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A fondo

El otoño más internacional de Zapatero

Aseguran en el PSOE que al presidente del Gobierno le ha causado un serio disgusto la actitud de CEOE y la imposibilidad de marcharse de vacaciones con la foto del acuerdo social. Este lunes, la ejecutiva socialista no podrá pulsar su estado de ánimo, sencillamente porque no celebrará su reunión habitual. En la agenda de La Moncloa había anotadas dos prioridades para este fin de curso: el cierre del nuevo modelo de financiación autonómica, que esta semana bendecirá en Madrid José Montilla, y la firma del pacto socio económico con empresarios y sindicatos. El segundo objetivo no se ha podido cumplir, por lo que las cartas de navegación del presidente van a sufrir algunos cambios: se legislará con el apoyo de los sindicatos y sin el consenso de la patronal, pero tampoco a sus espaldas.

La paz social sigue siendo una obsesión para el presidente, entre otras razones porque le garantiza un cierto blindaje frente a la ofensiva que prepara el PP para el otoño, donde pondrá en marcha diferentes resortes de oposición: desde la movilización de los ayuntamientos en busca de una temprana reforma de su financiación hasta el ensayo de mayorías alternativas en el Parlamento para intentar colar poramento para intentar colar por la escuadra una reforma laboral de manual con muchos de los ingredientes que ha venido defendiendo CEOE.

En este clima de incertidumbres parecería un imposible que el Gobierno y el primer partido de la oposición se pusieran de acuerdo para transitar sin sobresaltos por la presidencia española de la UE prevista para el primer semestre del año que viene. Pues habrá sorpresa. Los primeros acercamientos realizados desde el PSOE y desde el Ejecutivo al PP han dado resultados: las dos principales formaciones políticas compartirán, si al final no salta todo por los aires, los principales proyectos que España desarrollará el año que viene en cuanto asuma esta responsabilidad institucional. Los preparativos comenzarán, en realidad, el próximo septiembre, mes a partir del cual Zapatero desarrollará una intensa agenda internacional. Casi todas las citas del presidente en el extranjero, informan fuentes de La Moncloa, tendrán una vinculación con la presidencia comunitaria. El 11 de septiembre, se desplazará a Cerdeña para participar en la cumbre bilateral hispano-italiana. Tres días después, viajará a Rusia para participar en una conferencia internacional de amplio contenido europeo. A partir del día 22, está prevista la celebración de lo que en el entorno presidencial se denomina la "semana americana". Primero participará en la cumbre del cambio climático que se celebrará en Nueva York, luego en la Asamblea General de Naciones Unidas y, para coronar la gira, intervendrá en la cumbre del G-20 que tendrá lugar en la ciudad de Pittsburg, en Pensilvania, donde ha sido invitado por el presidente estadounidense, Barack Obama.

Será la tercera cumbre de este organismo a la que asistirá el presidente español. A la primera, organizada por el ex presidente George W. Bush en Washington el pasado noviembre, acudió ocupando uno de los dos asientos que le correspondían al presidente francés, Nicolas Sarkozy, que entonces también ejercía la presidencia de turno de la Unión Europea.

A la siguiente, celebrada en Londres en abril, Zapatero fue invitado directamente por el anfitrión, el primer ministro británico, Gordon Brown. El G-20 está considerado como el principal foro de coordinación de la respuesta a la crisis y en el mismo está representada el 85% de la economía mundial.

Cuando regrese de Estados Unidos a finales de septiembre, Zapatero combinará el seguimiento del debate presupuestario en el Congreso con una agenda repleta de desplazamientos a las principales capitales europeas. En su intención no está visitar las 27 capitales, pero sí entrevistarse en el extranjero o en Madrid con todos los jefes de gobierno de los países miembros de la UE. Quiere explicarles el plan de trabajo que asumirá a partir de enero desde la presidencia comunitaria y concitar el máximo consenso posible sobre el mismo.

En el Gobierno se percibe el máximo interés en colocar la llamada estrategia de crecimiento europeo en el centro de gravedad de la presidencia española. No se quieren correr riesgos derivados de los vuelcos electorales que pueden producirse en países como el Reino Unido y, por tanto, Zapatero hará el máximo esfuerzo en que se apruebe esta estrategia de crecimiento antes de junio. Como acaba de recordar recientemente el comisario europeo Joaquín Almunia, la construcción europea atraviesa en estos momentos por una encrucijada que, en caso de gestionarse de forma deficiente, podría conducir a la Unión a un largo periodo de decadencia política y económica, convirtiéndose en un actor secundario dentro del nuevo mapa internacional.

A España le tocará desarrollar desde la presidencia el escenario posterior a la previsible ratificación del Tratado de Lisboa, en el que será todo un reto frenar la tendencia renacionalizadora que se percibe en algunos países miembros como consecuencia de la recesión.

Otro reto decisivo para España será crear una cara sólida y visible de la Unión aprovechando la nueva figura de la presidencia del Consejo Europeo, que será más o menos unificadora dependiendo de quien la desempeñe. El ex primer ministro británico Tony Blair es, de momento, el que reúne más papeletas, aunque nada está todavía escrito.

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