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Quedan pocas balas en la recámara

Poco ha durado la alegría de comienzo de año. En pocas sesiones, no sólo nos hemos comido las ganancias acumuladas, sino que las Bolsas han vuelto a los mínimos y acumulan pérdidas importantes. Ni el rally de enero, ni la esperada toma de posesión de Obama han cambiado el ánimo de los inversores, que piensan que el guión del fin del mundo puede escribirse para una película que no sea de ciencia ficción.

Tanto las noticias que hemos ido conociendo por el lado macroeconómico, como las relativas a los beneficios de las empresas han sido horribles. Pero eso difícilmente puede sorprender a nadie. Lo lógico es seguir recibiendo malas noticias y que antes de mejorar, empeoren.

Si las Bolsas estuvieran desplomándose porque los resultados de Microsoft caen o porque sube el paro habría que romper la hucha y comprárselo todo mientras haya otros dispuestos a vender a cualquier precio.

El miedo en los mercados, sin embargo, creo que no viene por ahí, sino por la incertidumbre que aún hay en torno a los bancos. Tras el Plan Paulson, de las inyecciones de liquidez, ampliaciones de capital y cuasi nacionalización de entidades, seguimos sin tener una idea de la envergadura del problema. A diferencia de otros sectores, la banca es esencial para que funcione el sistema, mientras el crédito no fluya, las empresas sufrirán.

Preguntado el nuevo secretario del Tesoro americano, Tim Geithner, sobre su plan, dijo que trabajan en ello las personas más cualificadas y que en unas semanas pondrán una propuesta encima de la mesa.

El mercado se ha empeñado en que la única solución, por lo menos en la banca inglesa, es la nacionalización, y está a punto de salirse con la suya.

Esperemos que el plan Geithner proponga una solución viable que cuente con el sector privado. Debe atacar el problema en todos sus frentes y devolver la confianza al sistema. El margen de error es pequeño y quedan pocas balas en la recámara, pero es la única manera de iniciar una recuperación fiable. Una recuperación apoyada en una banca nacionalizada seguro que fracasaría.

Joaquín Casasús. Director general de Abante

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