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Angela Merkel

La canciller (no tan) de hierro

La 'premier' alemana ha marcado el ritmo de la eurozona en 2010. Por ello, ha recibido duras críticas durante la gestión de la crisis del euro y este año se enfrenta, de nuevo, a su electorado.

Angela Merkel
Angela MerkelHogue

La canciller alemana se ha erigido durante el pasado año en la muñidora de la política de la zona euro. Con sus aciertos y errores, se ha ganado a pulso el título de personaje de 2010. Tradicional y conservadora, Angela Dorothea Merkel (Hamburgo, 1954) se la ha jugado el pasado año. La incoherencia de sus mensajes políticos ha mermado su popularidad, tanto en el seno de su partido (Unión Demócrata Cristiana, CDU) como entre los ciudadanos. Esa incongruencia le ha valido duras críticas en el exterior, en concreto, por sus titubeos y reacción tardía frente a la crisis del euro. Pero Merkel -apellido heredado de su primer matrimonio- aún sigue en la cuerda floja, ya que en 2011 se enfrenta a las elecciones de 6 de los 16 Estados federados. Y tras su derrota en marzo del año pasado en los comicios regionales de Renania del Norte-Westfalia, su gran reto será reconciliarse con los votantes de su partido.

Física por la Universidad de Leipzig, completó su formación con una especialización en Física Cuántica por el acreditado Instituto Central de Química y Física de la Academia de Ciencias. De ideología cristiana (protestante), ha vivido parte de su vida bajo el régimen comunista de la ex RDA, después de que su padre -un pastor luterano- aceptara hacerse cargo de una iglesia en la localidad de Templin (Brandeburgo). En esa época, milita en las juventudes alemanas comunistas, aunque su exitosa y meteórica carrera política comienza tras la caída del Muro de Berlín (1989). Influida por su padre, ingresa en las filas del partido Despertar Democrático y tras la reunificación del país en 1990 se convierte en pupila fiel del entonces canciller Helmut Köhl, una relación que marca su futuro político. Así, llega al Parlamento alemán y posteriormente se encarga de los Ministerios de la Mujer y la Juventud, y de Medio Ambiente y Seguridad Nuclear, durante los dos mandatos de Köhl, entre 1990 y 1997.

En su lucha por conseguir el poder, Merkel ha laminado a rivales potentes de su partido hasta el punto de hundir a su mentor. En 1998 se convierte en secretaria general de la CDU y dos años más tarde escala a la presidencia del partido. Este último triunfo lo obtiene gracias a que aprovechó un escándalo de financiación ilegal para criticar duramente a su tutor e impulsar una campaña de renovación en la formación conservadora.

Merkel, física de profesión, cristiana, de centro y apasionada de Occidente, mantiene su vida personal al margen de la política

Política tenaz y de línea dura que le ha valido el apelativo de canciller de hierro en la prensa amarilla alemana -en alusión a la ex primera ministra británica Margaret Thatcher-, Merkel cumple su gran propósito de ser canciller en 2005, después de que los barones de su partido y los de la coalición Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) cercenaran sus aspiraciones en 2002. Las razones eran claras: era mujer, protestante y de Alemania Oriental, mientras que en el partido eran todos hombres occidentales de profundas raíces católicas.

Durante su primer Gobierno, Merkel se afianza en el poder. Gozaba de una buena relación con sus aliados socialcristianos; no así con los liberales de su actual mandato. Cosechó una destacada proyección internacional gracias a su gestión activa en el G-8 y en el semestre alemán de la presidencia de la UE, actuaciones que la apuntalaron como el nuevo referente de Europa.

Pero llegó la crisis y aunque fue reelegida en 2009, coaligada con el Partido Democrático Liberal (FDP), la experiencia política está siendo más complicada. El Gobierno de coalición ha incumplido sus promesas de rebajas fiscales y se ha visto en la obligación de aprobar un plan de austeridad de 80.000 millones de euros con recortes sociales y subidas de impuestos.

Su imagen de política severa e inflexible -por sus exigencias de disciplina fiscal a sus socios- se ha derrumbado durante la amplia y profunda crisis de la zona euro. Merkel se negaba al rescate de Grecia, a la creación de los eurobonos, de un fondo permanente de ayuda para los países muy endeudados y convenció a Francia para que apoyara su idea de que los acreedores privados asumieran los recortes de deuda soberana. Unas medidas que Alemania aplaudía y Europa reprochaba. Pero su postura se suavizó. Primero, presionó a Irlanda para que aceptara el apoyo de la UE y después accedió a la creación del fondo salvavidas en el último Consejo Europeo, aunque con una reforma del Tratado de Lisboa.

"Se le culpa de no haber sabido medir los tiempos, de no haber primado el interés europeo y de haber contribuido a agravar la crisis del euro. Se ha resistido a todo, pero ha acabado aceptando todo", resaltan analistas europeos. Un alto cargo alemán ha dicho que "Merkel es menos europea que un español, porque la UE es para ella una estructura casi ajena". Parte de sus temores responden a su condición de alemana austera, a los propios problemas de su país -con una banca muy endeudada- y a la irresponsabilidad fiscal de sus socios.

Se autodefine cristiana y de centro. Partidaria de "la libertad, la solidaridad y la justicia" como valores del hombre, según su página web. Defensora de que en la nueva UE manden los Gobiernos y no Bruselas, según su discurso de noviembre en Brujas, se acerca a Thatcher, que en su día defendía la supremacía de los Estados.

Una mujer fría, analítica y muy reservada en lo personal, está casada, en segundas nupcias, con el químico Joachim Sauer, al margen de su vida política. No tiene hijos y ha dicho que no le hacen falta para sentirse completa. Es sencilla, huye -cuando puede- del maquillaje y es una apasionada de Occidente. La canciller es la que marca el paso en Europa -algo que se refleja también en su relación con Francia-, pero no tiene autoridad intelectual, sentencia la prensa. Cualidad que echan de menos en Bruselas.

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