El grifo del BCE y la batalla por el pasivo
Los 25 puntos básicos anunciados ayer por Trichet han sido, según la mayor parte de los analistas, una precipitación. Nada nuevo bajo el sol. La obsesión del BCE por la inflación es un palo en las ruedas de la recuperación. Aunque tampoco es cuestión de echar la culpa de todo al BCE; la complacencia con la que el locuaz Banco de España ha tratado tanto la burbuja inmobiliaria como la situación de las cajas de ahorro (antes y después del estallido de la crisis ) tiene más peso que un cuartillo arriba o abajo.
Trichet subirá tipos, bien en junio, bien en julio. Otro cuartillo para tomarse después un probable respiro hasta final de año, aunque los analistas también apuestan por que llegue al 1,75%. Pero no es ésta la decisión más importante que tiene sobre la mesa. Ni es esta subida de los tipos lo que está avivando la competencia por la captación de depósitos en la banca en un momento en que la apelación al BCE por parte de la banca no es tan elevada como en meses anteriores.
En otras palabras, ¿por qué en las oficinas se paga bastante más del 3% si el BCE solo ha movido los tipos del 1% al 1,25%? Porque durante este 2011 el BCE tendrá que poner fin a la financiación especial para el sector bancario; la famosa barra libre de liquidez. El BCE proporciona toda la liquidez que los bancos pidan tanto a tres meses como a una semana. A finales de marzo prestó 129.000 millones de euros a este plazo, que vencerá a finales de junio. 290 bancos pidieron liquidez.
El sector ya se está anticipando a esta posible restricción de la financiación; como no tendrán barra libre de dinero ya han empezado a captar liquidez. El diferencial entre el euríbor a un mes y a 12 meses ha pasado de los 75 puntos básicos a principios de febrero a rondar los 100 desde mediados de marzo. El mercado quiere liquidez a medio plazo para no depender de un BCE cada vez más restrictivo. Y, como el mercado interbancario es veleidoso (que le pregunten a la banca irlandesa), los clientes vuelven a ser prestamista de último recurso. La parte mala es que, si con una mano la banca capta depósitos, con la otra cierra el grifo del crédito.