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Elena Salgado

La fuerza de la discreción

Azote del tabaquismo durante su etapa al frente de Sanidad, la nueva vicepresidenta de Economía tiene fama de buena gestora. Su estilo: trabajo duro sin llamar la atención.

La fuerza de la discreción
La fuerza de la discreción

Todas las miradas están puestas en ella, aunque no le guste ser el centro de atención. Es la nueva encargada de enderezar la situación económica, un desafío que no aceptaría cualquiera. Su antecesor al frente de Economía, Pedro Solbes, no ocultó su envidia hace unos meses cuando el entonces responsable de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, dejó su cargo. Algo que no casa, sin embargo, con el espíritu guerrero de Elena Salgado Méndez (Orense, 1949).

Aunque guerrero no es sinónimo de mediático. El gran público no conocía mucho a esta ingeniera y economista, amante confesa de la música y la ópera, antes de que posase para la revista Vogue a las puertas de La Moncloa con el resto de ministras del primer Gabinete de Zapatero. Acababa de ser nombrada responsable de Sanidad y, pese a su timidez, rasgo éste remarcado por todos los que la conocen, su relación con los medios de comunicación era ya la de una profesional. Atrás quedaba su etapa al frente de la Secretaría General de Comunicaciones (1991-1996), periodo en el que poco a poco se tuvo que ir acostumbrando a las entrevistas. Y a las cámaras, que le causaban verdadero pánico, hasta el punto de descentrar a una persona famosa por su capacidad de concentración.

Pero, al margen de haber protagonizado más o menos portadas, Salgado es una gestora solvente. æpermil;sa es una de las razones por las que Zapatero la escogió para sustituir a Solbes. 'Es muy trabajadora, muy organizada y extremadamente capaz. Tiene una enorme capacidad de gestión, y su entrega a su trabajo es total'. Lo dice Josep Borrell, conocido por su hiperactividad profesional. Fue él quien en 1984, siendo secretario de Estado, la introdujo en el organigrama de Economía al darle una subdirección general. Y cuando le nombraron ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, Borrell la puso al frente de Comunicaciones. 'Allí levantó Correos, que era una institución obsoleta y deficitaria', destaca el ex presidente del Parlamento Europeo. En esa época, Salgado inició también la liberalización del sector y puso en órbita el primero de los satélites de Hispasat.

Muchos cargos ha ocupado esta gallega en el último cuarto de siglo. Siempre en el sector público, excepto durante los Gobiernos del PP. Hasta el miércoles era ministra de Administraciones Públicas, responsable de gestionar los 8.000 millones de euros del llamado Plan E.

Elena Salgado siempre ha sido, le guste o no, una mujer pionera. Fue la única de su género en su promoción de ingenieros industriales. También la primera mujer en sentarse en el consejo de Telefónica, la que hoy es la mayor empresa privada española -entonces aún era propiedad del Estado-. Y esta semana se ha convertido en la primera ministra de Economía de la historia de este país.

Al margen de sus dotes para la gestión, su tenacidad y perseverancia están fuera de duda. Es mujer abanderada; sí, como también abanderó la lucha contra el tabaquismo, cosa que le hizo rozar la presidencia de la Organización Mundial de la Salud en 2006 -fue una de los cinco candidatos finales-. Y que le costó su segundo enfrentamiento político con Esperanza Aguirre, que se encargó de que la ley no se llegase a aplicar en Madrid. El primer choque entre ambas, por cierto, fue en 1996. Salgado acababa de ser nombrada directora de la fundación que gestiona el Teatro Real y, cuando Aznar ganó las elecciones, la presidenta de Madrid la obligó a dimitir.

En sus tres años al frente de Sanidad, uno de los ministerios con menos competencias, logró aprobar la ley del tabaco, la de la reproducción asistida, la del medicamento y la de la investigación biomédica, que permite la clonación terapéutica. También presentó batalla contra las hamburguesas -prohibió el anuncio de las XXL de Burger King-. Pero no consiguió prohibir del todo la publicidad del consumo de alcohol entre los jóvenes -el lobby del vino fue más poderoso que el de las tabacaleras-.

Austeridad, una virtud propicia para los tiempos que corren. A Salgado no es que no le guste ostentar, que tampoco. La cosa va más allá. Un ejemplo: durante 2003, el año en que presidió la compañía de información telefónica 11811, filial de la multinacional alemana Telegate AG, no tuvo despacho propio, ya que prefería trabajar en espacios comunes.

Su figura menuda, delgada pero robusta y cuidada a conciencia, delata una de sus pasiones: el montañismo. Una actividad, por cierto, que encaja con su carácter introspectivo (difícilmente se encuentra un lugar más proclive a la reflexión que un bosque o la cima de una montaña). El mismo Borrell, jefe de Salgado entre 1984 y 1996, la ha acompañado en más de una ocasión por las cumbres.

Dicen los médicos que el excursionismo, como la inmensa mayoría de deportes, comporta un muy buen ejercicio cardiovascular. Algo que le vendrá ahora al dedillo, dado el alto voltaje cardiaco que comportan las responsabilidades que acaba de asumir.

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