Un gestor polifacético
Ha sido ministro de Energía, de Sanidad y de Defensa. Ha trabajado en la banca, en la abogacía, ha dirigido empresas públicas y hasta ganado un premio literario. Su último reto: pilotar la nueva RTVE
Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Así elogia la sabiduría popular, siempre a tener en cuenta, los galones de la edad. Algo que en otras culturas, como la japonesa, adquiere tintes de respeto cuasi militar. Y son precisamente estas dos cuestiones -la edad y la castrense- las que más han sonado desde que esta semana se supo que Alberto Oliart Saussol (Mérida, 1928) sería el próximo presidente de Radio Televisión Española (RTVE). El polifacético ex ministro de Defensa ha desempeñado diversas tareas a lo largo de su dilatada trayectoria, pero ninguna relacionada con medios de comunicación. Cuestión ésta que ha levantado suspicacias, dada la complejidad de las tareas a las que deberá enfrentarse: adaptar RTVE a la nueva ley de financiación, en la que se elimina la publicidad como fuente de ingresos; encarar la creciente fragmentación de las audiencias y completar la adaptación al apagón analógico.
Pero la experiencia es un grado. Y eso no lo puede negar nadie, especialmente la actual plantilla del ente público -la mayor parte de sus 6.400 trabajadores tienen menos de 52 años, edad tope del ERE al que se acogieron más de 4.000 empleados-. Oliart ha sido el candidato de consenso que ha dulcificado el tradicionalmente farragoso proceso de selección del timonel de los medios de comunicación públicos. Y eso, una vez más, tiene que ver con su pasado.
Resulta que este extremeño educado en Cataluña ocupó la cartera de Industria y Energía y la de Sanidad y Seguridad Social con Adolfo Suárez -quien, por cierto, también fue presidente de RTVE (1969-1973)- y la de Defensa con Leopoldo Calvo-Sotelo. Ninguna afiliación iniciática, pues, con los dos grandes partidos políticos del ámbito estatal, pero unas buenas e influyentes relaciones cosechadas -como todo ex ministro- en su paso por las plantas nobles de la Administración.
Asimismo, durante los años sesenta y setenta, antes de ser nombrado ministro, desempeñó varios cargos de responsabilidad en el sector público, entre los que destacan la secretaría general de Renfe y puestos directivos en el Ministerio de Hacienda y en la Dirección General de Presupuestos del Estado. También fue nombrado consejero y director general del Banco Hispano Americano.
Su amplia experiencia en la gestión pública ha sido otro de los puntos fuertes en su selección para el puesto. Son muchos los que opinan que RTVE necesita un buen gestor, sobre todo ahora que entra en una fase más institucional y menos competitiva en la que los contenidos de calidad deben primar sobre las audiencias.
Con todo, pocos son los que no se han visto sorprendidos por el nombramiento de Oliart, incluso en su círculo más íntimo. Como también son pocos los que le conocen y dudan de que será un buen presidente de RTVE. Y es que si una cosa destacan de él sus conocidos es su perseverancia y completa dedicación en las tareas que le ocupan. Y su profundo sentido de Estado, una cualidad que su amigo Eduard Punset, con quien coincidió en el Gobierno, considera consustancial en el extremeño. "En las épocas de transición", destaca Punset, "es indispensable conciliar el ánimo innovador con la conciencia de la estrategia de compromisos elegida por el país", concluye el divulgador científico y ex ministro para las Relaciones con las Comunidades Europeas.
Pero sus 81 años, decimos, le han dado mucho de sí a Oliart. Y las ha visto de todos los colores -sin duda, lo peor que le ha pasado es perder a dos de sus seis hijos-. La guerra le sorprendió en Barcelona. æpermil;l y su familia lograron salir hacia París con la ayuda de un diputado socialista. De allí viajaron a Mérida, donde su padre, a quien recuerda constantemente, fue acusado de catalanista (pese a no hablar palabra de catalán) y tuvo que huir a Burgos y luego a La Coruña. Y eso que la familia de su madre, los Saussol, es conocida y querida en Mérida. Muy ligada, por cierto, a la ganadería, actividad a la que se dedica hoy en su finca Los Rafaeles de Badajoz.
El joven Oliart estudió Derecho en la Universidad de Barcelona, licenciándose con premio extraordinario en 1950. Allí hizo muchas amistades y se le considera miembro de la llamada generación de los cincuenta junto a Gil de Biedma y Carlos Barral. La poesía es, por tanto, una de sus aficiones más conocidas, aunque el reconocimiento a su obra le fuese dado por sus memorias, Contra el olvido, en 1997 cuando obtuvo el X Premio Comillas de Biografía. Una obra intimista en la que desgrana todos aquellos acontecimientos que le marcaron como persona desde la infancia a su entrada en el primer Gobierno democrático.
No obstante, Oliart nunca pretendió vivir de su faceta artística. Ni de la caza o el mar, otras de sus pasiones. En 1953 ganó las oposiciones a Abogado del Estado y se dedicó en exclusiva a estas funciones hasta 1965. De ahí dio el salto a cargos públicos de responsabilidad y a la asesoría de empresas hasta que en 1977 Suárez le pidió que ocupara la cartera de Industria y Energía.
Tras dejar la política, volvió a ejercer la abogacía y a dedicarse a la ganadería. Actividad en la que, por cierto, invirtió los 60 millones de pesetas que le tocaron en la lotería. Y siempre ha manteniendo una fuerte vinculación con Extremadura. Ha sido presidente del consejo social de la Universidad de Extremadura y del comité de expertos que preparó la reforma del Estatuto de Autonomía. Asimismo, su amor por Extremadura y por la ganadería relucen en otro de los cargos que ha ostentado, la presidencia de la Asociación de Criadores de Cerdo Ibérico (Aeceriber).
Lejos de rechazar la oferta, tal y como algunos de sus conocidos pensaban que haría, Alberto Oliart ha aceptado gustoso la confianza depositada en él. Apostará, dice, por la neutralidad y objetividad de los medios públicos. Algo que le ha costado incluso condenas judiciales a algunos de sus predecesores. Seguro que el nuevo responsable de RTVE, parafraseando su libro, se ocupa de que nadie olvide lo que pasó para que no se repita.