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Pistas

Los muchos rostros e inquietudes de Joan Miró

La Fundación Miró y BBVA presentan la mejor exposición del pintor en décadas con el título 'La escalera de la evasión'

La mejor muestra en este siglo de uno de los 10 artistas españoles más destacados de la historia. Eso es, ni más ni menos, lo que propone desde este sábado y hasta el 18 de marzo la Fundación Joan Miró, con el patrocinio de la Fundación BBVA, con la exposición La escalera de la evasión, que ya atrajo a 300.000 visitantes a la Tate Modern londinense y viajará después a la National Gallery de Washington.

La excepcionalidad de este recorrido por la trayectoria artística de Joan Miró no se limita a la calidad de las obras expuestas. En palabras de Matthew Gale, uno de los comisarios de la cita, "el encargo que recibimos fue el de definir la posición de Miró en el mundo, más que centrarnos en aspectos habituales como el color o la creatividad". El Miró que se recorre en esta exposición es quien dijo en 1979: "Un artista es alguien que, entre el silencio de los demás, utiliza su voz para decir algo que debe ser útil para los hombres". Un mensaje hoy igualmente pertinente.

Sin que dejen de estar presentes sus otros temas habituales -el sexo, la experimentación permanente, la paleta colorista y mediterránea-, La escalera de la evasión incide en la respuesta pictórica de Miró a su entorno. Así, el recorrido se inicia en su juventud, vinculada coyuntural pero emotivamente con la Cataluña rural; en ese sentido, se exhibe La masía, cuadro de 1921 que el pintor llegó a definir como el más importante de su carrera y que regaló a su amigo Ernest Hemingway. En los treinta, responde a las convulsiones de la etapa republicana y el horror de la Guerra Civil con obras como las Pinturas salvajes (1934) y la Naturaleza muerta del zapato viejo (1937), además de crear un gran mural perdido, El segador, que compartió exposición en París con el Guernica de Picasso pero resultó luego destruido.

La muestra viajará después a la National Gallery de Washington

Tras optar por el exilio interior, conecta su desgarro con la sensibilidad de posguerra, en particular con la serie Barcelona (1944), a la vez que redondea su más conocida iconografía con la serie Constelaciones (1941-42). Sus comentarios gráficos contra el franquismo se irán haciendo más amargos con la serie Mayo 1968 y las originales y crudas Telas quemadas (1974), que aquí se muestran de acuerdo a sus deseos: colgadas del techo, lejos de la pared, para ser contempladas desde cualquier ángulo.

Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA, mostró el apoyo de su entidad a un proyecto de esta envergadura "más allá de las dificultades coyunturales". La relación de ambas fundaciones desde hace décadas se justifica, en palabras de Pardo, porque la Miró mantiene "una tradición de excelencia que la ha convertido en símbolo de Cataluña y España".

Esta exposición es el núcleo de una serie de actividades para poner en valor el legado de Miró para Barcelona, buscando colocarlo a la altura de los muy conocidos de Gaudí o Picasso. Por ello se pone en marcha un itinerario por la Barcelona de Joan Miró, que recorre el entorno de las Ramblas, pasando por su casa natal, el Liceu -donde diseñó el decorado de tres obras- o incluso su coctelería preferida. También se celebran unas jornadas académicas, proyecciones en la Filmoteca y otra exposición, Carteles de un tiempo, de un país, en el Museu d'Història de Catalunya.

Por otra parte, la Fundación BBVA anunciará la próxima semana la renovación de su compromiso como benefactor del Museo del Prado, que inicia el montaje de la exposición El Hermitage en el Prado. La exposición previa El Prado en el Hermitage batió el récord de asistencia en el museo de San Petersburgo con 600.000 visitantes. El acuerdo se prolongará cuatro años más y por tercer periodo consecutivo.

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