"La Seguridad Social es como dar un Ferrari a cada ciudadano"
Pionero en todo tipo de cirugía de reconstrucción -primero en el mundo en trasplantar dos manos, primero en España en trasplantar una cara-, Pedro Cavadas ha conseguido también proyección pública por su carácter: su sinceridad a la hora de comentar la situación social o su amplia labor humanitaria en África. Algunas de las leyendas que le van rodeando se muestran como ciertas al cabo de un breve rato de conversación: calza chanclas, viste ropa de safari y apenas se preocupa de comer. Y su cabeza parece bullir continuamente con nuevas ideas.
Conocemos su trabajo en las grandes operaciones pioneras, en los momentos de atención mediática. ¿Cómo es su labor en un día normal?
Por las mañanas tengo quirófano, por la tarde consulta, y a veces se producen urgencias. Lo que me llega con más frecuencia es lo que no quiere nadie, por el motivo que sea: porque hay que reparar órganos que ya están tan fastidiados que huelen mal, porque son casos muy difíciles o que no tienen arreglo, porque se trata de seropositivos... A cambio, son técnicamente muy interesantes, el tipo de cosas con las que se aprende.
¿Cómo funciona su fundación, puesto que se ocupa de ese tipo de casos complicados que, en muchas ocasiones, sus clientes no pueden pagar?
La verdad, yo no miro nunca los números. Es mi hermana quien está al cargo. Lo mío es la cirugía, nada más. Trabajamos bastante, nos proporciona dinero y nos permite decidir luego a quién regalamos nuestro trabajo, o al menos costearles una parte. Mi consigna es que no dejemos de hacer una operación por dinero. No es una pose, no es que vaya de Robin Hood, es que el dinero no me importa. Cuando una persona sufre un accidente y su seguro paga por su recuperación, cobramos el precio del mercado y una parte sirve para financiar otras operaciones. De alguna manera, utilizamos el sistema en nuestro beneficio.
El trabajo de su fundación, ¿se ha visto afectado por los recortes?
No demasiado. El 90% de los fondos salen de mi bolsillo. No afrontamos proyectos que no podamos costear a partir de ahí. Sólo hemos tenido donaciones ocasionales, y no quiero depender de ellas. Soy horroroso para las relaciones públicas, para andar pidiendo dinero. Y no me gustaría que nos embarcáramos en algo que luego no pudiéramos costear, que tuviera que dejar en parte mi trabajo para buscar dinero.
¿Echa de menos más apoyo en España para la ciencia, para innovaciones como las que usted aporta con sus operaciones pioneras?
No tengo respaldo, pero tampoco lo echo de menos. Las operaciones que realizamos tampoco requieren de unos recursos técnicos enormes. Ya digo que no creo que sea buena idea que mi trabajo dependa de la financiación. Puede que sea un romántico, pero el matrimonio medicina-negocio, por inevitable que resulte, no va conmigo.
Hablando del sistema, ¿qué opina de la Seguridad Social española?
Es irrealmente cara e irrealmente buena. Se rige por un principio de sanidad ilimitada, gratuita e indiscriminada. Como concepto es magnífica, pero es como si se decidiera que cada ciudadano tiene derecho a un Ferrari... A los que se quejan de las colas, les sugeriría que se dieran un paseíto por cualquier otro país del mundo para que vieran lo que hay. En España, entras en un hospital y te atienden, tarde o temprano. En muchos lugares entras y lo único que cambia es que tienes un techo sobre la cabeza.
¿Qué otra fórmula propondría?
No lo sé, es muy complicado. En la sanidad no es posible distinguir lo que es lujo de lo que es básico. Hay enfermos cuyo tratamiento es brutalmente caro, pero no es lujoso: lo necesitan para vivir, la supervivencia no es un lujo. ¿Cómo es posible limitar la cobertura de la sanidad, cuando uno no decide enfermar, cuando es un problema del que uno no es responsable? ¿Quién pone el límite de lo que cubrir o no, si quien enferma lo hace de manera involuntaria? Hay quien plantea como alternativa el sistema estadounidense, pero lo cierto es que allí hay miles de personas que mueren cada año como perros. Puestos a elegir, me quedo con lo de aquí, pero es muy difícil de sostener.
¿Qué hitos le gustaría conseguir con su trabajo de reconstrucción?
No creo en la cirugía de retos como espectáculo. Y no tengo necesidad especial de satisfacer mi vanidad.
Pero en un trabajo como el suyo, habrá gratificaciones personales.
Desde luego: enormes. Pacientes que vienen al cabo de un tiempo y te reconocen el esfuerzo, te dicen cómo les cambió la vida... Eso es lo importante, no la vanidad, sino cuando ves a una persona que se encuentra bien. Pero esta es una profesión de sonrisas y lágrimas, también te quedas jodido con los casos que no marchan, algo que por desgracia ocurre.
En líneas generales, entonces, ¿cuál es el avance médico que le parecería más importante conseguir?
