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Christine Lagarde

El alivio del FMI

Esta abogada parisina de 55 años lleva las riendas de las finanzas francesas desde hace cuatro años. Su candidatura pone fin a la pesadilla Strauss-Kahn.

El alivio del FMI
El alivio del FMI

La candidatura de Christine Lagarde a la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI) tranquiliza en el seno de la institución. La herida: el escándalo internacional seguido de la denuncia contra Dominique Strauss-Kahn por supuesto acoso sexual a una camarera de un hotel en Nueva York. Francia respira. Por extensión, Europa.

Lagarde representa el continuismo de una regla no escrita de más de medio siglo: un europeo al frente del Fondo; un americano para el Banco Mundial. Pero lo cierto es que, al mismo tiempo, el nombramiento del nuevo director gerente coincide con un antes y un después en el orden económico mundial. El sistema nacido en Bretton Woods bajo los auspicios de John Maynard Keynes toca a su fin. Los países emergentes comienzan a sentirse incómodos en una butaca que se les queda pequeña. La economía mundial sigue su proceso de reordenación acelerado por la mayor crisis financiera desde la Segunda Guerra Mundial. Y el mundo bascula.

En este nuevo escenario, el escepticismo sobre la candidatura de una europea ha arreciado desde los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Mientras, desde la todavía isla de prosperidad europea se argumentaba que un candidato del Viejo Continente era lo más conveniente, dados los problemas de los países de la zona euro bautizados por la prensa sajona como periféricos. "Hoy los emergentes experimentan inquietud y frustración. Desean que sus intereses y su situación económica se reconozca y se exprese en la dirección de sus instancias internacionales", afirmaba al respecto esta parisina de 55 años. La multipolaridad ha llegado para quedarse y cada vez son más las voces que quieren hacerse oír. Con todo, la ministra francesa se destaca frente a su rival, el presidente del Banco Central mexicano, Agustín Carstens. Y méritos no le faltan.

Abogada de formación, entró a trabajar en el despacho internacional Baker & McKenzie. Especializada en Derecho Laboral, en competencia y en fusiones y adquisiciones, subió peldaño a peldaño hasta lo más alto. En 1999 fue nombrada presidenta del comité ejecutivo mundial de la firma y en 2004 fue designada presidenta del comité estratégico mundial.

"Mujer, francesa y dirigiendo un bufete estadounidense. Debe ser muy buena". Reflexionaba en voz alta la periodista en una entrevista concedida a CincoDías. "Mucho trabajo", resumía rápidamente una Lagarde entonces siete años más joven. Madre de dos hijos, la actividad de la parisina es frenética. Y, para sostener el ritmo, Lagarde cuenta con el apoyo incondicional de su familia: "Hay que ser extremadamente organizado y muy disciplinado", añadía. Un esquema vital tan estructurado que le lleva a llamar a sus vástagos cada día a la misma hora.

Pero la francesa no soñaba en un principio con un horizonte tan vertical. Primogénita de cinco hermanos, nunca tuvo en mente dedicarse a la abogacía. Y al igual que sus padres, la joven Lagarde quería ser profesora. La vida le llevó por otros derroteros y acabó siendo elegida como una de las cinco mujeres de Europa con más éxito en los negocios, según el diario The Wall Street Journal Europe.

Con un aval de 25 años de éxito en el sector privado, Lagarde entró en la política con un perfil nada común. El presidente Jacques Chirac la llamó a filas para entrar en el Gobierno francés en 2005 como secretaria de Estado de Comercio Exterior.

Después ocupó la cartera de Agricultura del Gobierno de Sarkozy para después ser nombrada en 2007 ministra de Economía hasta el presente. Y como responsable de las finanzas galas, una materia de tradición difícil en el país vecino, presidió las reuniones de los ministros de Finanzas del G-20 y del G-7 en 2011.

La ministra del país vecino cuenta con muchos admiradores, quienes la han piropeado. "En las cumbres internacionales se la considera como una estrella del rock", afirmaba Kenneth S. Rogoff, antiguo economista jefe del FMI. "Una auténtica líder internacional", según su homólogo británico George Osborne.

Lo cierto es que la prensa francesa se ha deshecho en elogios hacia Lagarde. Su impecable currículum ha servido para limpiar la cara de una imagen seriamente dañada a raíz del escándalo Strauss-Kahn, que los medios de comunicación franceses han tratado como de auténtica vergüenza nacional.

El dossier del caso Bernard Tapie es la única mota en la inmaculada trayectoria de Lagarde. La Corte de Justicia de la República francesa decidirá el próximo 8 de julio -el FMI elegirá director el 30 de junio- si abre una investigación para evaluar las posibles responsabilidades de la ministra al respecto. Una cuestión que no parece robarle el sueño a Lagarde: "Tengo la conciencia muy tranquila", afirmó la ministra.

De corte liberal pero moderado. "He tratado seriamente de mejorar la regulación del sistema financiero internacional con el objetivo de suprimir los excesos de un sistema en el que las fuerzas de un mercado insuficientemente regulado condujeron al borde del colapso". Lagarde llegó a participar en la película sobre la crisis económica Inside job, donde defendió una regulación bancaria más estricta.

Lagarde ha demostrado que sabe de organización y trabajo en equipo. Tras la muerte de su padre, cuando tenía solo 17 años, practicó natación sincronizada al más alto nivel. Ahora se zambulle en otras aguas, las del FMI. De su mano, el sistema financiero internacional, ahora en entredicho, bien podría recibir una buena dosis de coordinación.

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