Garoña cierra sin debate en el PSOE
La decisión de clausurar la central nuclear de Garoña una vez concluya en 2011 su ciclo de vida útil está tomada. José Luis Rodríguez Zapatero se inclinó por esta solución mucho antes de que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) emitiera hace unos días el informe en el que deja abierta la posibilidad de que la instalación prolongue durante una década su funcionamiento si refuerza las medidas de seguridad. A los expertos que aconsejan directamente al presidente sobre la política energética les ha parecido que las recomendaciones del CSN son puro artificio y de lo único que se duelen es de no haber tenido más acompañamiento en este organismo a las tesis antinucleares que defiende Zapatero. Paradójicamente, la ex consejera socialista Charo Velasco fue sustituida en marzo, sin llegar siquiera a tomar posesión, por Antoni Gurgui. Fue una orden expresa del jefe del Ejecutivo, previo pacto con CiU. Un hecho sin precedentes y que pasó desapercibido.
El cierre de la central será anunciado antes del 5 de julio y supondrá la derrota de todos aquellos que dentro y fuera del PSOE consideran gratuita esta medida en el plano político, a fin de cuentas no hay previstas elecciones de ámbito nacional hasta 2011, pero muy costosa por lo que supone de apuesta errónea en el aspecto puramente estratégico. El ex presidente Felipe González dijo en alto la semana pasada que defender las energías limpias sin más es algo así como apoyar el salvamento de las ballenas: tendrá a todos los ciudadanos a favor, pero no resolverá el gran desafío que se le presenta a España en cuanto a su futuro energético.
González no es el único que opina así en las filas socialistas. Otras voces sólidas del socialismo con altos cargos institucionales y, por tanto, oteros desde los que se divisa mejor el horizonte, entre las que figuran Javier Solana o Joaquín Almunia, consideran que cuanto más tarde se aborde una reflexión seria y serena sobre las fuentes de energía, más tiempo y dinero perderá España en el envite. Casi a hurtadillas, la Comisión de Industria del Congreso ha abierto en su seno una subcomisión encargada de esta tarea. A punto estuvo de venirse abajo la iniciativa promovida por el PP y CiU porque un sector del Gobierno y del propio PSOE la vieron con ciertos reparos. La ausencia de ruido facilitó su creación y antes de un año, si no surgen sorpresas, leeremos sus conclusiones.
Caldera
Uno de los que observaron con más recelos el nacimiento de esta subcomisión fue el ex ministro de Trabajo Jesús Caldera. Al frente ahora de la Fundación Ideas, ha sido uno de los que dentro del PSOE ha defendido con mayor ahínco la necesidad de desterrar para siempre la energía nuclear conforme vayan expirando las licencias de explotación de los ocho reactores repartidos por el territorio español. El ex ministro supervisó de forma personal el raquítico capítulo energético del programa electoral con el que el PSOE concurrió a las legislativas de 2008 e impuso su criterio, con algunos matices, sintiéndose en todo momento portavoz de los anhelos de Zapatero.
Hubo voces entonces que defendieron la conveniencia de dejar las puertas abiertas a las diferentes fuentes de energía, pocos meses antes de que el petróleo coronara los 140 dólares por barril. Finalmente, la oferta electoral quedó redactada en los siguientes términos: "Mantendremos el compromiso de sustitución gradual de la energía nuclear por energías seguras, limpias y menos costosas, cerrando las centrales nucleares de forma ordenada en el tiempo al final de su vida útil, dando prioridad a la garantía de seguridad y con el máximo consenso social, potenciando el ahorro y la eficiencia energética y las energías renovables, la generación distribuida y las redes de transporte y distribución local".
Consciente de que este compromiso vale tanto para un roto como para un descosido, la Fundación dirigida por Caldera daba recientemente otra vuelta de tuerca para alfombrar la decisión que en breve anunciará el Gobierno. En su informe sobre el futuro energético, Ideas proponía cerrar Garoña, previa elaboración de un plan de empleo alternativo para el millar de puestos de trabajo afectados directa e indirectamente por la clausura.
