Con el miedo en el cuerpo
A finales del mes de octubre, con las Bolsas cayendo algo más de un 5% desde sus máximos del año, una de las encuestas más conocida -y seguida- sobre el sentimiento de mercado de los inversores reflejaba un nivel de pesimismo hacia la renta variable no visto desde marzo de este año, es decir, aquellos días en los que parecía que había que nacionalizar a toda la banca y volver al patrón oro. Desde entonces, las Bolsas han vuelto a sus máximos en cuestión de dos semanas.
Este jueves, con los índices bursátiles retrocediendo menos de un 2% desde sus renovados máximos, algún inversor llegó a aceptar un tipo de interés negativo (o lo que es lo mismo perder dinero) al adquirir una Letra del Tesoro estadounidense con vencimiento en enero, y el mismo activo, pero con vencimiento a seis meses, caía a su menor nivel de rentabilidad desde 1958.
Los mercados han podido subir más de un 60% desde sus mínimos de marzo, la situación macroeconómica mejorar razonablemente y las empresas haber recuperado buena parte de los beneficios perdidos, pero el miedo a un retorno a los infiernos parece patente cada vez que las Bolsas dudan un poco. Las heridas han sido profundas y están próximas en el tiempo, por lo que tardarán en cicatrizar.
No parece, sin embargo, el patrón típico de un cambio de sentido en el mercado bursátil. Normalmente, los mercados alcistas (¿o es sólo un rally dentro de un mercado bajista?) se rompen en momentos de euforia o al menos de complacencia y, visto lo visto, estos estados de ánimo no parecen evidentes en estos momentos, más bien lo contrario.
La subida ha sido tan fuerte y rápida que muchos se la han perdido, permaneciendo atentos a un retroceso que les permita volver a subirse al carro. Sin olvidarnos del escaso atractivo del resto de opciones de inversión.
No va a ser un camino sin sobresaltos. Sin embargo, la ruta por la que transitaremos durante los próximos meses no parece excesivamente sinuosa, con políticas monetarias y fiscales muy laxas, macroeconomía digna y unos resultados del cuarto trimestre que deberían seguir sorprendiendo positivamente.
Joaquín Casasús. Director general de Abante