El viaje sideral de las cajas: de los montes de piedad a la Bolsa
El sector vive el momento más efervescente de su historia: intervenciones, despolitización, salto al parqué, fusiones... todo por la supervivencia
Imaginen. En 2013, El Corte Inglés y Mercadona cotizan en Bolsa. Inditex ha comprado Mango, Eroski y AhorraMas. Para colmo, el Gobierno ha tomado el control de Híper Usera, Aldi y Alimerka. Este escenario imposible para el sector de la distribución es exactamente lo que ha ocurrido entre las cajas españolas: una revolución en toda regla.
Hace dos años, el mayor debate que afrontaban estas entidades era si podrían producirse fusiones entre cajas de diferentes comunidades autónomas. Un tabú hasta entonces. Hoy por hoy, hay cuatro alianzas interregionales (Bankia, Banca Cívica, Grupo BMN y Liberbank), el número total de cajas ha pasado de 45 a 18 y el tamaño medio se ha multiplicado por tres, de 22.000 millones de euros en activos a más de 72.000 millones.
Hace dos años, aún coleaba la batalla política por el control de Caja Madrid: un enfrentamiento abierto entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón para dominar la entidad financiera. Hoy por hoy, la administración central ha recuperado competencias de las comunidades autónomas y la nueva legislación para el sector ha limitado la capacidad de influencia de los políticos en estas entidades.
"Llevamos 300 años cambiando. La mutación está en nuestros genes"
Hace dos años, la única forma que tenían las cajas de captar capital en los mercados era a través de las cuotas participativas (un tipo de títulos que se ha revelado inoperante y que tan solo utilizó Caja Mediterráneo-CAM, una entidad que ayer mismo fue intervenida por el Banco de España). Hoy por hoy, buena parte del sector ha transferido sus activos a bancos que cotizan en Bolsa y las cajas suman cerca de 800.000 accionistas.
A todas estas reformas, hay que añadir al menos otras tres que se están produciendo en paralelo. En primer término, los saneamientos provocados por la profunda crisis del sector inmobiliario. Las entidades de ahorro han tenido que afrontar deterioros de sus activos por valor de 55.000 millones de euros en tres ejercicios, según el Banco de España, una cifra equivalente al 5% del PIB español.
En segundo lugar, las cajas han puesto en marcha una reducción de su capacidad instalada que supondrá el cierre de más del 15% de las oficinas que tenían en 2008 y la reducción de más del 10% de las plantillas, lo que afecta a miles de empleados.
Por último, las dificultades que han atravesado algunas entidades han obligado al Banco de España a tomar cartas en el asunto. Caja Castilla La Mancha (en marzo de 2009) y Cajasur (en junio de 2010) y CAM (ayer mismo) fueron intervenidas, algo prácticamente inédito en el sector. Además, el déficit de capital detectado va llevar al Gobierno a nacionalizar parcialmente otras tres: Catalunya Caixa, Unnim y Novacaixagalicia.
Cuando se pregunta a los directivos más veteranos si estos cambios pueden romper las costuras del sector la respuesta es similar. "Llevamos 300 años cambiando, así que la mutación está en nuestros genes".
Efectivamente, poco tienen que ver las recién estrenadas cajas de la Bolsa (CaixaBank, Bankia o Banca Cívica) con sus primeros antecesores, los montes de piedad. Estas entidades sin ánimo de lucro surgieron en la Península Ibérica durante el siglo XV promovidas por los monjes franciscanos. España aún no existía. Su carta de naturaleza no llegó hasta 1702, cuando el Monte de Piedad de Madrid recibió el amparo de Felipe V.
Desde aquellos tiempos, el sector ha sufrido tantas turbulencias como la historia del país. Injerencias constantes por parte de las administraciones (central y regional), crisis agudas, expansión fuera de sus territorios de origen... La actual crisis ha sido quizá el momento más delicado, en el que han quedado en evidencia los estragos que la injerencia política ha causado en numerosas entidades, con excesivos riesgos en el ladrillo.
La gran incógnita ahora es si la industria que saldrá de esta profunda transformación, la más frenética de su historia, seguirá teniendo los rasgos definitorios de las cajas de ahorros: arraigo al territorio, lucha por la exclusión financiera y destinación de una parte del beneficio a obra social.
Cambiar todo para que nada cambie
El presidente de La Caixa y de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), Isidro Fainé, está convencido de que será posible. Durante el estreno bursátil de CaixaBank, explicó que el paso que estaban dando era una forma de garantizar que se mantendrá la vocación social de la entidad. Comparten esta tesis otros ejecutivos, como Amado Franco, presidente de Ibercaja, la única entidad de tamaño medio-grande que no ha participado en ninguna fusión ni ha tenido que recurrir a buscar capital adicional.
Sin embargo, cada vez son más las voces que aseguran que el modelo está llegando a su fin. "Con la nueva regulación de solvencia, Basilea III, toda la banca tendrá que desarrollar su negocio utilizando mucho más capital, lo que reducirá los márgenes", comentan fuentes del sector. "En este contexto, la rentabilidad del negocio va a bajar y cada vez será más difícil destinar fondos a la obra social. Además, las cajas cotizadas deberán dedicar parte de su beneficio a pagar a sus nuevos accionistas".
Por otra parte, la reducción de la capacidad instalada también está provocando que las cajas cierren oficinas de pequeñas poblaciones, con lo que el arraigo al territorio también se va perdiendo. Algunas voces críticas creen que el modelo no sobrevivirá a la generación de Amado y Fainé.
Las incógnitas sobre el sector siguen ahí pero, el anterior presidente de la CECA, Juan Ramón Quintás, otro de los paladines del sector, lo tenía muy claro: "Las cajas forman parte del ADN de España y mientras este país siga en pie, estas seguirán existiendo".
La asignatura pendiente, el inversor extranjero
CaixaBank lleva ya tres semanas cotizando en Bolsa como entidad financiera. Bankia y Banca Cívica no llegan siquiera a los tres días de periplo bursátil. Aunque de momento no pueden presumir de haber logrado significativas mejoras en el devenir de sus acciones, sí que pueden congratularse de haber saltado al parqué en el momento más delicado para la economía nacional en los últimos tres lustros: con la prima de riesgo disparada y una fuerte desconfianza hacia todo lo que oliera a español.Ese mérito se debe, fundamentalmente, a la fuerte demanda de los tramos minoristas, junto con una conjura en el sector financiero nacional para acudir al tramo institucional de Bankia y Banca Cívica. De los 3.700 millones de capital que han levantado, menos del 4% corresponde a inversores extranjeros, la asignatura pendiente del sector.En este aspecto, CaixaBank está un paso por delante. La entidad catalana firmó en 2008 una sólida alianza con el magnate mexicano Carlos Slim, al comprar el 20% de su brazo inversor, Inbursa. A cambio, este ha comprado acciones del grupo, para alcanzar el 1%.
La cifra
55.000 millones de euros es el montante de deterioros crediticios que han tenido que asumir las cajas entre 2008 y 2010.