Desde que se redactó la etérea oferta electoral del PSOE, en el invierno del año pasado, hasta que las distintas sensibilidades han ido aflorando al calor de la polémica sobre Garoña, no se ha producido dentro del partido gubernamental un debate mínimamente ordenado sobre un tema de tanta trascendencia como el futuro energético. Sólo se ha tocado de soslayo en alguna reunión de ejecutiva y de comité federal, en las que la autocensura es una de las principales cartas de navegación. El problema relatan fuentes socialistas, es que esta falta de debate interno se extiende a otras muchas facetas de la política nacional. Sin ir más lejos, el propio Zapatero acaba de eludir una discusión en profundidad sobre las causas de la derrota electoral del 7-J, a pesar de que puede esconder, según los expertos, bastantes más ingredientes que la mera recesión económica. Sus colaboradores aseguran que el presidente no quiere regalar al PP bazas gratuitas y que por esta razón sigue luciendo la misma sonrisa que antes de la noche de autos. A fin de cuentas, se justifican, no era el candidato.
Con este panorama, vuelve a ser noticia lo que hace veinte años, cuando gobernaba Felipe González, ya apenas lo era. Que diputados de Izquierda Socialista como Manuel de la Rocha o Juan Antonio Barrio sean los únicos que ahora levanten la voz en las reuniones internas del Grupo Parlamentario para exigir un debate riguroso sobre la pérdida de las elecciones europeas, carece en sí de relevancia. Sí que la tiene, en cambio, el creciente malestar que se acumula en otros sectores de mayor peso del socialismo, incluido el club de los agraviados por Zapatero, ante la falta de respuestas contundentes frente a la crisis, la ausencia de un guión claro para transitarla y las dificultades que genera la pura improvisación gubernamental para corregir el tiro y conectar con un electorado cada vez más maduro y huidizo.
Ideas para el futuro cementerio nuclear
No desesperen. Los últimos visitantes de La Moncloa atisban para el inicio del nuevo curso político un nuevo plan de ruta cuando venzan los capítulos del nuevo modelo de financiación autonómica, el plan de rescate para bancos y cajas de ahorro y la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto catalán. Será entonces la hora de los Presupuestos de 2010, un test en toda regla para el Gobierno que Zapatero remodeló hace sólo dos meses. El pasado viernes, el Consejo de Ministros aprobó un techo de gasto de 182.000 millones de euros, que tendrá que pasar también en breve la reválida parlamentaria. En el Gobierno se considera muy difícil lograr el apoyo de CiU (10 diputados), pero sí se confía en conseguir el de Izquierda Unida, que cuenta sólo con dos, el de Esquerra Republicana, con tres, y el del resto de los integrantes del Grupo Mixto (salvo el de Rosa Díez).
Uno de los diputados de IU, Joan Herrera, portavoz de Iniciativa por Cataluña-Verdes, temía que Zapatero utilizara el cierre de Garoña como señuelo en la pasada campaña electoral para colocarse en solitario la medalla del ecologismo. Herrera tiene un pacto no escrito con el presidente del Gobierno mediante el que éste último se ha comprometido a facilitarle un calendario de cierre de las centrales nucleares en funcionamiento. De este acuerdo forma parte la clausura de Garoña, a la que no se podrá proceder, en cualquier caso, antes de que se agote su última carga de combustible.
Coincida o no su cierre con el desmantelamiento de la central de Zorita (otro problema añadido), el ministro Miguel Sebastián, plegado al criterio de Zapatero, deberá tener despejada para entonces la ubicación del polémico cementerio nuclear, dificultad que podría superarse, según algunas de las voces que se escuchan en Industria, matando dos pájaros de un tiro, es decir, situándolo ni más ni menos que en Santa María de Garoña.
De esta forma, aseguran los defensores de la idea, se daría un empleo alternativo a los trabajadores que ya piensan en movilizarse para protestar por el cierre de la instalación. Zapatero se lo está pensando.