Bruselas teme una Eurocámara ingobernable
El último pleno del Parlamento Europeo en la legislatura recién terminada deparó un aleccionador anticipo del guirigay que puede formarse en el hemiciclo comunitario tras las elecciones del próximo 7 de junio, cuya campaña empezó la pasada medianoche.
Los grupos parlamentarios habían amarrado para la sesión de despedida la aprobación de varios proyectos legislativos, desde la reforma del sector de las telecomunicaciones a la ampliación del permiso por maternidad de las trabajadoras, Pero entre mociones de orden, votos rebeldes o despechados, y alianzas de teóricos adversarios, los proyectos acabaron aparcados para la próxima legislatura (2009-2014).
Bruselas teme que esa ingobernabilidad sea la tónica dominante durante el próximo lustro, en un parlamento con menos escaños (736 frente a los 785 actuales) y, previsiblemente, con grupos menos hegemónicos.
Las urnas que abrirán el próximo día 4 en el Reino Unido y Holanda, y cerrarán el día 7 en España, entre otros países, amenazan con debilitar al Partido Popular europeo y al Partido Socialista Europeo, que ahora suman 504 escaños.
El Grupo Popular parece condenados a perder a los conservadores británicos (27 escaños en la actualidad) que han anunciado su futura integración en otro grupo. Y la mayor delegación socialista (la francesa, con 31 eurodiputados) sufrirá, según los sondeos, un descalabro electoral en beneficio del Partido Anticapitalista. Además, la crisis económica, los recientes escándalos sobre la conducta de la clase política en varios países y la creciente impopularidad de las instituciones comunitarias pueden alentar la dispersión del voto hacia opciones alternativas a las mayoritarias.
La previsible abstención (en 2004 llegó al 54,6%) también puede dañar a los grandes partidos y aumentar la importancia relativa de opciones teóricamente minoritarias. Para evitar que el hemiciclo se haga añicos, en la próxima legislatura se endurecerán las condiciones para formar grupo parlamentario (de 20 a 25 escaños, procedentes al menos de siete países). Aún así, las alarmas ante la posible fragmentación se han disparado en Bruselas.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, ha grabado un vídeo en seis idiomas (inglés, francés, alemán, italiano, español y portugués), implorando la participación en las elecciones.
Aunque la invitación pretende ser neutral ("elija a aquellos eurodiputados que reflejen sus puntos de vista"), Barroso no oculta por qué le preocupa que las urnas se queden sin llenar. "El riesgo de la abstención", ha declarado, "es dejar que los euroescépticos y los extremistas se apropien de nuestro futuro".
La sombra de ese espectro que tanto inquieta al establishment comunitario es más alargada que nunca en esta convocatoria. Las opciones euroescépticas ya no se ciñen al Reino Unido sino que salpican el mapa electoral de varios países, en particular, del Este.
PSOE y PP, empatados
Y por primera vez, un partido que cuestiona frontalmente el actual modelo de gestión de la UE presentará sus candidaturas en todo el territorio comunitario. Se trata de Libertas, que ya demostró con la victoria del No en el referéndum de Irlanda sobre el Tratado de Lisboa su capacidad para frustrar las iniciativas de Bruselas. El cabeza de lista de esta coalición en España, Miguel Durán, propuso ayer rebajar el sueldo de los eurodiputados. Algunos analistas, sin embargo, dudan de que Libertas cuaje entre un electorado que, según las anteriores elecciones no vota por motivos "europeos" sino para castigar o reforzar al Gobierno de turno. En ese sentido, el CIS auguró ayer en España un empate técnico a 23 escaños entre el PSOE y el PP, aunque un 37,6% de los encuestados no aclaró el sentido de su voto.
La propia estructura de la convocatoria impone esa lectura nacional de las urnas porque no se trata de una elección europea propiamente dicha sino de la amalgama de las votaciones en 27 países. Populares y Socialistas han quitado además a la cita el único resultado tangible a nivel europeo que podía tener: la elección del futuro presidente de la Comisión Europea.
Los populares, que confían en ganar de nuevo las elecciones, quieren que su correligionario José Manuel Barroso continúe ocupando el cargo. Los socialistas no se han atrevido a presentar un candidato alternativo. Y varios de sus líderes, entre ellos José Luis Rodríguez Zapatero han dado su respaldo al político portugués.
Por eso, a pesar de las diatribas de la campaña, tanto Jaime Mayor Oreja como Juan Fernando López Aguilar se estrenarán previsiblemente en Estrasburgo votando a favor del mismo aspirante a presidir la CE. Y ante esa irrelevancia de su voto, el elector con vocación "europea" quizá se sienta tentado a abstenerse. O a coger la papeleta que más duela en Bruselas.