Hay patologías cuyo tratamiento ya se encuentra bien solucionado, mientras otras muy prevalentes no tienen solución alguna. Pienso en particular en las lesiones de médula espinal, los parapléjicos traumáticos. Sigue sin existir nada realmente válido. Los planteamientos existentes, como los relacionados con la genómica, no son más que humo.
¿No le tiene fe a la regeneración de órganos?
No sé si llegaré a ver el momento en que la genómica tenga alguna utilidad. Quizá cuando me jubile... Mi hija creo que sí lo conocerá. El problema es que se han creado unas expectativas desproporcionadas para la utilidad que tiene esta tecnología hasta hoy, debido a que el dinero tomó la batuta en la medicina regenerativa desde antes de que pueda llegar a ser algo real. Es un sector en el que no hay nada que vender, pero ya hay grandes empresas. ¡No se sabe para qué pueden usarse las células del cordón umbilical y ya hay bancos!
¿Y qué opina de las prótesis mecánicas como alternativa a las reimplantaciones que lleva a cabo?
Es otro campo muy importante, pero también se encuentra en una fase preliminar. Sospecho que será excesivamente caro, sin contar con que parece difícil conseguir que los materiales sintéticos no den ningún problema cuando se implanten. Por el momento, lo que se ha hecho, por ejemplo, con algunos veteranos de guerra estadounidenses no pasa de un lavado de cara ante la opinión pública, pero no tiene una validez práctica para la población. Creo que en España, en particular gracias al trabajo de la Organización Nacional de Trasplantes, que es impecable, la cirugía tiene mucha más utilidad.
En líneas generales, usted se muestra escéptico sobre el ser humano. ¿Por qué, entonces, invierte su tiempo en ayudar a los demás?
No es que a esto le vea un gran futuro. Pero al ir a lo mío solamente y no preocuparme de nada más, tampoco. Doy lo que me sobra, mi tiempo y mis conocimientos, y eso me provoca un cierto bienestar, totalmente al margen de condicionamientos religiosos, que no encuentro en ningún sitio. Es una pena que trabajar en lo que me gusta resulte algo remarcable en un mundo tan codicioso.
¿Cómo ve África, un continente al que dedica parte de sus esfuerzos?
Están los países que tienen algo que expoliar, que están jodidos porque montarán guerras para hincarles el diente, y los que no tienen nada, y a los que por tanto nadie hace ni caso. Además, la evolución económica, tal y como la entendemos, es un disparate para gente a la que se ha pretendido hacer saltar del Neolítico al siglo XX simplemente porque lo dice el manual. Supongo que cuando termine la crisis les llegará algo de dinero, el suficiente para que no estén tentados de emigrar a Europa y se impongan a nosotros, puesto que son más sanos, más fuertes y más fértiles.
Respecto a la crisis económica en España, ¿entiende los procesos económicos que han producido?
Todo el mundo creyó que con 1.000 euros al mes podía gastar por 10.000, porque eso fue lo que los bancos quisieron que pensáramos. En su infinita codicia, el sistema bancario tocó techo. Pero el gran dinero sigue mandando; cuando se vio amenazado, los Gobiernos corrieron a socorrerles para que no tuvieran pérdidas, y es necesario cortar por otros sitios, por los ciudadanos. Habrá protestas, pero con un poco de labia política, todos lo aceptarán.
¿Cómo le parece que está la situación en España en comparación con otros países?
Peor. Durante el supuesto boom, se fabricaban exclusivamente bienes para especular, ladrillo, con la convicción de que se revalorizaría automáticamente un 20% cada año. Así que no fabricamos nada, sólo pisos. Ahora toca pensar de qué vamos a vivir. Y existe una generación de chavales acostumbrados a ganar más de albañiles que sacándose dos carreras, que carecen de formación para cualquier cosa porque dejaron su educación para obtener sueldos formidables. Gente que no sabe ni escribir pero tenía un cochazo, ¿vamos a devolverles al cole a ver si aprenden a hacer algo?
¿Cómo le ha afectado la crisis?
Personalmente, mi vida no ha cambiado; necesito poco, y mis hijas tienen lo suficiente. Tardé un tiempo en darme cuenta de que era el tipo de vida que quería; tardé un tiempo en darme cuenta de que no me valía para nada el tipo de vida que se supone debe llevar un cirujano de prestigio. En mi entorno hay dos tipos de casos: la gente que ha perdido su trabajo y se ve envuelta en un drama como cabe imaginar, y quienes se quejan porque se les ha cerrado el grifo del lujo. Hay más gente incómoda con eso que inmersa en auténticos problemas La verdad, no me da mucha pena que haya terminado esa era absurda en la que todo el mundo creía tener derecho de nacimiento a una segunda vivienda o a cambiar de coche cada dos años. Una vivienda digna, una sanidad básica, alimentación y seguridad son los únicos derechos, y deberían estar cubiertos para todos los seres humanos del planeta; el resto es algo a lo que no necesariamente puede tener acceso cualquiera.