El 'road show' de Blanco
Blanco no parece verlo negro, o al menos tan oscuro como lo ven otros. El ministro de Fomento es optimista pese a la adversidad del notable recorte de inversión que ha sufrido su gabinete entre 2010 y 2011, y encuentra luces en Estados Unidos, Panamá, Colombia, Perú o allí donde se presenta un plan de infraestructuras.
Su última intervención pública, a 11 horas de vuelo de Madrid, ha estado trufada de mensajes a un sector privado que no deja de pedirle pan. Blanco repartió palos y zanahorias a partes iguales desde el foro de infraestructuras que, organizado por el Icex, tuvo lugar el lunes en Ciudad de Panamá. Es decir, no se siente culpable de la crisis del hormigón en España y no duda en repartir culpas, aunque está dispuesto a tomar las riendas y ser el primer agente comercial de las constructoras que puedan permitirse el salto al exterior.
Sus argumentos no dejan mucho margen a la queja del empresariado. Punto uno: "En España queda poco por construir y las empresas deben esforzarse por salir fuera. Nada será ya como antes en el sector de la construcción". Segundo: "Estamos pagando los aires de grandeza y desmanes del pasado".
El ministro ha asegurado que en España queda poco por construir
Y el tercer argumento que trata de atajar cualquier corriente de protesta contra el Ministerio afirma que "el problema de las autopistas no lo generó este Gobierno, algo tuvo que ver la Ley del Suelo del 98 en alusión al sobrecoste de las expropiaciones de suelo en las radiales de Madrid. Cuando se planifica mal la solución no es sencilla, pero la estamos buscando de acuerdo con las empresas afectadas".
Con los puntos sobre las íes, don José se convierte en Pepe y se vuelve el político cercano que amansa a los constructores.
Resaltó el lunes que, a pesar de todo, España va a destinar más esfuerzo a la obra pública (1,3% del PIB) en 2011 que Alemania (0,7% de su PIB) o EE UU (0,5%). Insiste en que es un ministro en road show permanente para vender la capacidad y seriedad de las constructoras e ingenierías españolas, y se resigna a acatar lo que digan los tribunales en los contenciosos interpuestos por distintas autopistas -Madrid-Toledo y Cartagena-Vera- en busca de conseguir el reequilibrio económico-financiero. Incluso parece comprensivo con estas últimas pese al riesgo de que se le amontonen las demandas.
A falta de presupuesto y ante tamaña crisis, las empresas no tienen más remedio que aplaudir las buenas intenciones. Y Blanco y su gente más cercana afirman que no hay, ni habrá, retrasos en el Plan Extraordinario de Infraestructuras, llamado a movilizar 17.000 millones de euros en España con la participación de empresas privadas. Se agarran a la oportunidad de negocio que moverá antes de finales de año la privatización de Aena y de los aeropuertos de El Prat y Barajas. Sacan a relucir la propuesta de llevar el transporte de mercancías hacia el ferrocarril. Y vienen a decir que los planes de infraestructuras de países de medio mundo son tableros de juego para las constructoras españolas.
El propio José Blanco juega de delantero centro y celebra goles como el de Sacyr en el Canal de Panamá, FCC en el metro del mismo país o Ferrovial y ACS en autopistas de Estados Unidos.
Pero la crisis está provocando un hambre voraz en el sector, donde se discute sobre si este hombre fuerte del PSOE evoluciona más hacia portavoz de Economía, cuya prioridad es mantener a raya el presupuesto, o como primera figura de un Ministerio, el de Fomento, que pelea por cada euro a invertir. La verdad es que Blanco se desenvuelve entre los dos papeles. Pero se le nota que quiere seguir siendo el que coge el toro por los cuernos, el político resolutivo. Para ello ha de calmar constantemente a esas empresas que urgen millones de euros en obra civil. Y eso le ha convertido en un ministro en constante misión comercial. En un alto cargo que busca pasar a la historia como algo más que el que dio el tijeretazo.