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Pistas

Unos pocos deciden cómo oleremos cada temporada

Los perfumistras trabajan de seis meses a dos años en diseñar nuevas fragancias.

Si Marilyn Monroe confesaba que sólo se ponía unas gotas de Chanel No 5 para dormir, Coco Chanel afirmó que el perfume tenía que usarse en aquellas zonas del cuerpo donde se quería ser besado. El gran poeta del amor, Pablo Neruda, cantó a la nostalgia una canción perfumada con lilas y, por un extraño hiperdesarrollo de sus cualidades olfativas, Jean-Baptiste Grenouille desarrolló en El perfume su instinto asesino.

Todo este misticismo sólo demuestra lo inasible de un sentido difícil de entender en un mundo dominado por la visión. El olfato es un sentido casi místico y, por ello, el oficio dedicado a desentrañar sus misterios se nos revela más como un arte que como una profesión.

A pesar de ello, pocas son las firmas que han optado por convertir sus fragancias en un activo estratégico de la empresa con la incorporación a su plantilla a un perfumista, como Chanel. La compañía comercializa el perfume más vendido del mundo, el Chanel No 5, nacido en 1921 fruto de la colaboración del perfumista Ernest Beaux y la diseñadora Coco Chanel. Beaux, que dijo inspirarse en el frescor del sol de medianoche del Círculo Polar Ártico para elaborar esta fragancia, fue sucedido por Henri Robert, diseñador del Chanel No 19, y posteriormente por Jacques Polge.

Desde que fuera contratado en 1978, Polge ha asumido en Chanel dos tareas fundamentales: la vigilancia de que las fórmulas tradicionales de la firma se siguen produciendo conforme a la fórmula de su diseñador y la creación de nuevas fragancias. Entre estas últimas, podemos citar æpermil;goïste, Allure y Chance.

El caso de Chanel es una excepción. Habitualmente los perfumistas -o narices, como se les conoce en el sector- prestan sus servicios de forma externa a la marca que apadrina el producto. Para ello, algunos crean su propia compañía, como Ann Gottlieb, que inició su carrera en Esteé Lauder, y desde su empresa, Ann Gottlieb Associates, se ha hecho cargo de los proyectos CkOne, de Calvin Klein, y J'adore, de Dior.

Otros profesionales forman parte de las plantillas de grandes gigantes de las esencias como Firmenich o IFF. A este grupo pertenecen el español Alberto Morillas o el francés Jacques Cavallier. Este último firma algunas de las últimas esencias de Bulgari, como Eau de Parfum II, y es natural de la localidad de Grasse, en el sur de Francia, toda una institución para la industria del perfume.

En la presentación de esta última esencia, Cavallier afirmaba que este perfume estaba basado en los olores de ámbar, lirio, almizcle, madera y violeta, elementos esenciales de la perfumería. "En estos momentos somos capaces de refinar estos productos de forma diferente gracias a la tecnología. Hemos hecho un gran progreso en los últimos 20 años en términos de transparencia", indicó. Para IFF trabajan grandes narices como Sophia Grojsman, Olivier Polge y Carlos Benaim. En España, otro nombre relevante es el de Rosendo Mateu, responsable de algunas de las fragancias de Puig.

Destaca asimismo Elisabeth Vidal, que trabaja también para Puig. Sobre su trabajo, asegura que el objetivo del perfumista es "enamorar con un olor que transmita los valores de la persona, la marca o la idea a interpretar" y que las fragancias que más triunfan en el mercado son las que tienen un toque de "frescor".

Respecto a los cuidados a los que deben someterse los perfumistas, destaca la necesidad de humidificar las fosas nasales en momentos de sequedad y de evitar los alimentos picantes en horas de trabajo.

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