La Toscana, una forma de sentir
Además de míticos edificios y obras de arte, la región italiana ofrece productos, paisajes y una calidad de vida que la convierten en un lugar único, amado desde hace siglos.
Cuando se habla de Toscana, se piensa casi siempre en la "espléndida Florencia" del Dante, en Siena, en Pisa, tal vez también en Lucca o en Arezzo, y en los tesoros fabulosos de arte que esas urbes almacenan. Pero la Toscana es más que el cliché armonioso de colinas jugosas, tachonadas de cipreses y retículas de chianti. La región Toscana abarca diez provincias (con la recién desgajada Prato), y es también el oscuro bullón de montes Apeninos que nublan su horizonte por oriente, las llagas de mármol de Carrara de los Alpes Apuanos, al norte; y al sur, las planicies saneadas de la Maremma, la "costa brava" del Monte Argentario y sus playas y calas codiciadas, o el sopicaldo de islas que desde allí hacia el norte escudan la ribera toscana, tan célebres algunas como Elba o Montecristo.
Un mosaico prodigioso. Y agotador, por su densidad, mayor aún en lo histórico y artístico que en lo paisajístico. Pero es cierto que dos ciudades rivales cobraron especial protagonismo (en el que podríamos llamar "siglo de oro" de Toscana) y se impusieron al restante territorio: Siena (apoyada por los franceses) y Florencia (aliada de los españoles).
En ésta, en la Casa de Dante (una recreación moderna), puede calibrarse en qué consistía aquel mundo feroz de facciones, clanes y familias atrincheradas en casas-torre (como las que han sobrevivido en San Gimignano). Venció Florencia, llegaron los Médici, y su mecenazgo prendió el más portentoso chispazo creativo desde los griegos: el Renacimiento. Cada niño que acude a la escuela, en cualquier rincón del mundo, tiene que aprenderse las imágenes y verbos que en Florencia se hicieron carne. Eso justifica que haya que aguantar colas de horas para ver al David de Miguel Ángel o entrar en los Ufizzi, y pasar dos y tres veces por taquilla para ver las maravillas "despiezadas" de una misma iglesia.
Despensa de calidad
Pero hay más que arte, o el paisaje más civilizado del planeta. La Toscana es además un vivero, una despensa de productos que pugnan por ser tan apreciados como las obras de arte. Algunos corresponden a la "tríada sacra" mediterránea: trigo, aceite y vino. Para muchos, el vino de Toscana se reduce al chianti. Craso error. Sólo en Toscana hay 42 denominaciones de origen. Aparte están las IGT, indicación geográfica típica.
Al chianti clásico (cuya ruta está bien establecida en torno a Greve, con bodegas, enotecas y lujosas villas o aziende que admiten huéspedes) hay que sumar vinos en alza como el vernaccia de San Gimignano, el brunello de Montalcino, el nobile de Montepulciano, el carmignano, candia, morellino, muschio, el dulce vin santo... En la Enoteca Italiana (alojada en la fortaleza española de Siena) puede verse y degustarse ese abanico.
El aceite es otro producto estrella. Italia produce la mitad que España, pero tiene más denominaciones de origen (38, frente a nuestras 20). Eso sí, son unos linces para presentarlos (casi como esencias) y comercializarlos (exportan la mitad de su producción).
Para ver lo que son capaces de inventar con la tercera "deidad" mediterránea, el grano, basta echar una ojeada a tiendas de comestibles que parecen joyerías; algunas pastas, como los pici, sólo se encuentran aquí, y en muchas trattorías (y hogares) las suelen fabricar a mano.
El queso también está en auge; 16 queserías producen 2.600.000 kilos de pecorino toscano. La lista de productos podría eternizarse: prosciutto toscano (jamón), lardo y embutidos de jabalí, vinagres aromáticos, grapas y rosolios (abuelos de nuestro resolí), mieles, dulces con almendra y frutos secos; hasta cosas antes marginales, como la cerámica de Montelupo, que se vende como churros en San Gimignano como algo "de allí de toda la vida", lo mismo que un perfume caro, Acqua de San Gimignano, que se acaban de inventar.
Pero es esta emulsión de arte, paisaje y sibaritismo lo que hace única a la Toscana. Que no es sólo una gran región de Italia: es, sobre todo, una manera de entender y de sentir la vida.
Guía para el viajero
Cómo irLa compañía Meridiana (934 875 775) tiene vuelos diarios directos a Florencia desde Madrid y Barcelona. Iberia (902 400 500, www.iberia.es) tiene vuelos a Pisa.DormirFlorencia cuenta con 13 hoteles de cinco estrellas, 60 de cuatro y una infinidad de pensioni de todo signo; entre lo más exclusivo, Villa San Michele (en las colinas de Fiesole, Via Doccia 4, +39 055 567 82 00), pero también se encuentra un lujo razonable en sitios como Residenza del Moro (Via del Moro 15, +39 055 290 884). En Siena acaba de abrir un NH (en el antiguo Excelsior) en pleno centro, junto a la Fortezza Medicea, con su nivel acostumbrado y buenos precios. En San Gimignano, el agroturismo Pietrafitta (località Cortennano, +39 577 943 200, www.pietrafitta.com) ofrece tres casas rurales (para entre 2-8 huéspedes) en torno a una bodega histórica que se remonta al año 961, y que perteneció anteriormente a nuestro efímero rey Amadeo de Saboya.ComerEn Florencia, L'Osteria di Giovanni (Via del Moro 18, 055 284 897, www.osteriadigiovanni.com), perteneciente a la familia Latini, que regenta otro restaurante hotel cerca de San Gimignano, en Badia a Elmi; ambos acogidos al prestigioso club Ristoranti del Buon Ricordo, y muy populares. En Siena, la Enoteca Italiana (Fortezza Medicea, +39 057 722 88 43, www.enoteca-italiana.it) ofrece platos exquisitamente maridados con vinos de su selección.