Viviendas para todos
Todos tenemos en la retina las imágenes de lo que ha simbolizado el boom inmobiliario y cómo ha cambiado el paisaje de España en apenas diez años. Pueblos costeros otrora tranquilos que se han convertido en avisperos de hormigón ganando demasiado terreno al mar o, ya en el interior, ciudades mastodónticas en medio de la nada, cuya vida social se circunscribe al perímetro de un centro comercial.
Lo más grave es que de no haber pinchado la burbuja, la debacle proyectada no era ni mucho menos inferior. Uno de los analistas más veteranos del sector contaba esta semana cómo un pueblo de 15.000 habitantes de cuyo nombre no quiso acordarse ya tenía aprobado un plan urbanístico para 15.000 casas. O pensaba vivir una explosión demográfica o quería una casa para cada vecino.