El buen gestor no viaja en un deportivo
Uno de esos gestores fieles a sus principios, de los que transmiten confianza cada vez que te sientas con él, me ponía el siguiente ejemplo: "Un amigo mío puede viajar de Madrid a Valencia en un vehículo deportivo a 200 km/h y yo en un monovolumen a 100. Cuando él llegue, a mí todavía me quedarán un par de horas, pero, cuando llegue yo, la probabilidad de que mi amigo sufriera un accidente en el trayecto habrá sido 100 veces superior a la mía". Un analista cuantitativo pensaría que el gestor le está haciendo un símil con el ratio de Sharpe pero, para quienes creemos en el análisis cualitativo se trata de una filosofía de vida: gestionar primero el riesgo y después ocuparse de la rentabilidad.
Un exhaustivo control del riesgo debe ser condición sine qua non para un buen resultado. Pero es insuficiente si el gestor no dispone de libertad en sus decisiones. Es ahí donde radica su virtud: el gestor debe depender de sí mismo en su toma de decisiones y ser capaz de realizar movimientos en plazos cortos de tiempo para estar invertido en el mercado o totalmente fuera.
Una tercera clave para obtener rentabilidades positivas radica en que es necesario poseer una visión global y la capacidad técnica y humana para invertir con tendencias globales. Es decir: poder aprovechar aquellas tendencias de los mercados financieros que suben cuando otras caen; aprovechar la subida de materias primas, o ser capaz de realizar estrategias algo más complejas de volatilidad o de renta variable neutral, son algunos buenos ejemplos.
Por reflejar un dato, desde el inicio de la crisis y durante el periodo en el que la Bolsa llegó a caer un 60% (entre noviembre de 2007 y el pasado mes de marzo), el gestor que decidió viajar en su monovolumen acumuló una rentabilidad positiva del 8%.
Ricardo Sánchez-Seco. Gestor de inversiones de Gestiohna, Grupo HNA