Strauss Kahn en la cárcel, y la UE en el laberinto
Considerar que la detención de Dominique Strauss-Kahn es irrelevante para la crisis de deuda europea es considerar que la gestión de dicha crisis es un asunto exclusivamente técnico, no político. Que el papel del FMI es meramente institucional y no cuentan las personas. Ojalá fuese así.
La crisis de la deuda ha sido, entre otras cosas, el trampolín perfecto para que DSK fuese el favorito para derrocar al Sarkozy en las próximas presidenciales galas. Washington pudo ser, desde el punto de vista del actual presidente francés, el exilio perfecto para su posible rival, pero la crisis financiera, el G20 y la caída griega convirtieron al FMI en actor de primer orden. Sarkozy se opuso a que el FMI participase en el rescate de Grecia, algo que resulta difícil creer que no tuviese que ver con cuestiones domésticas.
De igual modo, la política interna alemana (y, últimamente, hasta la finlandesa) ha jugado un papel clave en las negociaciones para llevar a cabo los rescates. æpermil;stos han sido producto de un juego de intereses a varias bandas: el BCE, los políticos de la Europa central, el sector financiero que es el principal acreedor de Grecia, los gobiernos de los países afectados... El papel del FMI ha sido, además de prestamista, de intermediario y negociador en un campo minado que se ha llevado por delante al que se presumía próximo presidente del BCE, Axel Weber.
DSK, cualquier cosa menos un recién llegado a la política, mantiene una gran relación tanto con Angela Merkel (Strauss Kahn volaban para reunirse con ella antes del Eurogrupo). También tenía excelentes contactos en el Banco Central Europeo y en los partidos socialistas europeos.
Además, tal y como explica Mohamed El-Erian, de Pimco, para el FMI ningún país del euro debe entrar en impago, "resolviendo con liquidez un problema de solvencia", comenta. "Sin DSK el FMI sería menos entusiasta sobre un enfoque que ya ha mostrado signos de ineficacia y fatiga general. Al BCE y a la UE les resultaría más difícil seguir una política que está desplazando pasivos dudosos de los acreedores privados a los contribuyentes europeos sin que a Grecia llegue ni la realidad ni la promesa de crecimiento económico y del empleo. En este proceso, la incertidumbre del mercado crecerá a medida que la probabilidad de reestructuración de la deuda aumente también en Irlanda y Portugal".
Señal de las dificultades políticas es el rosario de declaraciones aparentemente contradictorias que salió del Eurogrupo de ayer. Mientras Alemania u Holanda abrían la puerta a una reestructuración de la deuda con prórrogas de vencimiento, Christine Lagarde descartaba esta posibilidad en el corto plazo.
Igualmente, la falta de Strauss Kahn se notará en el medio plazo, cuando llegue la reestructuración de la deuda griega. El FMI tiene una amplia experiencia pilotando programas que no son más que pactos entre acreedores en los que se deben repartir las pérdidas provocadas por el impago. En un proceso así es necesario un liderazgo claro, con capacidad de influencia y sin intereses creados. Un tipo de liderazgo que ni hay en la UE ni será fácil encontrar en el FMI.
Los mercados no parecen muy preocupados por el caso Sofitel. Pero sin Strauss Kahn será más difícil llegar a una posición común, creíble y sensata sobre Grecia que sin él. Y eso, al final, terminará pesando. También sobre la deuda española.