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Elvira Lindo. Escritora

"Me hace gracia la idealización que se hace de la Movida"

En Lo que me queda por vivir (Seix Barral), la escritora abandona definitivamente los registros ligeros con los que alcanzó el éxito para contar la vivencia de una madre sola en los años ochenta y el amor mezclado con soledad y confusión que siente por su pequeño hijo. Una obra de estructura episódica, con matices autobiográficos y sobriedad expresiva.

¿Es un propósito deliberado el de apartarse de su imagen más frívola?

"Mi personalidad y vivencias responden más a la seriedad de este libro"

Desde luego, no me conformo con seguir haciendo lo mismo, aunque me pudiera ir bien. En mi personalidad, y en mis vivencias, también está presente esta mayor seriedad. Y la idea de dar el paso a escribir estas historias surgió como algo natural. No hay intención comercial: los protagonistas son una madre sola deprimida, un niño de cuatro años y una tía abuela de pueblo, lo menos vendible que se pueda imaginar.

El libro se compone de capítulos de vivencias, pero no se adivina cuál es la intención de fondo.

Los cuentos de Poe son matemáticos, tienen un propósito, pero no por ejemplo los de Chejov, que son retazos de vida con una significación... æpermil;sa era un poco mi idea, reflejar la vivencia de una persona de pasado mestizo en aquel Madrid y en circunstancias muy especiales como las que yo viví por entonces. Pienso que el hilo conductor común estaría en lo que no se cuenta, en las elipsis.

Aunque el trasfondo de la historia es el Madrid de la Movida, de alguna forma lo que cuenta es su cara B, una vida normal en un barrio en que a veces se entrevé esa otra vida agitada...

Yo trabajaba entonces en la emisora de radio más moderna, en Radio 3, y recuerdo que nos reíamos un montón de la Movida, de la gente que se hacía famosilla con una canción, de las pintas... Me hace gracia esa idealización que hay ahora de todo aquello. Esa idea estereotipada de fiesta continua, que en realidad era algo que sólo vivía un grupo muy pequeño que se ha pasado años gritándole al mundo que ellos se divirtieron más que nadie. Lo cual en primer lugar no es verdad, y en segundo, a muchos les costó la vida. Aunque le reconozco a esa época su valor de cambio, por ejemplo estético, para terminar con la austeridad de la progresía posfranquista.

El Madrid que dibuja en esta novela es más oscuro que el de obras anteriores, ¿ha cambiado su opinión de la ciudad?

No, creo que esa sensación es más un reflejo del estado de ánimo de la protagonista. Yo me siento parte de esta ciudad, aunque vea sus defectos. Me gusta el Madrid un poco rancio, nada moderno, de bares con servilletas en el suelo.

Usted es una de las escritoras españolas más activas en internet, ¿cómo lleva esta nueva forma de relacionares con los lectores?

Ha sido un proceso muy interesante. Al principio me sentía algo agredida en mi intimidad, y me ofendían los comentarios en mi contra. Pero en Nueva York conocí a un chaval de Lleida, que se terminó por convertir en uno de mis mejores amigos, que me explicó que debía controlar yo internet, no permitir que me controlara a mí. Ahora lleva mis temas en la red -¡y los de Shakira, nada menos!-, y me hace sentir a gusto en contacto con los lectores.

¿Qué conclusiones, en el plano editorial, extrae de sus periodo de estancia en Nueva York?

Allí están pasando un momento difícil, que tal vez sea prólogo del que nos venga. Aunque aquí tenemos ventajas, como la buena relación, personal, con los editores, o la estupenda fidelidad de los lectores hacia los escritores españoles.

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