Vinos de largo recorrido
Pago Casa del Blanco es un proyecto familiar que comenzó hace 17 años con una idea muy clara: primar la calidad por encima de la cantidad.
La finca Pago Casa del Blanco, situada en Manzanares (Ciudad Real), en pleno corazón de La Mancha, fue adquirida hace ya 17 años por la familia de Joaquín Sánchez. La idea era reconvertir sus extensos viñedos y construir una bodega para elaborar vinos en los que primara la calidad por encima de la cantidad. Su filosofía estuvo también muy clara desde el principio: respeto al entorno y al medio ambiente, controles exhaustivos del viñedo, investigación y desarrollo, profesionalidad, promoción de la cultura del vino...
Hoy, la finca dispone de un coto de caza menor, de 2.200 hectáreas, en el que predomina la perdiz roja autóctona; 650 hectáreas con aprovechamiento de cereal y regadío, y 150 hectáreas de viñedo. Otra actividad importante es la cría de caballos, también presente en las instalaciones.
El proyecto arrancó con la activa participación de toda la familia Sánchez y del enólogo Antonio Merino, un farmacéutico, entonces ajeno al mundo del vino, que muy pronto se implicó de lleno en la investigación y en las diferentes reconversiones de la uva que se fueron haciendo año tras año. En la actualidad, Pago Casa del Blanco cuenta con doce variedades, cuatro blancas y ocho tintas. "Tenemos un elenco de variedades muy amplio. Desde que comenzamos, tuvimos muy claro que para elaborar un buen vino era necesario disponer de una buena materia prima y que la única manera de conseguirla era gestionándola nosotros mismos. Por ello, nuestros esfuerzos se han concentrado no sólo en la bodega, sino también en el campo, a pie de pista. Intentamos cerrar todo el ciclo, es decir, uva, enología y comercialización, de manera que si fallamos sólo es achacable a nosotros mismos, y eso nos da la posibilidad de ser más moldeables", explica Merino.
Este proyecto familiar dispone de un amplio equipo que cuida las tierras y sus viñas a diario, constituido por ingenieros agrícolas (uno de ellos el propio Joaquín Sánchez), industriales y de caminos, expertos en farmacia y enología y técnicos en industrias alimentarias, en comunicación y marketing.
Desde el primer momento, la finca ha estado produciendo uva, pero se vendía a una cooperativa de Manzanares. "A partir de 2000, empezamos a hacer pequeñas producciones que nos sirvieron para adquirir experiencia, para saber qué parcelas son las más adecuadas, hasta qué extremo debemos llevar la maduración de la uva, qué tipo de barricas utilizar, qué tipo de tostados, cómo aguanta el vino el tiempo en el interior de la botella... De forma que la primera añada que salió al mercado fue la de 2003. Ahora estamos comercializando la de 2005".
Aunque el viñedo ocupa 150 hectáreas, sólo se selecciona la uva de las mejores parcelas. "Para eso realizamos continuos controles de maduración, vamos muestreando las plantas, siguiendo su evolución y sólo molturamos entre el 15% y el 20% de lo que la finca produce. Nuestro camino es el de la excelencia; queremos hacer vinos de alta gama, de calidad, aunque, eso sí, a precios muy razonables". El precio en tiendas especializadas oscila entre los 6 euros de un blanco hasta los 15 euros de una botella de tinto.
Pago Casa del Blanco apenas tiene vinos del año, ya que la mayor parte de la cosecha anual no sale al mercado antes de cuatro años, como mínimo. "Nuestros vinos son de largo recorrido, están mucho tiempo en bodega evolucionando antes de ser degustados", puntualiza Merino. La producción se acerca a las 90.000 botellas de tinto, que se comercializa bajo la marca Quixote, y unas 8.000 de blanco, con el nombre de Pilas Bonas. "Hemos querido diferenciar muy bien ambas líneas".
Aunque por su ubicación geográfica debería pertenecer a la DO La Mancha, la bodega está acogida a vinos de la Tierra de Castilla. "Pero nuestro objetivo es ser nuestra propia denominación de origen pago, es decir, la DO será nuestra finca. No nos creemos ni mejores ni peores que los demás, pero consideramos que nuestro vino es singular, se diferencia claramente de otros".
Los vinos de esta bodega manchega son de coupage. "Tenemos algunos monovarietales, pero la mayoría son de ensamblaje, de mezcla. Nos gustan los vinos que evolucionen bien en la copa, que se vayan oxigenando y que realmente digan cosas según va pasando el tiempo", indica Antonio Merino.
