_
_
_
_
Carta del director

El valor de las empresas

La gran clave para desencadenar un proceso de recuperación económica de un país es que sus compañías funcionen. Y España las tiene. Solo hace falta que gocen del terreno de juego adecuado para actuar

Solo nos falta quedarnos preñados". De esta hispánica, contundente y gráfica forma describía un buen amigo mío, sabio de profesión, los últimos acontecimientos sociopolítico-económico-nucleares que nos están abrumando en el tormentoso inicio de este 2011, el trigésimo tercer año en la vida del diario decano de la prensa económica española.

"Junto a las grandes, cohabitan empresas con menos músculo que aguzan el ingenio día tras día para sobrevivir"

Y no le falta razón a este sabio, experto en mil batallas políticas y económicas. El presente ejercicio nació alumbrado por la esperanza de que la recuperación, aunque fuera de unas simples décimas, sería un hecho desde el primer momento, que mutaría con el paso de los trimestres en una tendencia sólida que se convertiría en generación de empleo neto a finales del año o a principios del siguiente. No obstante, el encadenamiento de acontecimientos de carácter internacional ha lanzado una sombra de duda sobre estos pronósticos. Primero fue la inestabilidad de los mercados financieros, centrados en la deuda de los países periféricos. Luego, las revueltas en el mundo árabe, que dispararon el precio del crudo y, por ende, el de los carburantes, lo cual alentó el fantasma de la inflación descontrolada. Y, ya se sabe, el antídoto contra los precios altos es una subida de los tipos de interés, que es la receta que tiene firmada el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet. Una medicina que, desgraciadamente, es la menos apropiada para la coyuntura española. Por si todo esto fuera poco, llega la catástrofe natural y nuclear de Japón, cuyas consecuencias exactas aún están por calibrar al detalle. El dibujo resulta altamente desolador. Sin embargo, si algo caracteriza la línea editorial y la actitud de CincoDias en estos 33 años de vida es, siempre desde el realismo, asir cualquier rayo de esperanza para transitar por la senda del optimismo. En este caso, también. ¿Por qué? Básicamente porque, y al margen de que el Gobierno esté haciendo los deberes más o menos obligado por Bruselas, la economía española tiene un buen puñado de empresas que compiten perfectamente en cualquier mercado. Un simple paseo por las clasificaciones mundiales de banca, telecomunicaciones, energía, construcción o servicios apuntala esa aseveración. Santander, BBVA, Telefónica, Iberdrola, Endesa, Gas Natural Fenosa, Mapfre, ACS, Ferrovial, Acciona, FCC, Sacyr, Abertis y tantas otras pelean día a día por ganar negocio en cualquier parte del mundo. Y lo hacen con éxito. Pero junto a ellas coexisten múltiples ejemplos de compañías y empresarios con menos músculo, pero que aguzan el ingenio día a día para fajarse contra las inmensas dificultades que presenta el entorno. La fuerza del tejido empresarial es el mejor abono para la recuperación. Y todos, empezando por los partidos políticos y los agentes sociales, deben cuidarlo con altas dosis de firmeza y valentía.

Archivado En

_
_