El espejismo inmobiliario
La cuenta atrás hacia fin de año para comprar una vivienda antes de que entre en vigor la eliminación de la deducción fiscal para rentas medias y altas amenaza con crear una suerte de espejismo sobre el verdadero estado de salud del mercado inmobiliario español. Las transacciones inmobiliarias se han acelerado en los últimos meses por el efecto llamada de la fiscalidad y también por la urgencia de la banca de deshacerse, incluso asumiendo pérdidas, del pesado stock inmobiliario que ha tenido que incorporar a su balance con el estallido de la burbuja.
Caja Madrid dio ayer una muestra de esa urgencia, al anunciar la venta de 2.256 inmuebles en los nueve primeros meses del año, más del doble que todos los activos inmobiliarios vendidos durante el pasado año. Pero esto es sólo la punta del iceberg en la pesada digestión de los excesos cometidos en el sector del ladrillo en la última década. No en vano, el stock inmobiliario de la banca, que se ha convertido ya en la principal agencia inmobiliaria del país, se estima en los 200.000 inmuebles, que no van a venderse de la noche a la mañana ni en una apresurada contrarreloj en lo que queda de año con tal de obtener una rebaja fiscal.
Desde que pinchó la burbuja inmobiliaria, se han sucedido los mensajes que apuntan a la necesidad de un ajuste rápido en los precios que no demore demasiado la salida de la crisis y no derive en una crisis económica a la japonesa, con más de una década de mínimo crecimiento económico. Pero, aun al contrario, la reanimación que disfruta el mercado inmobiliario en los últimos meses hace pensar incluso en la formación de una nueva burbuja antes de que acabe el año. Bastarían unos meses más para prolongar el espejismo. La realidad volvería a quedar para después, para enero del próximo año cuando, ya sin estímulos fiscales, haya que seguir digiriendo el duro trago de tantos y tantos ladrillos sin vender.