El 'networking' también es para el verano
Los programas estivales ofrecen oportunidades para establecer relaciones profesionales e incluso para encontrar empleo
Al caer la tarde, el exministro Josep Borrell charla distendidamente con unos alumnos de un curso de verano en el patio de caballerizas del Palacio de la Magdalena, en Santander. Unos metros más allá, la embajadora española en la OCDE, Cristina Narbona, habla con otros ponentes de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Mientras, en el edificio adyacente, el paraninfo, Cristina García Rodero, la única fotógrafa de España en la agencia Magnum, muestra su nuevo trabajo a los asistentes a su taller y departe con ellos sobre sus dudas. Los estudiantes empiezan a relajarse después de su curso y tienen la oportunidad de conocerse entre ellos y a profesores y personalidades, a la espera de que comience la actividad cultural de la noche, en este caso, un concierto de Paco Ibáñez.
Este es el ambiente que se respiraba un día cualquiera del año pasado en la UIMP. Una jornada que se repite durante tres meses, de junio a septiembre. Una oportunidad única para aprender, pero también para charlar con importantes personalidades y ampliar la red de contactos profesionales en los cientos de cursos que las universidades españolas preparan para este verano.
"Los alumnos tienen la oportunidad de formarse con ponentes altamente especializados y en un ambiente extraordinario, la oportunidad para conocer lo último sobre un tema y, además, se tiene la oportunidad de contactar con personas que será muy difícil conocer en la vida cotidiana", explica Salvador Ordóñez, rector de la UIMP.
"El ambiente que se crea es especial. Se olvidan las prisas", asegura el rector de la UIMP
"El ambiente que se crea es especial. Es verano, hay tiempo para comer con los alumnos, tomar un café en la terraza. Todo se relaja, a la gente se le olvidan las prisas. Yo he visto en El Escorial a muchos ministros olvidarse de las agendas y ser muy accesibles", confirma Carlos Berzosa, rector de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que organiza sus cursos de verano en este municipio de la sierra madrileña. "Algún premio Nobel se ha quedado sorprendido con el ambiente extraordinario que aquí se crea. Y la gente puede ver que son muy sencillos y hablar con ellos. Se da una cercanía extraordinaria", cuenta.
La cercanía favorece precisamente los intercambios profesionales y académicos de los alumnos, lo que en el mundo de los negocios se conoce como networking (o hacer contactos). "Se dan varias condiciones, como que la gente se mueve en un ambiente relajado, que compartes intereses con otras personas que realizan tu mismo curso, que puedes hablar con los profesores y las relaciones están menos jerarquizadas que durante el año académico normal", explica Alfonso Pérez-Agote, director de los cursos de verano de la Complutense.
Una red de contactos que la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) quiere institucionalizar a través de un blog en el que los participantes podrán contar su experiencia y subir ficheros hasta octubre. "Aunque el curso dure tres días, así se facilita que sigan intercambiando información", adelanta Consuelo Gómez, directora de los cursos de verano de la UNED.
Incluso estas relaciones informales facilitan oportunidades de empleo, creen estos responsables. "Yo hace años hice una investigación sobre la forma de encontrar trabajo. La vida ha cambiado mucho, pero las maneras son las mismas: en función de las relaciones personales, los contactos y el conocimiento. Un curso de verano no supone encontrar empleo directamente, pero al estar en un ambiente muy especializado, los participantes te pueden orientar", explica Pérez-Agote, también catedrático de Sociología.
"Es una forma de orientar en el proceloso mundo del empleo. Y yo he visto cómo algunos profesores han pedido el currículum de algún asistente al que han oído intervenir o con el que han charlado", asevera Ordóñez. "Sin duda, es útil para encontrar trabajo. Pero no igual en todos los ámbitos. Creo que surgen más oportunidades en el mundo académico, científico y de investigación. Para trabajos más convencionales, existen otros canales más útiles", cree Isidro de Pablos, veterano organizador de cursos de verano y director del Centro de Iniciativas Emprendedoras (Ciade) de la Universidad Autónoma de Madrid.
Berzosa añade otra razón para aumentar las opciones de encontrar empleo: "Las empresas valoran el currículum en su totalidad, también aquello que la gente ha hecho fuera de su expediente académico. Ir a cursos como estos tiene un valor, demuestra que se tienen ganas de aprender". El rector de la Complutense deja la semana que viene su cargo, pero confirma que este año volverá a El Escorial "como director de un curso, y también me han invitado a asistir a alguno, así que iré como alumno, lo que me hace mucha ilusión".
"Es una ocasión para acercar a la universidad a las personas que no van a la universidad. Profesionales, empresarios, ONG, sindicatos, políticos, directores de museos, artistas o directores de cine", añade Berzosa, lo que anima a relacionarse con personas de fuera de su círculo de trabajo más convencional.
Cada universidad suele contar con actividades culturales que favorezcan el ambiente de intercambio. "Son las que le dan ese espíritu tan especial desde su creación en los años treinta del siglo pasado. Aquí se bate el récord mundial de hacer amigos, se puede disfrutar del tiempo y se despiertan vocaciones. El médico Valentín Fuster contó el año pasado, por ejemplo, que él había decidido ser investigador cuando acudió a un curso de la UIMP", relata Ordóñez.
"El intercambio de ocio y conocimiento es la filosofía de estos cursos", cree Gómez. "Si existe un momento y un lugar para conocer gente interesante, es este", puntualiza Pérez-Agote.
Un momento para abrirse a la sociedad
La universidad también utiliza los cursos de verano para abrirse a la sociedad, después de un año académico más convencional. Por ejemplo, para realizar talleres y cursos de verano en municipios colindantes. "No queremos limitar la oferta al campus. Por eso nos vamos a ciudades cercanas de nuestro entorno", explica Josep Maria Tatjer, vicedirector del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona. "Desde nuestro punto de vista, es una ocasión de contacto entre la universidad y la sociedad, parte de su responsabilidad social, para acercar a los cursos a personas que normalmente no están aquí", añade.Escuchar este verano al Nobel Joseph Stiglitz o al Cervantes Jorge Edwards, entre otras muchísimas personalidades, atrae a estas jornadas a cientos de personas de muy diferente condición, como recuerda Gómez, de la UNED: "Los alumnos son de procedencia muy diversa, lo que enriquece los cursos".