misma, y sus personajes existen en sus propios términos; lo que ocurre con el héroe no es excepcional". Por supuesto, no falta el Quijote, en el que Vargas Llosa anota los temas tratados con sus páginas, y cita la "técnica de la caja china", o la novela dentro de la novela.

Completan la visita documentos escolares del escritor (por supuesto, con mejores notas en escritura que en cálculo) y una amplia muestra de su conocida colección de hipopótamos. En definitiva, una forma más que agradable de consumir un par de horas del fin de semana.

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