Un golpe de aire fresco
El presidente del grupo Sos, forjado en la banca, quiere pasar página y sanear las cuentas de la compañía. Y, ante todo, discreción
El arroz y el aceite de oliva, alimentos típicos de la gastronomía mediterránea, combinan a la perfección en multitud de platos. Los que en casa se atrevan a ir más allá del arroz hervido sabrán que el óleo se suele emplear como base del sofrito que enriquece el grano antes de su cocción. Pero al margen de la destreza de cada cual frente a los fogones, pocos son los hogares españoles que no están aprovisionados de ambos productos. Y, muy probablemente, muchos de los que preparen paellas en casa lo harán con productos del grupo Sos, líder mundial en el mercado del aceite de oliva -en España, a través de Carbonell y Koipe- y poseedor de la segunda firma arrocera nacional. Lo que quizá no todo cocinero sepa es que las oficinas de la segunda compañía española del sector de la alimentación rebosan más actividad que las cocinas de un cuartel militar minutos antes de la hora del rancho.
Su nuevo presidente, Mariano Pérez Claver, que asumió sus funciones en el mes de julio, se propone darle la vuelta a la tortilla: lavado de cara a la compañía y saneamiento de las cuentas de la empresa. El alto ejecutivo, uno de los hombres fuertes de Caja Madrid dónde ha pasado 17 años de su vida, entró en el consejo de Sos en enero, cuando la caja de ahorros formalizó su participación del 10,5% mediante una ampliación de capital, lo que convierte a la entidad en la accionista de referencia. El cese de Jesús y Jaime Salazar, presidente y vicepresidente de la compañía hasta el pasado 30 de abril, impulsó a Pérez Claver hasta la presidencia.
La historia reciente de la rebautizada Sos Corporación Alimentaria tiene sabor agridulce, y la culpa de ello la tienen los hermanos Salazar. Los fundadores de la compañía diseñaron a finales de 2008 un plan para reducir la deuda, ya que ésta ascendía en verano a unos 1.000 millones de euros gracias en parte a la compra a Unilever de Bertolli, la mayor productora mundial de aceite. El plan contemplaba la venta de negocios no estratégicos, como Cuétara, la división de caramelos y algunas empresas italianas. También se pretendía que Caja Madrid aumentara su participación hasta convertirse en quien lleva las riendas del negocio, cosa que acabó sucediendo.
Con el nuevo presidente, la empresa sigue interesada en deshacerse de los negocios no estratégicos y no descarta vender el arrocero
Pero la receta falló. Y no porque los ingredientes fueran malos, sino porque presumiblemente los cocineros no jugaron limpio. Una auditoría desveló que los hermanos Salazar habían autoconcedido créditos a través de sus sociedades patrimoniales Condor Plus y Aceites Cañaveral por valor de 212,7 millones de euros. Los Salazar sostenían que el dinero tenía que servir para dar entrada en Sos a un fondo árabe, algo que nunca pasó. Y lo cierto es que, según el informe encargado a KPMG Forensic, sólo destinaron el 66% de dicho montante a la compra de acciones de la compañía. Los fundadores de la compañía, pues, organizaron en el seno de su propia cúpula uno de los mayores escándalos corporativos de los últimos tiempos.
Aunque un buen chef nunca revela todos los secretos de sus recetas, lo que el nuevo jefe de cocina del grupo sí que ha hecho es enunciar las prioridades inmediatas que a su juicio deben ordenar la actividad de la compañía. Y éstas no son otras que estabilizar la empresa y pasar página. Con la confianza de los accionistas no se juega, comentan fuentes de la compañía en referencia al daño que ha hecho el escándalo de los hermanos Salazar, de quienes la plantilla no guarda demasiado buen concepto -las acciones han caído un casi un 72% en lo que va de año-. Pero al margen de dicho episodio, contra cuyos autores el Consejo de Administración ya emprendió medidas legales a principios de verano -están imputados por presuntos delitos de estafa y administración desleal: se les acusa de desviarse a su bolsillo unos 230 millones-, la realidad es que el recorte de la cesta de la compra ha pasado factura en el sector, como también lo ha hecho la preeminencia de las marcas blancas. Todo ello explica los 61,6 millones de pérdidas registrados en el primer semestre.
Pero los cambios no se han hecho esperar. La empresa sigue interesada en deshacerse de los negocios no estratégicos y no descarta la venta del negocio arrocero. Asimismo, Pérez Claver ya ha emprendido reformas en el organigrama para potenciar su dimensión exterior, algo que no es baladí teniendo en cuenta que el grupo obtiene el 83% de su Ebitda y coloca el 70% de las ventas en el extranjero. También tienen encargado un plan para mejorar la productividad y optimizar los recursos propios a Accenture y plan de reestructuración de la deuda a Credit Suisse.
En el mundo de la alta cocina lo saben bien: sin un emplazamiento en un entorno natural embelesador no hay manera de obtener la tercera estrella Michelin -que se lo digan, si no, a El Bulli, que cuenta incluso con su propia cala-. De igual manera, la imagen corporativa de las empresas es hoy algo casi tan importante como la mismísima política de precios. Y eso es algo que el grupo Sos ha aprendido a sangre. De ahí que Pérez Claver rehuya de manera tajante de los personalismos que caracterizaron a su antecesor en el cargo. Aunque, todo sea dicho, su discreción de cara a los medios ya le venía de su etapa en Caja Madrid -comprobarán que las fotos de él que circulan en internet se pueden contar con los dedos de una mano-.
A sus 53 años, el hasta hace poco consejero delegado de Corporación Financiera de Caja Madrid es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Sevilla. Los que le han tratado le definen como un hombre normal, de trato cordial y amable y sobre todo muy profesional. Sus más de tres lustros en puestos directivos de Caja Madrid certifican con creces su capacidad de gestión. Falta ahora ver qué tal es como cocinero. De momento ha demostrado tener las ideas claras.