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Literatura

El hombre que quiso mejorar el mundo con su pesimismo

El único Nobel en portugués, José Saramago, falleció de manera súbita en su hogar de Lanzarote.

æscaron;nico escritor en lengua portuguesa en ganar el Nobel, defensor del iberismo y referente de constante actualidad en la cultura progresista, el escritor José Saramago falleció el viernes en su casa de Lanzarote, por sorpresa, a los 87 años de edad. Había hecho un día normal hasta que comenzó a sentirse mal a mediodía, para fallecer poco después junto a su esposa y traductora al castellano, Pilar del Río, "despidiéndose de una forma serena y plácida", según su página web.

Este final apacible corona la vida poco corriente de un hombre que abandonó la literatura durante 30 años, para construir una obra que le hizo merecedor del Nobel ya cumplidos los 60. Dotado de una juventud de espíritu inagotable, hace apenas dos, con 85, abría un blog en el que escribía regularmente, y el año pasado, cuando ya había superado varias enfermedades graves, visitaba, por ejemplo, a la activista saharaui Aminatu Haidar, en huelga de hambre.

La infancia de Saramago se desarrolló en circunstancias bastante difíciles, en una familia muy modesta que partió cuando era niño de su aldea natal de Azinhaga a Lisboa. En 1947 publicó una novela, Terra de pecado, que pasó totalmente inadvertida. Los siguientes casi 30 años no volvió a publicar más que alguna obra poética, según afirmó, "porque no tenía nada de especial que decir y, en ese caso, es mejor callar". Durante ese periodo desempeñó distintos trabajos, entre ellos el de periodista en Diario de Noticias, aunque la experiencia no se prolongó a causa de su militancia en el Partido Comunista.

Su primera novela importante, Levantado del suelo (todos sus libros están traducidos en castellano por Alfaguara), llegó en 1980; la primera que consiguió traducciones fue Memorial del convento, en 1982, y la que le consagró en el panorama internacional fue El año de la muerte de Ricardo Reis, en 1984. Sus obras más conocidas y accesibles llegaron inmediatamente después, caso de La balsa de piedra (1986) o Ensayo sobre la ceguera (1995).

Antes, en 1991, la polémica suscitada en Portugal por su Evangelio según Jesucristo hizo que se marchara a vivir a Lanzarote. La decisión, además, encajaba con su idea de la necesidad de que España y Portugal se unieran en un solo Estado, una idea debatida con más frecuencia en el país vecino. Sus cenizas se repartirán entre su localidad natal y Canarias.

Saramago recibió el Premio Nobel en 1998, en una elección que consolidó su popularidad. Pese a la falta de concesiones de su estilo -por ejemplo, la decisión de eliminar los recursos de puntuación-, sus libros alcanzaron desde entonces regularmente las listas de los más vendidos. Como en su obra previa, mantuvo denominadores comunes temáticos como el amor por Portugal, la denuncia social o el empleo de la parábola.

Sobre el pesimismo inagotable que se le atribuía, dijo en una ocasión que "son los pesimistas los que cambiamos el mundo, porque a los optimistas ya les parece bien como está". Saramago, en efecto, cambió el mundo, o al menos la visión de sus lectores, con su obra.

"Un orgullo para Portugal"

El primer ministro portugués, José Sócrates, afirmó tras conocer el fallecimiento de Saramago que "era un motivo de orgullo para Portugal, ése es el sentimiento de todos". "Deja una gran obra literaria que dignifica el país", resaltó el primer ministro al elogiar el valor del escritor como "gran exponente de la cultura portuguesa". Por su parte, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, dijo de Saramago que será recordado "como uno de los mayores escritores en lengua portuguesa y de la literatura universal".En España también se acumularon las reacciones oficiales de condolencia por el fallecimiento del escritor luso. Los Reyes enviaron un telegrama a la viuda de Saramago en el que expresaban su pesar por el fallecimiento de un "extraordinario escritor y profundamente vinculado a España". En esta línea, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aseguró que España "llora" su pérdida como la de "uno de los nuestros", porque "siempre lo hemos sentido a nuestro lado, enriqueciéndonos con su mirada compasiva y lúcida. Fue un ejemplo de solidaridad, de inteligencia y de afecto".

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