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Javier Cansado. Cómico

"Pasar un rato feliz, soltando adrenalina, es terapéutico"

Entrevistas de verano. El humorista mantiene que su nula presencia en televisión ha beneficiado su carrera

"Pasar un rato feliz, soltando adrenalina, es terapéutico"
"Pasar un rato feliz, soltando adrenalina, es terapéutico"CINCO DÍAS

Hace más de treinta años que Javier Pozuelo, Cansado para la historia del humor en España, se unió a su colega Juan Carlos Arroyo (alias Faemino) para convertirse en el dúo cómico más influyente de nuestro país, del que aseguran beber la práctica totalidad de los humoristas actuales pese a que ellos lleven once años negándose a actuar en televisión.

¿Por qué actuar sólo ocho veces al mes? ¿Por qué siempre en locales pequeños?

Lo primero, somos dos personas no voy a decir que modestas, pero sí relativamente poco ambiciosas. Con este ritmo de actuaciones sacamos el dinero suficiente para vivir con comodidad, y podemos disfrutar de los espectáculos que ofrecemos. Cuando hemos hecho temporadas de trabajo a diario, se convertía casi en una rutina, faltaba frescura.

¿A qué dedica el resto del tiempo?

Mis colaboraciones en la radio con Gemma Nierga, un programa quincenal en Digital+, escribir algunas cosas para amigos, estar con mis hijos, pintar figuritas de wargames, que es mi pasión... Faemino pinta, se dedica a hacer parodias de cuadros clásicos, pero se niega a exponer porque dice que eso le llevaría trabajo. También produce discos, cosas nada comerciales, del estilo de música medieval. En serio.

¿En qué habéis cambiado desde que empezasteis en el parque del Retiro hace treinta años?

Ya no vamos a actuar en un Renault 4L, menos mal. En esencia hacemos lo mismo. Es curioso que nos haya ido bien siempre igual, mientras los colegas, o incluso mi mujer, nos iban poniendo palos en las ruedas o casi. Estábamos en el parque y nos decían: lo vuestro no va a funcionar en bares. Triunfamos en bares, y nos decían: nunca os irá bien en teatros. Fuimos a la tele… y lo mismo.

¿Y por qué se niegan a aparecer en televisión?

Nunca nos ha gustado. Recuerdo que, en la primera ocasión en que fuimos a un plató, estábamos allí de guasa y de repente dijo el realizador: "Todo el mundo en silencio, que nadie se ría, vamos a grabar". Desde ese momento nos dimos cuenta de que esa frialdad no era lo nuestro. Sí, nos han hecho buenas ofertas, de bastante dinero.

Pero sus fans se alimentan de vídeos antiguos colgados en Youtube…

Lo sé, ¡y cuelgan cosas de las que ni siquiera yo tengo copia! La verdad, hemos sido afortunados con la gente, que siempre nos ha tratado con respeto. Estamos pensando hacer sketchs específicos para colgar en la web y mantener la afición.

¿Cómo llevan la condición de maestros de la actual generación de humoristas?

Bueno, con resignación de ver cómo el tiempo pasa… El otro día fui a ver una actuación de Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes, y me di cuenta de que ellos hacían chistes sobre padres, ¡y nosotros ya sólo los hacemos sobre hijos!

¿Se aprecia más a los humoristas cuando, como ahora, se viven épocas difíciles?

Desde luego. Está claro que pasar un rato feliz, soltando adrenalina, es algo terapéutico. Además, el humor permite decir las cosas más duras sin hacer daño. Leí en algún sitio que en España las páginas webs más buscadas no eran las de sexo, como en el resto del mundo, sino las de humor.

¿Sigues las noticias económicas, eres consciente de lo que está ocurriendo?

Admito que no mucho. Lo que sí tengo cada vez más claro es que la economía tiene que ver sobre todo con la psicología. Ya en ¡Qué bello es vivir!, que rodaron en los cuarenta, la empresa que dirige James Stewart se arruina por un rumor que hace que todo el mundo saque el dinero…

¿España lo tiene mejor o peor que otros países para salir de la crisis?

Este es un país muy singular, en el filo entre la golfería generalizada y la nobleza de corazón. Para bien o para mal, somos un país de amigos, de gente que se ayuda, de familias que se apoyan. Lo malo es que se ayuda también a quien no lo merece; es el único país que tiene a los pícaros como héroes literarios.

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