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De viaje

A diez minutos de España

Una escapada al Alto Alentejo portugués permite sumergirse en una atmósfera calma y diferente, de suaves perfiles, con denso patrimonio y excelente gastronomía.

El Alentejo es la región más extensa de Portugal, de modo que se hace preciso trocear el mapa como un pastel: Alentejo norte, centro, sur y litoral. En el Alentejo norte y centro se condensa un filón tan generoso para el turista que la oferta se reparte en raciones temáticas: ruta de los castillos de frontera, ruta megalítica, ruta de pousadas históricas (paradores), ruta de los sabores, de los vinos, ruta monumental... Cualquiera de ellas por sí sola, o combinada con otras, permite un barrido de ese territorio fronterizo, con guiños de cierto parentesco con la contigua Extremadura, pero asombrosamente diverso y atractivo.

Existen varias puertas o puntos por donde iniciar el recorrido. Por pura comodidad, puede ser aconsejable empezar por Elvas, a escasos diez minutos de Badajoz. Tan cerca y tan diferente: la ciudad sigue enrocada tras un cinto de murallas y fosos, con dos fuertes exteriores de refuerzo; en el de Santa Luzia se ha instalado un museo militar. El casco viejo, con la catedral y varias iglesias, un airoso pelourinho (picota) y un descomunal acueducto acogen un trasiego ciudadano pausado y provinciano, envidiable.

Las viñas que arropan las carreteras del interior anuncian la inminencia de Borba, donde más vino de mesa se produce en el país. Al lado está Vila Viçosa, una sorpresa monumental. Nadie se espera el palacio escurialense de verano que la Casa de Bragança dispuso para su ocio estival. Pegado al palacio, un convento de mármol resplandeciente ha sido transformado en una de las pousadas más evocadoras. Hay también un castillo medieval (museo de caza), un soberbio pelourinho y un museo del mármol: de Borba y Vila Viçosa hasta Redondo, la Serra de Ossa aparece destripada por más de un centenar de explotaciones que extraen el oro blanco y lo exportan a todo el mundo.

En Redondo quedan pocos lienzos de muralla y pocos alfareros, pero hay mucho vino y un Museo de los Vinos de Alentejo. Hacia el sur, pasado Reguengos, el pueblo fortificado de Monsaraz es por sí sólo trofeo suficiente para justificar la escapada. Ha sido etiquetado como el pueblo más bonito de Portugal en muchas guías imparciales (o sea, extranjeras). Casi todas sus casas medievales se dedican al turismo de habitaçao (rural). Además, desde hace cuatro años el pantano de Alqueva permite navegar a sus pies por los tentáculos que el Guadiana dibuja entre encinas y dehesas. A poco más de media hora queda æpermil;vora: palabras mayores. La ciudad romana que fue capital del país y es patrimonio de la humanidad merece un alto prolongado. No sólo por su opulencia patrimonial, encerrada en un cerco perfecto y kilométrico de murallas, sino además y sobre todo para saborear su ritmo pausado de vida. La pousada convento dos Loios, junto al templo romano y la catedral, puede ser buena guarida.

Para cerrar el circuito habrá que dirigirse hacia el norte, a Estremoz, donde otra pousada señorial ocupa el castillo que domina el pueblo, y que fue escenario de lances históricos. Si aún se dispone de tiempo, se puede alargar el periplo hasta Portalegre, grande, monumental y bulliciosa, y sus dos vecinas chicas pero tremendas: Castelo de Vide y Marvao. En la primera, un soberbio castillo-museo domina la judería más auténtica y emocionante de la Península. A tiro de ballesta está Marvao, aupada a un castellar de granito, ceñida de murallas y repleta de casas medievales prácticamente intactas. Los muchos dólmenes y megalitos que rodean a estas poblaciones forman parte del mismo conjunto que esconden las dehesas vecinas de Alcántara. Tierras cacereñas que, desde el pretil de Marvao, se pueden casi tocar con los dedos.

Guía para el viajero

Cómo ir. Para llegar a Elvas hay que continuar por la autovía N-V E90 que en Portugal es la A6 IP7. También se puede empezar el recorrido por la N 521, dejando atrás Valencia de Alcántara (Cáceres).Alojamiento. En Elvas, la Pousada de Santa Luzia, junto a la carretera, fue la primera de la red (1942); aunque el edificio es moderno, tiene empaque señorial. En æpermil;vora, el Convento dos Lóios, junto al templo de Diana, tiene espacios comunes cuya opulencia contrasta con las celdas convertidas en habitaciones. En Vila Viçosa, la Pousada de Dom Joao IV ocupa el Real Convento destinado a panteón de damas de la Corte; labrado todo en mármol de la zona, es uno de los ámbitos más evocadores. En Estremoz, la Pousada Rainha Santa Isabel ocupa el castillo que el rey don Diniz levantó para su esposa, la reina santa Isabel; es una de las más deslumbrantes de toda la red, repleta de muebles y objetos de museo, aunque las habitaciones y el servicio requieren una mejora. En Marvao, la Pousada de Santa María está instalada en dos casas medievales al borde mismo de la cresta rocosa, con vistas impagables. Para información y reservas: 351 21 844 20 00, www.pousadas.pt.Comer. La cocina de las pousadas es recomendable para probar platos tradicionales; especial fama tiene el bacalhau dorado de la de Elvas. En æpermil;vora: restaurante Taverna (Travessa de Sta. Marta, 5, 351 266 700 747, junto al Teatro García de Resende) ocupa una celda gótica de un antiguo convento y ofrece platos alentejanos a precios asequibles. Muy cerca, Dom Joaquim (rua dos Penedos, 6, 351 266 731 105, junto a la muralla) cocina alentejana de calidad. En Redondo: Porfirio's (rua de Montoito, 59, 351 266 909 737, cerca del Pelourinho), rectas contundentes y excelente bodega.Más información: www.visitportugal.com y www.visitalentejo.com.

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