De vinos en verano (sin excesos)
Críticos extranjeros han situado varios caldos nacionales entre los mejores para degustar en estas fechas. El periodo estival nos trae también algunos récords de subasta.
El calor arrecia e invita a acompañar la gastronomía estival de bebidas refrescantes. El bon vivant sabe que la rutinaria cerveza rara vez podrá realzar un banquete. Se buscan los matices y al mejor amigo de cada plato. Un rosado abre el apetito, mientras que ensaladas y marisco llaman al blanco. La carne, que no falte, es territorio inexpugnable del tinto. Y el postre, punto y aparte, no tiene reparo en coquetear con un espumoso.
Nuestro país es digno representante de los caldos más selectos, y así lo han reconocido varios críticos extranjeros en sus recomendaciones para estas fechas. Jane MacQuirty, del periódico británico The Times, apuesta por un María de Molina de 2009. Este verdejo de la vallisoletana Frutos Villar, con denominación de origen Rueda, figura entre los 50 mejores vinos para un verano por menos de ocho libras (nueve euros).
Frutos Villar es asimismo merecedora de elogios por parte de Robert Parker en sus reseñas para las revistas The Wine Advocate y Wine&Spirits. El influyente crítico norteamericano concede 90 y 93 puntos, respectivamente, a su Cigales Calderona Crianza de 2005 y al Ribera de Duero Conde de Siruela Reserva de 2006, situándolos así entre los mejores tintos del mundo. Parker es igualmente generoso con el Sofros de 2009, un vino joven de Toro comercializado por Bodegueros Quintaesencia. El desembolso ronda los 10 euros en todos estos casos.
En el terreno de los espumosos, la suntuosa Moët & Chandon ha acaparado recientemente la atención con la presentación del primer champagne elaborado para servirse con hielo. El Ice Impérial descubre "sensaciones refrescantes e intensos aromas a frutas tropicales", asegura la casa, que sugiere decorarlo con hojas de menta, una rodaja de pepino o una cáscara de pomelo. La botella cuesta unos 35 euros.
Por otra parte, el periodo estival nos está dejando extravagancias nunca vistas en la compra de piezas de colección. Esta semana se alcanzó el mayor precio pujado por un vino blanco. El sumiller francés Christian Vanneque llegó a pagar el martes 85.000 euros por una botella de Château d'Yquem fechada en 1787. Y el mes pasado, un champagne Veuve Cliquot se hizo con el récord de los espumantes al alcanzar los 30.000 euros. El disparate tiene su trasfondo, pues las 150 botellas subastadas fueron rescatadas de una galera naufragada en 1825. La cifra máxima la sigue ostentando desde el pasado noviembre un tinto: más de 212.000 euros por un Cheval Blanc de 1947. La ostentación, en todo caso, no tiene por qué ser sinónimo del buen gusto.