Y si quiebra Grecia... ¿qué pasa con España?
El Eurogrupo ha decidido dejar en manos de Grecia el desbloqueo de la ayuda que evitaría la quiebra helena. Si ésta se produjese, España vería cerrados los mercados.
Como en las películas de espadachines y malvados, los líderes europeos parecen tener querencia por luchar a brazo partido en el borde del acantilado o haciendo equilibrio sobre el torreón más alto del castillo. Con una sutil diferencia: en esta pelea, todo el mundo va de farol. Y todos saben que todos van de farol.
La decisión del Eurogrupo puede interpretarse bien chantaje, bien como órdago: si no haces lo que yo digo, nos hundimos juntos. La estrategia de Sanson, como se denomina en teoría de juegos. Lo malo es que en Grecia los ánimos no están muy por la labor de aceptar más condiciones. Al fin y al cabo, si la política de los países miembros se decide en Bruselas, no sería malo que esta atribución se definiese legalmente. Y que afectase a todos los países miembros.
En todo caso, ¿cuáles son los efectos para España? A corto plazo, malos. Y pueden ser peores. De momento, de aquí al 3 de julio se pierden dos semanas clave en un mal momento. La salida a Bolsa de Bankia es una operación crítica para la banca patria; si no logra salir al mercado, el sector va a verse más penalizado y va a tener menos acceso al mercado. Una prima de riesgo a 270 puntos hace que esta operación sea aún más difícil de digerir para inversores extranjeros. Menos crédito del extranjero a la banca española es menos crédito para empresas y familias, es menos crecimiento y menos empleo.
Con todo, la situación puede ir a peor si los parlamentarios griegos recusan a Papandréu en la moción de confianza de esta semana o si votan en contra del enésimo y draconiano plan de austeridad el día 30. En estas condiciones, y si el Eurogrupo cumple su palabra de no soltar 12.000 millones en julio, Grecia no tendría dinero para pagar su deuda y, técnicamente, entraría en impago. Desde el primer día los gigantescos rescates de Grecia, Portugal e Irlanda se han planteado para que los acreedores privados no pierdan dinero, supeditando a este objetivo cualquier consideración política, económica o moral. Si después de varios centenares de miles de millones de euros el resultado es una quiebra desordenada, el fracaso será total.
Es la situación que todo el mundo quiere evitar. Incluso Angela Merkel, que pese a liderar la oposición a rescatar a Grecia a cualquier precio, ha comparado a este país con Lehman Brothers. Una idea muy repetida en los últimos tiempos, especialmente desde instituciones como el BCE. Para Grecia, el impago supondría la quiebra casi inmediata del sistema bancario, por la previsible huida de capitales, por el cierre de la financiación y por la imposibilidad de apelación al BCE. Pero no irían mucho mejor las cosas en el resto de la periferia. Si el mercado interpreta que si Grecia, tras el rescate, puede quebrar a corto plazo (y puede hacerlo), ¿por qué no Irlanda o Portugal? ¿O España?
Es el tipo de profecía que, por el hecho de formularla, se vuelve verosímil. La experiencia dice que los mercados no acostumbran a medir sus reacciones en situaciones límite y, por eso, es probable un terremoto financiero de gran escala. Si mayor o menor que Lehman es imposible decir; Lehman vino casi por sorpresa y secó el mercado de pagarés a corto plazo en EE UU. Grecia no es tanta sorpresa (su CDS cotiza hoy tres veces más alto que Lehman el día antes de quebrar) y el principal impacto sería el impago de la deuda pública y bancaria griega.
Ahora bien, el contagio a otras economías del euro, especialmente a la española, podría multiplicar este impacto inicial de la crisis griega. Y, aunque Grecia tuviese para el mundo menos impacto que Lehman (algo que estaría por ver), para España el golpe sería igual o mayor ¿Hasta el punto de tener que rescatar a España? España necesita que le presten dinero del exterior porque importa más de lo que exporta. Mucho; 47.600 millones de euros cada año, casi 1.000 por semana. Y aunque equilibrase sus cuentas hay que refinanciar la deuda ya contraída. A corto plazo el Tesoro está financiado, y el BCE proporcionaría dinero para financiar la banca. Pero ningún país puede afrontar un cierre total de los mercados y la crisis actual obliga a no descartar ninguna hipótesis. Aunque España no tuviese que ser rescatada, la crisis griega sería un varapalo brutal a la presunta e invisible recuperación económica.
Es poco probable que Europa se la juegue hasta ese punto. Los actores políticos juegan de farol; griegos y alemanes saben que no pueden permitirse los costes de una quiebra, y deberían abrir la puerta a una solución consensuada. Pero hay un hecho que cualquier jugador de póker conoce bien: si todo el mundo va de farol y todos saben que todos van de farol, pueden pasar dos cosas: que nadie apueste o que se suban las apuestas indefinidamente, para que el otro se retire antes. El problema es que, a medida que se suben las apuestas, la probabilidad de que la partida acabe mal es mayor. Con una diferencia, en el póker hay uno que gana. Si quiebra Grecia, no paga nadie.