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Josep Piqué

El piloto con vista de halcón

El presidente de la nueva Vueling ha movido ficha para asegurar su independencia respecto a Iberia. La libertad siempre fue un requisito para el académico, empresario y ex político catalán.

Si a los 20 años no eres de izquierdas, no tienes corazón; si a los 40 no eres de derechas, no tienes cerebro. Estas palabras se le atribuyen a Winston Churchill, sin duda uno de los personajes clave del siglo XX. Y se le pueden aplicar a Josep Piqué Camps (Vilanova i la Geltrú, Barcelona, 1955), aunque, como él mismo matizaría, en su caso habría que sustituir de derechas por liberal. Pero sus orientaciones políticas o económicas tienen poco que ver con lo que le ha convertido estos días en foco de atención: la celebración de la primera junta de accionistas de la nueva Vueling, cuya presidencia sigue ostentando. Los que le conocen coinciden en que la heterogeneidad de su carrera -conoce bien el mundo académico, el político y el empresarial- le permite ver las cosas con cierta perspectiva. Y es que, a pesar de usar gafas, este catalán tiene vista de halcón.

Tras fusionarse con Clickair, la aerolínea resultante, que tiene a Iberia como accionista mayoritaria (45,9%), se consolida como la tercera de España. Pero Piqué se ha asegurado esta semana de atar la independencia de la compañía que preside. Los consejeros de Iberia deberán abstenerse en caso de colisión de intereses, cosa que vigilará una comisión de operaciones vinculadas. Un gesto que dice mucho del catalán.

Lo de su pasado izquierdista no es broma -como tampoco lo es el de Churchill, pese a recordársele como anticomunista acérrimo-. De joven fue militante del PSUC, el histórico partido comunista catalán, muy popular en las facultades barcelonesas durante los últimos años del franquismo. Mucho ha llovido desde entonces, pero lo que no ha cambiado es su interés por la cosa pública -quizá le venga de familia: su padre fue el último alcalde franquista de Vilanova-.

Pero igual que el British Bulldog no fue estadista toda su vida -antes fue militar y columnista de prensa, y después escritor e historiador-, Piqué también ha tocado varios palos. Es precisamente esa riqueza curricular -y los contactos que ha cosechado por el camino- la que otorga a Piqué su verdadero valor como profesional. Eso y sus inquietudes intelectuales -en casa le llaman pequeño Larousse-. Su carrera empezó en la Universidad de Barcelona, donde estudió Ciencias Económicas y Derecho y ejerció la docencia. De ahí saltó a la que sería su primera responsabilidad en la Administración: director general de Industria del Govern de la Generalitat -dependiente del consejero Joan Hortalà, de ERC-.

A diferencia del hombre que acuñó la frase telón de acero, Piqué siempre se ha considerado ante todo economista y empresario. Al concluir sus dos años al servicio de la Generalitat, el catalán fichó por la química Ercros, compañía que acabaría presidiendo y por

la que ya de ministro fue acusado y exculpado por la Audiencia Nacional de fraude. Sus dotes como gestor eficiente y su buena relación con la familia Lara, máxima accionista de la aerolínea, le impulsaron hasta la presidencia no ejecutiva de Vueling cuando concluyó su aventura política. Cuentan desde la compañía que sus primeras medidas (reducción de flota y rutas) no gustaron demasiado. Opinión que cambió cuando poco después la competencia hizo lo mismo.

Pero a Piqué se le conoce sobre todo por su periplo en el mundo de la política. Su saludo casi reverencial a George W. Bush cuando el mandatario estadounidense visitó Madrid o sus desencuentros con la ejecutiva nacional del PP ya como líder del partido en Cataluña son estampas difíciles de olvidar. Quién le iba a decir a Piqué hace 20 años que José María Aznar le nombraría ministro de Industria en su primer Gobierno. Y que coincidiría en el Consejo de Ministros con Ana Birulés, su compañera de facultad y de fatigas en el PSUC. Aún hoy se le respeta (y mucho) en el PP, y hay quien le considera el mejor portavoz que ha pasado por el partido.

Poco después llegó la que ha sido su etapa más feliz en política. El economista catalán y Winston Churchill tienen algo en común: su pasión por la geopolítica -tanto es así que acabó fundando una consultoría internacional-. Ambos ejercieron cargos de responsabilidad en dicho campo, si bien con limitaciones y repercusiones muy dispares. En el caso de Piqué, lo más reseñable de sus dos años al frente de Exteriores fue el 11-S y la alineación incondicional del Ejecutivo con Washington. En 2002 le fue encomendada la cartera de Ciencia y Tecnología, para luego pasar a comandar la sección catalana del PP, que al final abandonó por sentir que le maniataban desde Génova.

Pero todo eso es ya agua pasada. Dicen que no añora sus tiempos de político. Quizá debido a que, como dijo Churchill, la política es más peligrosa que la guerra porque en ésta sólo se muere una vez. Tampoco echa de menos los intempestivos horarios de Madrid -nunca se acostumbró a cenar a las 11 de la noche-. Aunque no ha perdido su hábito de trabajar a todas horas -ni el de ir al gimnasio a diario-. En 2007 abandonó toda responsabilidad pública, volvió a la docencia, esta vez en Esade, se metió en Mixta África -filial de Renta Corporación- y fichó por Vueling.

Han pasado dos años desde la llegada de Piqué a Vueling y, tras consumarse la fusión con Clickair, la compañía es hoy la primera low cost española a pesar de las malas cifras con las que se encontró el catalán al aterrizar en la aerolínea. Quién sabe, quizá sea que, habiendo librado mil batallas en política, cualquier otra tarea resulta un juego de niños.

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