España, otra vez España
Latinoamérica está en su mejor momento, Reino Unido muestra su capacidad de crecimiento y Alemania ha revelado todo su potencial tras la reestructuración. Pero España sigue en caída libre y es ahí donde tropiezan una y otra vez los resultados de Telefónica. Y no se trata de la crisis global, sino de problemas estructurales complejos de atajar.
Hay alguna sombra en Venezuela; tampoco Irlanda está en su mejor momento; todavía está por conseguir la fórmula mágica de la rentabilidad en Europa, igual que se ha encontrado la del crecimiento... Los resultados de Telefónica muestran algunas sombras, pero ninguna como el nubarrón que oscurece España.
Y no se trata de que la economía nacional esté peor que la foránea por el efecto de la crisis internacional o que la demanda doméstica de telecomunicaciones esté haciendo aguas.
Los datos indican todo lo contrario. La competencia en el mercado de banda ancha y de telefonía móvil es tan alta que las operadoras capaces de seducir a los clientes ajenos están haciendo su agosto en plena crisis. No solo Jazztel, una operadora que en nada se parece a Telefónica, o Yoigo, una recién llegada al móvil con una estrategia radicalmente distinta. No. Lo llamativo es que Orange empieza a estar en esa liga. Tras varios años de intensa crisis, la filial de France Télécom ha encontrado la receta para estar en el grupo de cabeza, así que en el pozo ya solo Vodafone acompaña a Telefónica.
La pregunta es cuándo saldrá del bache. Hace pocas semanas, el banco de inversión Citi era poco optimista. "Los problemas nacionales de Telefónica son más estructurales que cíclicos", decía, así que va a sufrir porque tienen que elegir el menor de dos males. Tiene precios altos y cuotas de mercado altas, señalaba. Si quiere conservar la cuota, tendrá que bajar precios para mantener los clientes y eso dañará sus ingresos. Si conserva los precios altos, se le irán los clientes y también eso dañará sus ingresos. Poca salida hay.
Por ahora, Telefónica ha practicado una agresiva política de retención de los clientes más infieles, pero intentando a la vez mantener las tarifas de su base más estable de usuarios. El resultado son caídas de ingresos en 2010 en el negocio de telefonía fija y banda ancha y en el de móvil, cada trimestre más intensas que el anterior, además.
El crecimiento, por tanto, no se está consiguiendo, pero tampoco la rentabilidad. Telefónica está haciendo un fortísimo esfuerzo comercial en España por mucho que le luzca poco y eso ha disparado los costes. Como consecuencia, el Ebitda se resiente y el margen de rentabilidad está cada día más lejos del 50% que convirtió a la española durante muchos años en una de las operadoras más rentables del mundo.
En todo caso, una parte de la decepción por los resultados de la filial en España está en la mala costumbre que ha generado. La exitosa O2 con sus altas tasas de crecimiento tiene un margen muy inferior al de la participada española. Está en el 26,3%, cuando el español, con todos sus problemas, está en el 45,5%. Está claro que el negocio de Reino Unido crece y el de Alemania también, pero lo hace con unos costes mucho más altos. Quizá si España estuviera dispuesta a bajar precios y a sacrificar su Ebitda, el resultado sería parecido.
Lo mismo sucede con Latinoamérica, la joya de la corona de Telefónica en estos momentos. Es cierto que los resultados de 2010 muestran que su margen de Ebitda está en el 52,9%, pero solo porque incluyen las plusvalías contables por la compra de Vivo. Sin ellas, la filial rondaba el 40% el año pasado.
La elección no es fácil y el camino de Telefónica en España no es sencillo. Por ahora, parece que está ganando la apuesta de primar la rentabilidad sobre el crecimiento. Habrá que ver si es sostenible o si los resultados de 2010 indican que hay que buscar un plan B, porque el original hace aguas.