Europa capea con 'Lisboa' su crisis de identidad
La Unión Europea estrena mañana el Tratado de Lisboa, con una ceremonia en la capital portuguesa a la que asistirán el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en su calidad de próximo presidente semestral de la UE y las principales autoridades comunitarias, entre ellas, el primer presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
El cargo de Van Rompuy y el de la Representante para Política Exterior, Catherine Ashton, son dos de las principales novedades del nuevo Tratado. Un texto forjado durante una larga década en la que Europa se ha devanado los sesos en vano para dotarse de una nueva identidad política e institucional.
Tras el frustrado sueño constitucional, Los 27 países de la UE han tenido que conformarse con una mera actualización de sus reglas de juego internas. El salto hacia una unión política tendrá que esperar. Y tal vez, nunca llegue.
Aún así, el nuevo Tratado sienta las bases legales para que Europa desarrolle políticas comunes en áreas como exteriores, energía o emigración. A partir de ahora, además, el Parlamento Europeo dispondrá de poderes legislativos en política comercial y agrícola, en inmigración ilegal, cooperación judicial penal y cooperación policial. Y se suprime el derecho de veto en numerosas decisiones, aunque se mantiene para las más delicadas, como las de fiscalidad.
La ambición inicial de reforma, sin embargo, se ha ido perdiendo durante la larga negociación y ratificación del Tratado.
La reducción en el número de miembros de la Comisión Europea (que ya cuenta con 27) se canceló para permitir a Irlanda repetir el referéndum sobre el Tratado (la segunda vez, salió que sí).
El principal cambio en el sistema de votación, que establece una doble mayoría del 55% de los Estados y el 65% de la población, también se aplazó. No entrará en vigor hasta finales de 2014. Y durante tres años más, se podrá aplicar el sistema ponderado de votos actual, siempre que un país lo solicite.
Y el nuevo Tratado abre también una incógnita sobre la cohabitación en la cúpula comunitaria, que ahora contará con tres cargos de envergadura (presidente de la Comisión, Alta Representante y presidente del Consejo) cuyos papeles pueden solaparse, sobre todo, en cuanto a su relación con la comunidad internacional.
Por el camino se han quedado, por tanto, la simplificación y la transparencia anunciadas cuando se puso en marcha la reforma en diciembre de 2001, con la llamada Declaración de Laeken. Todo lo contrario. El resultado ha sido un texto confuso e ininteligible para la mayoría de los ciudadanos. Y plagado de cautelas para dejar claro que la UE no invadirá la soberanía de los Estados.
Para colmo, una reciente sentencia del Tribunal Constitucional alemán parece cerrar el camino a nuevas cesiones de soberanía. Los magistrados consideran que la integración política chocaría con la Carta Magna teutona.
Esa amenaza, unida a los tropiezos sufridos durante el proceso de ratificación (en Francia, Holanda, Irlanda y la República checa), ha dejado en Bruselas la sensación de que ya no se podrá repetir un ejercicio similar. De todos modos, otras zonas del planeta ni siquiera han iniciado la integración política y monetaria, la supresión de aranceles y la eliminación de fronteras que, según muchos analistas, serán imprescindibles durante el siglo XXI. Europa avanza despacio, pero lleva la delantera.
Mejoras tangibles para los ciudadanos
Mañana por la tarde, a las 19:30 horas, tendrá lugar en los jardines de la Torre de Belem en Lisboa la ceremonia oficial para celebrar la entrada en vigor del nuevo Tratado de la UE, firmado en la capital portuguesa el 13 de diciembre de hace dos años. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, que asistirá a la cita, ha señalado que "el Tratado de Lisboa coloca a los ciudadanos en el centro del proyecto europeo".El organismo que dirige Barroso asegura que el nuevo Tratado supone mejoras tangibles para los europeos. En primer lugar cita el nuevo derecho de iniciativa, que permitirá, mediante la recogida de un millón de firmas, instar a la Comisión a preparar un proyecto legislativo. Bruselas también destaca la protección consular y diplomática que ofrecerá la UE en el extranjero. O la asistencia mutua entre los países de la Unión cuando alguno de ellos sufra una catástrofe natural o provocada, como inundaciones o incendios.El punto final a la reforma institucional, según Barroso, también propiciará "un periodo de estabilidad que nos permitirá centrar toda nuestra energía en los asuntos que preocupan a los ciudadanos". El portugués, que asumió la presidencia de la CE en 2004, ha sufrido durante su primer mandato el descarrilamiento del proyecto constitucional y la tortuosa ratificación de Lisboa.