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Herman Van Rompuy

El poeta discreto

El político belga ha sido propuesto por el eje franco-alemán para dirigir el nuevo Gobierno económico de la eurozona. Otro honor para el subestimado presidente del Consejo Europeo.

El poeta discreto
El poeta discreto

En diciembre de 2009 se convirtió sin proponérselo en el primer presidente estable del Consejo Europeo. Para muchos, su elección fue un fiasco y motivo de burla. Para unos pocos, el inesperado premio a una respetable carrera política. Todavía en el puesto, el belga Herman Van Rompuy acaba de recibir un nuevo encargo de sus patrocinadores franco-alemanes. Esta vez la misión es bastante más ardua y delicada. El discreto organizador de las cumbres europeas ha sido invitado por la canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy a dirigir la creación de un gobierno económico para la eurozona, que armonice impuestos e imponga límites de gasto en las constituciones de los países miembros.

Ciertamente, no es el hombre que los mercados habrían escogido para tamaña empresa, aunque dada la urgencia de reformas que frenen la desconfianza en el euro, parece la opción más acertada. La otra opción hubiese supuesto abrir un proceso de consultas que, conociendo la desesperante lentitud con que suelen moverse los líderes europeos, habría retrasado meses la aplicación de unas medidas que son apremiantes. De ahí que a diferencia de cuando se conoció su nombramiento como consejero delegado de la UE, esta vez los analistas hayan tomado la noticia con la resignación de quien no tiene más remedio que acomodarse a las circunstancias. Todo lo cual no deja de ser injusto con este eficiente servidor público, aficionado a la poesía y católico practicante, que en octubre cumplirá 64 años.

Van Rompuy nació en Etterbeek (Bruselas), en el seno de una familia flamenca. Además de su lengua natal -el neerlandés- habla inglés, francés y alemán. Tras completar la secundaria en un colegio jesuita, estudió Filosofía y Ciencias Económicas en la Universidad Católica de Lovaina. Trabajaba como investigador en el banco central de Bélgica cuando en 1975 el primer ministro Léo Tindemans, dirigente del Partido Popular Cristiano (CVP), del que Van Rompuy había sido líder juvenil, lo llamó para integrar su equipo de funcionarios. A partir de entonces se dedicó a la función pública, aunque con un paréntesis de ocho años, entre 1980 y 1988, en el que se entregó de lleno a las tareas del partido, del que llegó a ser presidente nacional.

En 1993 renunció a este cargo para dirigir el ministerio de Presupuesto, donde debió controlar el abultado déficit fiscal que entonces amenazaba con impedir el acceso de Bélgica a la zona euro. Pero no fue sino hasta 2008 cuando saltó a la palestra nacional. A fines de ese año, Van Rompuy, entonces presidente de la Cámara de Diputados, filtró una carta que revelaba las presuntas presiones que el jefe de Gobierno Yves Leterme estaba ejerciendo sobre jueces para evitar que se frustrara la venta de Fortis, el gigante bancario de Bélgica, que había caído en desgracia con la crisis de 2008. El escándalo precipitó la renuncia de Leterme y encumbró a Van Rompuy en su reemplazo, aunque este aceptó el cargo a regañadientes.

No había cumplido un año en el poder cuando su nombre sonó para ocupar la presidencia permanente del Consejo Europeo, un cargo de nueva creación que establecía el Tratado de Lisboa y cuyas competencias no estaban del todo claras. La habilidad para dirigir una coalición de cinco partidos, apaciguando las sempiternas tensiones entre flamencos y valones, era su única credencial, pero fue suficiente para que su candidatura se impusiera a la de personalidades como Tony Blair o Felipe González. Sin embargo, la designación de Van Rompuy a instancias de Francia y Alemania, decepcionó a las altas esferas políticas europeas, ya que su perfil bajo parecía la antítesis de lo que justamente pretendía el Tratado con la creación de esta figura: fortalecer la presencia de la UE en los foros internacionales. La prensa británica lo ninguneó, se mofó de su nombre y lo calificó de tremendamente aburrido, un sambenito que podría no corresponderse con la realidad. Quienes lo conocen aseguran que cultiva un humor cínico y mordaz. Casado, con cuatro hijos y dos nietos, gusta de retirarse varias veces al año a un monasterio. Ha publicado numerosos ensayos, entre ellos El cristianismo, un pensamiento moderno. "Yo soy el hombre de acción y él, el cerebral", ha dicho su hermano menor, Eric, también democristiano, aunque mucho más apasionado de la causa flamenca.

Van Rompuy es un federalista moderado. Si fuera catalán, defendería los intereses de Cataluña, pero nunca cuestionaría la soberanía de España. Si se opone a la entrada de Turquía en la UE es por cuestiones religiosas. "Las raíces de Europa son cristianas. Un estado musulmán, más grande que ningún estado europeo, no puede formar parte de nuestra Unión". Muy activo en las redes sociales, quizá su mayor excentricidad haya sido la publicación en varios idiomas, incluido el latín, de un libro de haikus, poemas japoneses que se caracterizan por su brevedad. El economista Andrew Lilico encontró en un discurso de Van Rompuy una frase que guarda extraordinario parecido con otra bastante famosa del maestro Yoda: "El mayor enemigo de Europa es el miedo. El miedo conduce al egoísmo, el egoísmo al nacionalismo y este, a la guerra". Un lector comentaba la similitud en un blog del WSJ. "Muy gracioso. Pero si mal no recuerdo, Yoda salvó a la República y trajo paz a la galaxia. Esperemos que el maestro Van Rompuy pueda conseguir lo mismo para Europa".

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