_
_
_
_
Ocio

Rousseau traslada París y sus selvas al Guggenheim

El centro acoge la mayor muestra en España del creador francés.

"Los Artilleros", de Rousseau
"Los Artilleros", de Rousseau

El pintor francés Henri Rousseau (1844-1910) ha ocupado gran parte de la tercera planta del Museo Guggenheim Bilbao con sus cuadros de selvas y animales salvajes, y con imágenes del París de su época. La muestra, que ha arrancado esta semana podrá verse en el centro vasco hasta el próximo 12 de septiembre. Es la mayor exposición que se ha organizado en España sobre el autor francés.

Creador tardío y autodidacta, este funcionario galo cogió los pinceles pasados los cuarenta años (a los 62 vendió su primer cuadro, El león hambriento se abalanza sobre el antílope). Con un estilo sencillo que los entendidos definen como naíf, Rousseau refleja con precisión la flora de unas selvas tropicales que nunca pisó, y sobre las que se documentó con fotografías. Para la información acerca de la fauna optó por las constantes visitas al Zoo de París.

El resultado son unas selvas de collage, donde los arbustos y árboles se repiten de cuadro en cuadro con casi todas las gamas del color verde. El creador pintaba de atrás a delante, con lo que la vegetación se superpone de forma ordenada. Los cuadros de personas son todos frontales, en base a su documentación fotográfica (en aquella época nadie daba la espalda o el perfil a la cámara, y todos posaban muy educados). Sus pinturas de las afueras de París sí que transmiten lo que pudo ser la atmósfera de los arrabales de la capital francesa.

La obra de Rousseau aporta a la historia del arte "unas novedosas técnicas compositivas y una minuciosa forma de trabajar", según los organizadores de la muestra. Este estilo influyó luego en los jóvenes creadores de su época. Picasso y Kandinsky figuraron entre sus admiradores y clientes.

La muestra de la treintena de cuadros de Rousseau supone un cómodo paseo que se reparte en tres salas y que salta de las selvas al paisaje urbano. Destaca la citada composición, de tamaño monumental, del león que devora un antílope ante la atenta mirada de otros animales que han participado en el festín (como demuestran los restos de sangre en sus picos).

Fuera de la selva, también llama la atención el cuadro de Los artilleros, donde un grupo de militares posa junto a un cañón y todos tienen el mismo rostro, lo que le da un toque entre inquietante e infantil. La boda es otra de sus pinturas de gran formato y donde el creador tampoco se somete a la disciplina de la escala y las proporciones entre los protagonistas de la imagen y su entorno.

El Museo Guggenheim completa con Rousseau la programación del verano.

Archivado En

_
_