Guía para entender el papel de las máquinas en las caídas
Las Bolsas se han convertido en un peligroso y gran casino. Los inversores poco duchos que se atrevan a jugar pueden acabar desplumados en segundos. El enésimo ejemplo ocurrió ayer mismo en el Dax alemán, su futuro se desplomó 100 puntos en dos segundos. La liquidez de este derivado es elevadísima, con más de 170.000 contratos negociados cada día. Palabras mayores.
Culpar al fantasma de la recesión económica de todo lo que ocurre en los mercados es sencillo, rápido y práctico para el público en general. Pero la realidad es mucho más compleja. Obviamente, la situación económica no es para tirar cohetes y las noticias y los rumores son el caldo de cultivo ideal para las bruscas oscilaciones de las Bolsas. Sin embargo, hay muchos más factores.
La semana pasada, hubo de todo... El miércoles, el Ibex se hundió un 5,5%; el jueves subió un 3,6%; y el viernes se disparó un 4,8%. Después de tres sesiones tranquilas, la tensión y el miedo regresaron ayer en todo su esplendor. El selectivo volvió a hundirse cerca de un 5%. La renta variable se comporta de manera similar a como lo hizo en los primeros meses de 2009, cuando el Ibex marcó el mínimo de la actual crisis en poco más de 6.800 puntos.
Los 'robots' potencian la locura que reina en la Bolsa
Avalancha de ventas
No es ni mucho menos la única clave, pero las máquinas son un ingrediente imprescindible en la confusión que reina en las Bolsas. Los stop loss -órdenes de venta programadas previamente que saltan al perforar una acción o un índice un precio- jugaron ayer un papel importante en el desplome.
El análisis técnico es el otro artista invitado en las avalanchas de órdenes de venta. Por ejemplo, si los operadores consideran un soporte clave los 8.000 puntos del Ibex y el índice pierde ese nivel, inmediatamente llegará una avalancha de órdenes de venta que acabarán de tumbar al índice, al crearse una suerte de espiral bajista automática que se llevará por delante cualquier acción y a cualquier precio. Así ocurrió ayer en el futuro del Dax, lo que acabó contagiando al propio índice, una aberración, pues en teoría debe ser justo lo contrario: el índice ha de guiar al futuro.
No es ni la primera ni, previsiblemente, será la última vez que ocurre algo así. En mayo de 2010, los índices de Wall Street llegaron a desplomarse cerca de un 10% en cuestión de minutos. En un principio, se explicó el desplome como un posible error humano al introducir una orden de venta en Procter & Gamble, pero un estudio del supervisor de los mercados de Estados Unidos (la SEC) no consiguió encontrar una explicación sólida.
Lo indudable es que, en momentos como el actual, el pánico guía los movimientos. Algunos inversores prefieren vender a cualquier precio antes que arriesgarse a perder un 10% adicional. Este tipo de ventas compulsivas son las que desatan las caídas en picado. El reducido volumen de negocio propio del verano es un ingrediente adicional que aviva los altibajos.
Adicionalmente, los programas de software, una especie de robots financieros, tienen mucho que decir en lo que está ocurriendo en los últimos tiempos. Según distintas fuentes, mueven entre el 50% y el 70% de todo el volumen bursátil. Ganar dinero a corto plazo es su principal misión y el panorama de volatilidad gigantesca es un paraíso potencial para ellos.