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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los frentes abiertos de Magna

Magna es el peor de los dueños con los que podía soñar Figueruelas, la planta estrella de General Motors. Y la mejor opción para unas fábricas alemanas que ven salvados muchos empleos que parecían condenados y que serán potenciadas a costa de las instalaciones de España y Reino Unido. Pero la guerra, a pesar de su duración, todavía mantiene abiertos los frentes decisivos.

El futuro de la planta zaragozana se juega, a partir de ahora, en campos que a Magna le va a resultar muy difícil conquistar. Empieza la próxima semana las negociaciones con unos trabajadores, a los que necesita como propietarios del 10% de la nueva Opel y, sobre todo, como generadores de un ahorro millonario en costes y mejora de la productividad. De momento, los sindicatos de Figueruelas ya han adelantado que no se cuente con ellos para nada, mientras Magna se empeñe en mantener su proyecto de recorte de producción y ajuste laboral. Y se trata de la mayor de las fábricas de Opel, respaldada, además, por unos trabajadores de Reino Unido, a los que también el futuro comprador (de momento, General Motors sólo ha efectuado una recomendación de venta a la sociedad fiduciaria) impone fuertes sacrificios.

Por supuesto que Magna tiene poderosos aliados en esta guerra. Entre otros, el presidente del Comité Europeo (que ha logrado fracturar una institución que destacaba por la inquebrantable unidad de sus miembros) y el sindicato metalúrgico alemán. El descarado favoritismo hacia Alemania por parte de Magna puede generar animadversión hacia Opel en mercados europeos importantes donde sus factorías son castigadas más por intereses políticos que económicos o industriales. Alemania necesita tanto a España y Reino Unido como estos países a ella.

España cuenta con Reino Unido para defender la no interferencia política en el plan industrial

El segundo frente es el financiero. Magna requiere de mucho dinero para sostener la nueva Opel. Y lo necesita, porque sus propias cuentas están en precario. Sus ingresos han caído más del 40% y la compra de Opel ha puesto en pie de guerra a sus compañeros de sector. ¿Va a ser esta marca el principal cliente de un proveedor que, a la vez, es dueño de la matriz?

El Gobierno alemán, consciente de la importancia (sobre todo, en campaña electoral) de mantener abiertas unas plantas que ocupan a 25.000 trabajadores, ha sido generosa aportando dinero. Si las fábricas de Opel siguen funcionando es por el crédito puente firmado por Angela Merkel. El problema es que Alemania, en solitario, no puede ( ni sus propios contribuyentes lo tolerarían ) suministrar los fondos para la nueva Opel. Aragón ya demostró, anticipándose a todos, que está dispuesto a un esfuerzo financiero al límite de sus posibilidades. Y cuenta con el respaldo del Gobierno español para elevar al máximo las ayudas oficiales. También otros países con fábricas se han pronunciado en este sentido. Pero exigen, a cambio, la contrapartida de un plan que no sólo premie a las plantas alemanas.

Porque los Gobiernos europeos también constituyen otro frente abierto para Magna. No sólo en la aportación de fondos (decisiva), sino también en ámbitos como el jurídico, que pueden paralizar, con recursos interminables, el flujo de dinero que Magna necesita. Algunos de esos gobiernos están tan disgustados, al menos, como complacida Angela Merkel, que también cuenta en este asunto con críticos dentro de su propio país.

A Magna le quedan semanas para cambiar sus planes. Y también para bajarse de la prepotencia que se está percibiendo en su actuación. Hacerse con la propiedad de la nueva Opel sin convencer a los que hoy están en contra puede conducirle a una situación parecida sobre la que Tayllerand advirtió a Napoleón, cuando el emperador minimizó la animadversión de los españoles en un país ocupado. "Sire, el sentarse sobre las bayonetas resulta tremendamente incómodo".

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