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De viaje

Cataratas del Niágara

Es una de las maravillas naturales del planeta, un lugar de ensueño para visitar alguna vez en la vida.

Cataratas del Niágara
Cataratas del NiágaraC. P.

Eso hacen cada año más de catorce millones de personas. Son las cascadas más famosas del mundo, aunque no tal vez las más espectaculares. Quienes conozcan otras como Iguazú o Victoria pueden quedar decepcionados por el 'montaje' comercial. La culpa de ello: que están a poco más de una hora de Toronto (Canadá) y son excursión fácil desde Nueva York. Esa accesibilidad ha hecho crecer enfrente una ciudad voyeurista: Niagara Falls, que algunos llaman Honey City (por la cantidad de lunamieleros), con un sector canadiense y otro estadounidense, unidos por un puente; población jovial, alborotada, que hace aparecer a las cascadas como fuente escandalosa al fondo de un jardín, más que como fuerza desatada de la naturaleza.

El río Niágara, al salvar un desnivel de 50 metros de acantilado, se rompe en dos brazos, separados por la cuña de la isla Goat. A un lado se precipitan las American Falls, en territorio estadounidense, más chicas; al otro lado se forman las Horseshoe Falls, una herradura (como su nombre indica) de 800 metros de extensión. Enfrente, un mirador y paseo ajardinado con la animación de un parque de atracciones. Esta sensación circense queda acentuada por tres torres observatorio (Minolta, Skylon y Casino), flanqueadas por hoteles verticales que parecen igualmente ponerse de puntillas unos tras otros, hasta colonizar por completo la colina Clifton Hill, donde se suceden distracciones de feria: la casa de Frankenstein, el museo Believe it or Not! (Aunque no te lo creas), el museo de Houdini (célebre escapista) y cosas por el estilo, aparte de un número exagerado de restaurantes y chiringuitos.

A pesar de todo lo cual, el propio espectáculo de las cataratas y su bramido no deja de estremecer. La manera común de sentirlas es embarcarse en el Maid of the Mist (Doncella de la bruma), embarcación de nombre muy poético y maneras muy prosaicas: los visitantes son mecánicamente agrupados, anillados, conducidos al embarcadero, enfundados en plásticos, instruidos sobre el fenómeno, aproximados al punto en que la nube de agua (mist) les cale las ávidas cámaras de fotos, y devueltos con el mismo rigor y precisión al punto de partida. Thank you! Quienes quieran sentirlas más de cerca pueden bajar por un ascensor, recorrer unos túneles tras Horseshoe Falls y asomarse a miradores donde el rugido del agua está, como quien dice, al alcance de los dedos.

Paneles y fotos (tanto en esos túneles como en el Museo de las Cataratas que hay junto al puente Rainbow) ilustran sobre el pasado de estos saltos, y los chiflados que se han precipitado por ellos de formas extravagantes, metidos en un barril, un kayak o una campana de buzo. Complemento a esta experiencia es visitar los rápidos Whirlpool, a una legua río abajo, donde el Niágara forma letales remolinos al chocar con las paredes del cañón; se pueden contemplar desde el Spanish Aero Car, un funicular tendido en 1913 por nuestro Leonardo Torres Quevedo.

Pero la visión más completa del lugar se tiene sobrevolándolo en helicóptero. No es barato, sin embargo la cola y la espera son de horas. El trayecto en cambio dura nueve minutos. Tres o cuatro helicópteros se turnan para recoger al pasaje, fotografiarlo (¡arriba el pulgar!), elevarlo sobre el río, los rápidos y las cataratas, e instruirlo con una explicación concisa y sabia. El broche de oro a la jornada puede ser la visita a Niagara-on-the-Lake, un poblado encantador a unos diez kilómetros, en la desembocadura del río en el lago Ontario. El pueblo, destruido en 1813 por los americanos, fue rehecho por los británicos en estilo georgiano, y así se ha conservado intacto hasta nuestros días. No se permite llegar en coche (hay que aparcarlo cerca y tomar un shuttle) y la atmósfera es por completo del siglo XIX; aunque tiendas y decorado lo convierten en un museo viviente, no deja de tener vida propia, sobre todo con un prolongado festival de teatro (abril a noviembre) en honor a Bernard Shaw.

Guía para el viajero

Air Canada (915 479304, www.aircanada.com y Aviareps - Airline Center España, SL, 914 585 571/68/86) acaba de establecer un vuelo diario y sin escalas entre Madrid y Toronto; el avión sale de Madrid a las 12.20 h y llega a Toronto a las 15.15 hora local; el regreso es con salida de Toronto a las 21.30 y llegada a Madrid a las 10.55.Desde Toronto a las cataratas se tarda una hora y media aproximadamente en coche, y las agencias ofrecen numerosas excursiones de uno o más días, o incluso de una sola tarde.Niagara Parks (agencia del gobierno de Ontario) propone un Adventure Pass que incluye varias atracciones por 39,95 dólares (adultos) y 24,95 dólares niños (entre 12 y 6 años); www.niagaraparks.com.Los helicópteros se abordan en 3731 Victoria Avenue, Niagara Falls, 1 800 281 8034, www.niagarahelicopters.com, 60 dólares por persona.Reservas para el Maid of the Mist: (905) 358 5781, www.maidofthemist.com.

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