Falsos destellos en el sector textil
Destellos al final del túnel. Algunas empresas de distribución empiezan a dar muestras de optimismo y a ver señales de mejora después de meses con el agua al cuello. Pero quizás esas luces son sólo el espejismo de una incipiente mejoría de la que, según todos los indicios, España está aún lejos.
Prueba de ello es la evolución en los últimos meses de la británica Burberry. El famoso fabricante de gabardinas lleva inmerso desde hace meses en un proceso de reestructuración que empieza a dar frutos, pero estos no alcanzan a su filial española. La empresa de los cuadros ha logrado que sus ingresos trimestrales repunten un 8%, hasta 267 millones de euros.
Pero el optimismo va por barrios, ya que España y Estados Unidos no presentan ninguna señal de recuperación. Muy al contrario, las ventas en estos países se han reducido un 15% y un 14%, respectivamente. Su consejera delegada, Angela Ahrendts, prefirió no entrar a valorar ayer durante una conferencia con analistas la evolución en ambos países tan sólo apuntó que Burberry ha reforzado sus portafolios de productos más clásicos. En lo que va de año, Burberry ha eliminado 230 empleos en España y ha echado el cierre a su división de moda joven Thomas Burberry.
También desveló ayer detalles sobre su evolución más reciente la sueca Hennes & Mauritz (H&M). Pero tras la subida total de facturación del 4%, se esconde un descenso del 5% interanual en superficie comparable. Es decir, las 227 tiendas que ha abierto en el último año sólo le han permitido incrementar sus ingresos en cuatro puntos porcentuales. Un frenazo provocado, en gran medida, por el control de precios del que no ha podido escapar la firma sueca.
Y España ha tenido bastante que ver en este estancamiento. En la primera mitad de su ejercicio fiscal (concluida el 30 de mayo) la multinacional ingresó los mismos euros que un año antes -292 millones- a pesar de haber abierto cuatro tiendas y alcanzar ya 103 establecimientos. Los analistas estiman que, a finales del año, H&M verá caer su facturación en torno al 3% debido, sobre todo, al desplome de la compra impulsiva de moda.
Mientras, su principal rival, la española Inditex, prefiere poner su punto de mira lejos de su país de origen. La multinacional gallega va a invertir este año alrededor de 600 millones de euros. Su objetivo es inaugurar entre 370 y 450 tiendas. De ellas, el 95% abrirá sus puertas fuera de España. No significa que Inditex haya dejado de confiar en su mercado doméstico, pero sí que parece fiarse más de sus posibilidades de expansión en las grandes capitales internacionales.
Sin embargo, España sigue siendo la pista de lanzamiento de Inditex para poner en marcha nuevos proyectos. El último de ellos es la cadena de complementos Uterqüe, que prepara para mañana una apertura simultánea de tiendas. Inditex da así muestras de confianza en su cadena más joven, que se ha hecho un nicho de mercado pese a que su oferta comercial no se encuentra en los niveles de precios más competitivos. También salta fronteras Adolfo Domínguez que no hará más aperturas en España para centrarse en las franquicias en el exterior.
Mientras Inditex mira fuera para expandir sus cadenas, otros cierran puertas a la internacionalización. Desde hace varios años se espera la llegada a España de Abercrombie & Fitch. No en vano, la cadena estadounidense llegó a registrar oficialmente hace meses Abercrombie & Fitch Spain. Pero la situación económica ha trastocado sus planes, retrasando su desembarco en Copenhague y a echar el cierre a su cadena Ruehl. Tampoco su compatriota GAP (la tercera mayor compañía textil tras Inditex y H&M) tiene planes para desembarcar en España, ya que no ve un claro hueco en el mercado. Muy al contrario, se decanta por Asia.
Eso en lo que respecta al gran consumo, ya que las firmas de alta gama tampoco pueden camuflar sus problemas. El mejor ejemplo es Escada. La firma alemana trata a la desesperada de escapar de la bancarrota. Por el momento, ha conseguido convencer al 37% de sus bonistas para que acepten cambiar las condiciones y le den un balón de oxígeno valorado en 200 millones de euros.