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Análisis

Lo que se juega Europa

La Unión Europea se enfrenta en los próximos días a su enésima encrucijada de la larga lista de problemas de los últimos años. La última era dorada se abrió con el Tratado de Maastricht y la creación del mercado único, continuó con la instauración del euro y culminó con el éxito histórico de la ampliación a los países ex comunistas, en 2004. Solo un año después, el rechazo al proyecto de Constitución inauguró una desesperante etapa de reveses al mayor proyecto de unión económica y política entre países independientes de la historia de la humanidad, que tiene su último capítulo en el patético papel de la flamante diplomacia europea ante la crisis árabe.

El sistemático incumplimiento del Pacto de Estabilidad ha sido otra de las grandes fallas de la integración. Cuando las incumplidoras fueron las grandes potencias regionales, se interpretó como un fallo de aquel, hasta el punto de que se flexibilizó para contentar a Francia y Alemania. Hoy, cuando los que suspenden son los países periféricos, los ataques de los mercados amenazan por vez primera la supervivencia de la moneda única. La creación de un fondo permanente de ayuda financiera mitigó la crisis generada por Grecia en la pasada primavera, pero desde entonces ha pedido el rescate también Irlanda, pocos dudan de que lo hará Portugal y, quién sabe, quizá España. Ítem más: las dudas sobre el futuro de ese fondo han disparado de nuevo las primas de riesgo a niveles máximos, con lo que las presiones acucian.

Empezando mañana en Bruselas y concluyendo en la cumbre del 24 y 25 de marzo, los desprestigiados líderes de la UE tienen la responsabilidad de enviar una señal definitiva a los mercados. El esperado Pacto por la Competitividad propuesto por Alemania significaría un compromiso con las reformas productivas y la sostenibilidad de las finanzas públicas a largo plazo. La más incierta renovación del fondo permanente de rescate, a partir de 2013, implicaría que no se va a dejar el euro a los pies de los especuladores. De nuevo, la pelota está en el tejado de los políticos.

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