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David Monteagudo. Escritor

"Me sorprende la precariedad en que viven muchos escritores"

Entrevistas de verano. La revelación del panorama literario del último año sigue siendo un hombre con los pies en el suelo

El escritor David Monteagudo
El escritor David Monteagudo

Lleva desde los 17 años trabajando en distintas fábricas. A los 48 publicó su primer libro, Fin, que se ha convertido en uno de los éxitos inesperados de la temporada. La misma editorial, Acantilado, publicará en otoño su segunda obra, Marcos Montes, aunque tiene varias más en el cajón a la espera.

Han pasado meses de la publicación de Fin y del impacto que causó. ¿Cómo valora su experiencia mediática?

Como curiosa para alguien que vivía hasta hace poco en el anonimato, pero que no ha significado ningún cambio importante en mi vida ni en mi forma de relacionarme con los demás. Es cierto que distrae un poco de la necesaria tensión e introspección creativa.

¿Se había imaginado que podría ocurrir algo similar?

Sueños locos los tenemos todos, desde noches de pasión con Mónica Bellucci hasta recibir el Premio Nobel. Pero cuando te acercas a los 50 y ya has recibido más de un palo por ilusionarte antes de tiempo, lo que haces es aspirar a un éxito muy modesto. Yo sólo esperaba que Fin se vendiera lo suficiente para que el editor no perdiera dinero y que así me permitiera publicar algo más.

¿Qué fue lo más inesperado en esta inmersión súbita en el mundo de la literatura?

Vivo en Vilafranca del Penedès, apartado del mundanal ruido, y tengo poco o ningún contacto con el mundillo. Me ha sorprendido ver de cerca la precariedad de la vida del escritor en éste y otros países, cómo escritores reconocidos y de prestigio tienen que buscarse la vida de mil maneras, porque lo que ganan con sus libros no les da para vivir.

¿La clave puede estar en la normalidad de sus personajes, que aparecen en la literatura española?

Me resulta chocante que lo que en principio es fruto de una limitación haya resultado ser uno de los elementos atractivos de mi novela. Me refiero a que utilicé ese tipo de personajes porque son los que tengo más a mano, el tipo de personas con las que me he relacionado siempre y que conozco mejor. Siempre lamenté no poder escribir sobre abogados, coleccionistas de arte o diplomáticos, porque son ambientes que no conozco en absoluto y los retrataría con unos pocos clichés y lugares comunes.

¿Hay en la novela muchos elementos autobiográficos?

Toda la literatura -al menos la que es de verdad o intenta serlo- es en mayor o menor medida autobiográfica. Curiosamente, Fin es la menos autobiográfica de mis obras, en la que más difícil es reconocerme en uno solo de los personajes. De todas formas, la que probablemente sea mi próxima novela publicada transcurre íntegramente en el interior de una mina. Y yo no he estado nunca en una mina, ni tan siquiera he conocido a ningún minero.

¿Sabe lo que ocurre en el escenario de Fin y ha preferido no contarlo, o ni siquiera se lo planteó?

Tengo muy claro, a grandes rasgos, qué es lo que ocurre, y no me costaría mucho elaborar toda una teoría pseudocientífica (es decir, de ciencia ficción) para explicar todos los fenómenos que ocurren -por ejemplo, el orden en que los personajes van siendo eliminados- y atar así todos los cabos. Pero he preferido no contar esa historia. He preferido ser fiel a mí mismo y escribir el libro que a mí me habría gustado leer.

¿Piensa que en toda amistad subyacen mentiras, como ocurre entre los personajes de Fin?

En absoluto. Creo que en la verdadera amistad no hay hipocresías ni reproches, y que existen a nuestro alrededor muchos casos de esa ejemplar forma de relación entre seres humanos. Lo que ocurre es que en la arbitraria e interesada elección de los personajes de mi novela no se da ningún caso.

¿Cómo valora lo que está ocurriendo? ¿Entiende los recortes, las reacciones de los mercados...?

Creo que Zapatero quiso aplicar una política realmente social, como las que disfrutan en las socialdemocracias solventes del norte de Europa. Pero tal vez en España los cimientos económicos no eran tan fuertes, pues estaban basados sobre todo en el boom artificial de la construcción. Supongo que pretendía seguir tirando de veta -con la loable intención de crear confianza e incentivar el consumo interno- confiando en que la crisis duraría poco. Ha empezado a aplicar los recortes cuando la presión de los organismos internacionales se ha hecho muy fuerte, y el contradecirla no haría sino perjudicar al país.

¿Ha cambiado su visión de la sociedad con estos acontecimientos de los últimos años?

Me he dado cuenta -era tan ingenuo que no lo sabía- de que la economía del mundo se sostiene por el crédito. En otros países ahorran y en España, en general, gastamos. Y de pronto me he dado cuenta -en eso no soy muy original- de que las bases de nuestro bienestar son precarias y de que el futuro es incierto.

La pregunta

¿Cómo le ha afectado la crisis económica personalmente? ¿Ha cambiado su vida en algo?Mi caso es muy atípico, porque ahora, en plena crisis, tengo más dinero del que nunca he tenido, y además he dejado voluntariamente un puesto de trabajo con 14 años de antigüedad, aunque sea con una excedencia. Es muy curioso porque, en cierto modo, mi vida es equiparable a la de muchos parados, ya que ahora tengo más tiempo para cuidar de mi hijo, voy a llevarlo y a buscarlo al colegio, y hago más (todavía más) labores domésticas de las que ya hacía. Y aun así, lo peor de la crisis me pilló cuando todavía estaba en la fábrica. Sobreviví a dos reducciones de plantilla, y al final me había ganado un puesto en una máquina importante para la empresa; pero fue a costa de "ponerme las pilas", trabajar más duro que nunca y, en definitiva, ser más productivo (también de perder parte de mi proverbial buen humor). Mi mujer, que da clases de danza, también lo ha notado: menos bolos -se cierra el grifo de las subvenciones- y menos alumnos en las clases. En Vilafranca se percibe que hay mucha gente en el paro, pero también, tal vez como consecuencia de ello, se abren cada día nuevos negocios.

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