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Análisis postelectoral

Qué tiene que hacer el PSOE y qué tiene que hacer el PP

La victoria del Partido Popular en las elecciones locales y autonómicas son una enmienda a la totalidad de la gestión del Gobierno a nivel nacional, y muy especialmente a la figura de su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Como la situación económica española es muy delicada (cinco millones de parados, deuda creciente y vigilancia continua de los mercados), la capacidad de maniobra del Gobierno empieza a ser limitada. Pero el presidente y el PSOE tienen que reaccionar, y el PP tiene que gobernar la victoria con mesura.

El único barón socialista que retiene el feudo, Fernández Vara, ha sido explícito sobre qué es lo que ha pasado en la jornada electoral del 22 de mayo: "Si a los líderes autonómicos del PP, en territorios donde gobernaban y el desempleo se ha disparado, han tenido más votos que hace cuatro años, y nosotros, los líderes socialistas, hemos tenidos mucho menos, es que el problema somos nosotros; el problema es la gestión de los socialistas a nivel nacional, y tenemos que aceptarlo así". A su juicio, lo más lógico es una convocatoria adelantada de elecciones generales, para que la ciudadanía elija a un Gobierno que dé respuestas a la crisis, mientras que otros líderes del PSOE han alertado de la necesidad de hacer revisiones en el proyecto del partido para recuperar el favor del electorado.

Qué debe hacer el Partido Socialista ahora y qué debe hacer el Partido Popular. El PSOE tiene ante sí un año largo de gestión muy complicada, tanto por las materias que tiene que administrar cuanto por la presión política que le atenaza tras la negativa de la ciudadanía a sus postulados. Y lo que haga tiene que hacerlo con un vacío interno en el liderazgo político. La renuncia de Zapatero y el anuncio de elecciones primarias para designar al relevo en el cartel electoral consumirá dos preciosos meses para el PSOE y para todo el país, que no anda precisamente sobrado de tiempo. Pero dada la agitación interna que sin duda se va a producir en Ferraz, tiene más lógica convocar un congreso extraordinario que resuelva las dudas del proyecto y de paso designe a un nuevo líder el partido para los próximos años.

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Además, el PSOE debe sacar algunas conclusiones claras: el marchamo que han tomado las tendencias electorales indican que si ahora el PP le supera en diez puntos, bien podría ser que dentro de un año le supere en catorce o quince, tal como auguran las encuestas. Por tanto, qué sentido tiene prolongar una agonía electoral que puede llevar el suelo electoral socialista a niveles desconocidos en democracia. Si Zapatero controla el calendario político y electoral, y da la sensación de que controla muy pocas cosas más, seguramente debería administrarlo en favor de su partido, adelantando las elecciones al otoño, y de paso a favor de un país que reclama unas soluciones bien diferentes a las que él ha administrado en los últimos años.

La alternativa es gobernar con desagradables políticas de ajuste, porque cada vez empieza a ser más evidente que España no cumplirá su objetivo fiscal si no hace un recorte adicional de gasto público, y si no aflora rápidamente el gasto oculto de las comunidades autónomas y ayuntamientos. Todo esto puede sangrar más electoralmente al PSOE, pero no le queda otra a Zapatero, salvo que prefiera esperar a que sean los mercados financieros (¡otra vez estos tíos del dinero dictando el programa a los políticos!) quienes decidan cuando son las elecciones.

Qué tiene que hacer el Partido Popular. Bajar el diapasón. Tiene que ser consciente del poder que tiene, de la musculatura que ha adquirido, aunque siga encerrado en una camisa de fuerza, puesto que no tiene los mandos de la gestión del Gobierno. Dado que empieza a estar cantado que llegará a la Moncloa en un año, si no se precipitan las elecciones, debe empezar a acompañar, a colaborar en las decisiones más difíciles, puesto que tiene que ser en parte copartícipe de ellas. Debe empezar, por decirlo de alguna forma, a gobernar desde la sombra con generosidad y mira de Estado, no con el garrote electoral en la mano.

Eso significa que en las comunidades autónomas donde toma al mando debe agilizar la transparencia para que no quede mácula de duda sobre las cuentas regionales, y debe comprometerse, junto con el Gobierno de la nación, en los recortes de gasto que nos lleven a lograr el objetivo fiscal.

En definitiva: un gobierno en el que, si no se precipìta el calendario electoral, se debe consultar casi cada cosa que se hace, y donde la oposición no debe negar el auxilio salvo que lo que se plantee choque frontalmente con sus aspiraciones y su manera de pensar. El control de las cuentas públicas es prioritario para devolver la confianza a los inversores y recuperar la economía, y en ello lo que piensan PSOE y PP no debe ser muy diferente, aunque uno tenga más convicción que otro en el valor del equilibrio fiscal.

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