Casa del Vino Blanco, como la denominaban los vecinos de la zona porque producía básicamente vino blanco, y que sus actuales propietarios han mantenido, tiene vocación exportadora. El objetivo es que entre el 50% y el 60% de la producción se destine al exterior.
"En los últimos años ha habido en España un boom de bodegas tremendo. Nunca el consumidor español había tenido tantas posibilidades de elegir vinos tan buenos a precios excelentes como los que hoy se pueden encontrar en cualquier punto de España. Esto hace que la competencia aquí sea cada vez mayor. Sin embargo, los mercados internacionales están totalmente abiertos. Los vinos españoles tienen una relación calidad-precio fantástica y, además, están muy bien valorados. Un ejemplo es Estados Unidos, donde las importaciones que más crecen son precisamente las de vino español". En su corta andadura, los caldos de Pago Casa del Blanco han sido premiados en diversos certámenes nacionales e internacionales.
El respeto al medio natural de los propietarios de la finca les hace sentirse especialmente sensibles ante prácticas que conllevan la sobreexplotación y el abuso de recursos tan preciados en la zona co-mo el agua. "Nosotros no abusamos de los riegos porque no utilizamos el agua como instrumento para sobreproducir, sino como una herramienta para obtener frutos de mucha concentración y equilibrio, que cuenten con unos parámetros de calidad excepcionales". También se aprovecha el riego por goteo para realizar el abono de la tierra mediante fertilización. "Se trata de ejecutar las prácticas que mejor se adapten a nuestro suelo", concluye Merino.
Las herramientas del enólogo
La entrada de Antonio Merino (en la foto) en el mundo del vino fue más casual que por inclinación. "No era abstemio, pero casi. Por nuestra formación química, Joaquín Sánchez nos animó a mi mujer, que también es doctora en Farmacia, y a mí a empezar a controlar el viñedo en esos primeros años en los que se vendía toda la uva a una cooperativa de la zona. La verdad es que ahora el laboratorio lo lleva mi mujer, y a mí lo que me gusta es el trabajo de elaboración". Poco después, le picó la curiosidad e hizo un máster de enología y viticultura en la escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid y, finalmente, la licenciatura de Enología en Córdoba."Esto no son matemáticas. El vino es producto de una fermentación; es un producto natural en el que intervienen levaduras, bacterias..., y te interesa que se desarrollen unas y no otras. Para ello tienes que controlarlo. Sin embargo, aunque tengas conocimiento de cómo está evolucionando indirectamente a través de datos, analíticas, etc., a veces quieres que vaya por un sitio, pero va por otro. Ahí es cuando entran tus herramientas". Pero para Antonio Merino, realmente los buenos vinos son aquellos en los que apenas se incide. "Someterlos a muchos procesos, tocarlos, es realmente un fracaso". Su objetivo es producir grandes vinos para formar parte de un club selecto que sepa po- ner en valor la viticultura de la zona.
Datos básicos
ProcesoEl tiempo que el vino permanece en las 350 barricas de roble francés y americano de la bodega, más el que pasa en la botella ganando buqué antes de sacarlo al mercado, es una de las principales causas por la que los caldos de largo recorrido se encarecen. "Tenemos un gran inmovilizado durante varios años", dice Antonio Merino, quien también añade que las barricas tienen un periodo de vida útil limitado. "Llega un momento en que se agotan, desaparecen esos aromas de coco, vainilla, los aromas especiados de la madera... Al cuarto año, se considera que la barrica es un mero envase que no aporta nada al vino. Si la situación económica de la bodega no es buena, se intenta alargar al máximo, pero eso no es bueno para el vino. Antes, cuando no había el conocimiento que existe ahora, se pensaba que las maderas, cuanto más viejas, mejor, y que esa mugre que se va acumulando era la que daba el buqué al vino. Nada más lejos de la verdad".Mano de obraLos caldos de Pago Casa del Blanco no están sometidos en ningún momento a tratamientos físicos o químicos agresivos. Se trata de no perder nada del potencial que radica en su propio viñedo. Aun disponiendo de una tecnología muy adelantada, "es tan importante o más poner en práctica las cosas que sabemos pueden dar resultado pero que requieren más mano de obra. Nos vanagloriamos de poder hacer aquello que creemos más adecuado, aunque requiera más tiempo. Por eso, nuestra producción siempre será pequeña", explica Merino.
InstalacionesLa bodega, que ocupa una superficie de 4.200 metros cuadrados, está dividida en dos zonas que están perfectamente fusionadas: la de elaboración y la lúdica y social. El edificio combina la integración en el entorno natural y la funcionalidad en el interior.