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Lealtad, 1

Ni el rebote ni la burbuja avisan

El inversor prudente suele comprar demasiado tarde en las crisis y vender demasiado pronto en las burbujas. Se pierde buena parte de la subida, el principio y el final, pero mantienen un perfil de riesgo mucho más razonable que quien vive en el filo de la navaja para capturar los movimientos más extremos -y también más rentables- de los mercados.

Durante las dos últimas jornadas de la semana pasada era comentario general que la virulencia de las caídas, y su persistencia, estaba llevando a los inversores a algo parecido a la capitulación. Cuando el último alcista se rinde con armas y bagajes y cierra la posición larga. Sin embargo, una vez que el mercado rebotó con fuerza anteayer, el comentario generalizado ha cambiado por el de cautela: quizá no sea éste el rebote bueno. Es más, hoy son muchos más los que creen que se volverán a tocar los mínimos en algún momento, cuando pase la efímera fiesta a la que invitó el gigante venido a menos de la banca mundial, Citi.

Una señal de salud mental, después de que rebotes incluso más violentos hayan quedado olvidados en un mar de desplomes. Y una apelación a la prudencia bien entendida en el contexto más complicado para la inversión en más de setenta años. Quien compre barato en esta crisis ganará cantidades absurdas de dinero. Pero quien pensase eso en septiembre, en octubre, en noviembre del año pasado, o incluso en enero, después del caso Kerviel o en marzo, tras el rescate de Bear Stearns... Quien pensase eso pasará muchos años sin recuperar la inversión, si es que algún día lo consigue.

Así pues, prudencia, prudencia y prudencia. Si alguien ha conseguido mantener los nervios templados hasta hoy no es el momento de perderlos. Se puede jugar a pillar este rebote, tal y como están haciendo los hedge funds, pero para el inversor particular es jugar en otra liga. Quien quiera hacerlo debe, o bien colocar órdenes de limitación de pérdidas o no levantarse de la pantalla mientras dure la sesión.

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