Primeros sinsabores de la presidencia europea
Ayer fue el primer día hábil a todos los efectos de la Presidencia española de la UE, asumida oficialmente el pasado 1 de enero. Y al menos dos miembros del Gobierno, la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega y el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se vieron forzados a dedicar parte de la jornada a aclarar o apaciguar los malentendidos surgidos en torno a la agenda de la presidencia recién estrenada.
Los desvelos de Fernández de la Vega, en Bruselas, y Moratinos, en Madrid, se debieron a la propuesta española para reforzar la coordinación económica y establecer objetivos vinculantes para el proceso de reformas estructurales. En algunos países, en particular en Alemania, no ha gustado que el Gobierno de Rodríguez Zapatero coquetee con la idea de sancionar a los países que no acometan las reformas necesarias.
El revuelo sobre esa propuesta, cuyo recorrido dependerá de la negociación de la nueva Agenda de Lisboa (renombrada como estrategia 2020) ha permitido comprobar dos cosas.
La coyuntura económica y la transición institucional complican el semestre
En primer lugar, que en contra de lo afirmado por algunos observadores, el derecho de iniciativa política de la presidencia española no ha desaparecido con la nueva figura del presidente estable del Consejo Europeo. España, como las próximas presidencias rotatorias, todavía disfruta de la posibilidad de dejar una clara impronta durante su semestre.
Pero en segundo lugar, el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero también ha constado, probablemente a su pesar, que la pervivencia de ese privilegio conlleva una potencial fuente de sinsabores porque los ojos de todo un continente están puestos en Madrid.
"Tenemos la Presidencia en un momento histórico y va a salir bien", intentó ayer tranquilizar Fernández de la Vega tras su encuentro con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. Pero la confianza de la vicepresidenta se basa, entre otros, en alguna razón tan endeble como es la continuidad. "Siempre han salido bien las presidencias", recordó el éxito de las tres Presidencias españolas anteriores (1989, 1995 y 2002). Pero el planeta y la Unión Europea se han transformado en los últimos años, como reconoció ayer la vicepresidenta. El club comunitario es más heterogéneo (ha pasado de 15 socios a 27). Los focos de inestabilidad global han aumentado. Y la información circula de manera mucho más intensa y rápida.
El primer fiasco aparente de la Presidencia española actual, por ejemplo, ha sido algo tan inesperado en las anteriores como la cascada de fallos en su página web, de la que han tomado nota medios de comunicación de toda Europa.
España, además, ha asumido la Presidencia en un momento de profunda crisis económica y de transición en el marco institucional de la UE (como consecuencia de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa). La coyuntura coloca a Zapatero en un particular equilibrio entre Van Rompuy y Barroso para el que no existe precedente a imitar. La percepción de la Presidencia española también puede verse influida por el mapa ideológico del viejo continente. España asume los mandos en un momento en que la mayoría de los Gobiernos de la UE son conservadores o liberales. Y esas dos formaciones también ocupan 435 de los 736 escaños del Parlamento Europeo.
Fernández de la Vega admitió ayer que esa situación va a obligar a España "a trabajar más en el Parlamento Europeo". Pero se mostró convencida de que "las iniciativas que proponemos son tan razonables que las sacaremos adelante".
Críticas conservadoras
La vicepresidenta también achacó al sesgo ideológico las críticas que el semestre español ha cosechado nada más empezar entre algunas publicaciones. "Son críticas desde sectores conservadores", señaló sin mencionar a Financial Times, el diario londinense que ha tachado de "anodino" el programa de la presidencia española.
Frente a esas voces, el Gobierno español defiende su carácter "progresista". Y asegura que durante los seis meses al frente del club comunitario se ocupará de los temas que preocupan a los ciudadanos europeos, como la salida de la crisis, la creación de empleo, la igualdad entre hombres y mujeres, la atención a los ancianos o la persecución de la pornografía infantil.
"¿Será fácil?", se pregunta retóricamente Fernández de la Vega. "No. ¿Habrá dificultades? Sí. ¿Las vamos a superar? Por supuesto que sí.". Sólo faltan cinco meses y medio para comprobarlo.